(PRIMERA PARTE)
¿Que pensaba el hombre de la
Edad Media sobre la muerte?.
Todo lo que pensaban los
hombres medievales está grabado sobre sus sepulcros. Suele haber a la vez honra
hacia los muertos -fe, ternura hacia las criaturas, aspiración al infinito-, y
enseñanza a los vivos.
I. LA FIGURA DEL ORANTE.
El sepulcro del Infante
Alfonso se encuentra en la pared del lado del Evangelio en la iglesia de la
Cartuja de Miraflores, al lado del de sus padres. Las dos obras fueron
diseñadas en 1486 y realizadas en 1489-1493 según cuenta un cuaderno de la Cartuja, citado por H.
Wethey, con noticias sacadas del libro Becerro: "1486. Por el mes de Mayo el Maestro Gil, Padre del Maestro Siloe,
delineó el sepulcro de los Reyes y el del Infante Dn Alonso./ ... 1493. A 2 de
Agto. se concluyeron en un todo los sepulcros de los Reyes y el del Infte., los
que se empezaron a 29 de Abril de 1489. Costaron en todo seiscientos mil,
novecientos treinta maravadis".
Nació el Infante Alfonso el
15 de noviembre de 1453, en Tordesillas, hijo del rey Juan II de Castilla y de
su segunda esposa Isabel de Portugal, dos años después del nacimiento de su
hermana la futura reina Isabel la Católica. Murió de peste -"... se decía murió de pestilencia en
Cardeñosa cerca de Avila" , cuenta la "Crónica de los Reyes de
Castilla"-, o de veneno, el 5 de julio de 1468, a los catorce años de edad,
siendo depositado su cuerpo en el convento de San Francisco de Arévalo hasta el
año de 1492 en que fue enterrado solemnemente en la Cartuja.
Durante el turbulento
reinado de su hermanastro Enrique IV los nobles rebeldes, liderados por el
Marqués de Villena, patrocinaron a Alfonso como heredero al trono, llegando a
ser proclamado soberano en 1465 tras ser destronado en efigie Enrique IV por
los rebeldes. El Infante fue nada más que un títere movido para adaptarse a los
propósitos de sus seguidores los nobles. "Pues su hermano el inocente,/ que en su vida sucesor/ le hicieron,/ ¡qué
Corte tan excelente/ tuvo e cuánto gran señor/ le siguieron!./ Mas, como fuese
mortal,/ metiole la Muerte luego/ en su fragua./ ¡Oh, juicio divinal,/ cuando
mas ardía el fuego,/ echaste agua!./", escribió hacia 1476 Jorge Manrique en las "Coplas a la muerte
de su padre".
Según Joaquín Yarza, Isabel
la Católica al encargar los sepulcros para ubicarlos en la Cartuja lo hizo, no
sólo para cumplir con la voluntad de su padre, sino para destacar la línea
sucesoria del rey Juan II y de su segunda esposa Isabel de Portugal, razón por
la que no incluyó en la capilla el sepulcro de su hermanastro Enrique IV. Con
esta obra la reina quiso también recuperar para la Monarquía el lugar que le
correspondía respecto a la nobleza, pues durante el siglo XV los enterramientos
reales no habían destacado en comparación con los del alto clero o la nobleza.
Uno de los aspectos más
característicos del sepulcro es la postura, arrodillado con las manos juntas en
oración, del Infante que interrumpiendo la lectura del libro dirige su plegaria
hacia el altar de la capilla; todo contribuye a considerar la figura como un
representación viva de don Alfonso. Dos interpretaciones distintas muestran al
respecto los historiadores de arte: para unos, entre los que destacan Emile
Mâle y sus seguidores, la figura alude a la imagen que presentará el difunto
una vez superado el Juicio final -una imagen de eternidad aunque el personaje
aún esté vivo, una imagen de los benditos en el Paraíso-, mientras que otros
historiadores en cambio, marginan este contexto sobrenatural y consideran que
la intención del artista es la de mostrar una representación viva del Infante
en su pequeño oratorio privado
Conviene tener en cuenta que
la imagen que hoy percibimos del nicho central del sepulcro nos llega, a causa
del paso del tiempo y de las vicisitudes históricas de la Cartuja, bastante
distorsionada, exigiéndosenos un esfuerzo imaginativo por nuestra parte para
obtener el aspecto visual que presentaría el nicho de no haber sido destruido
en gran parte el marco ornamental (la decoración marginal de tallos, hojas,
putti y todo tipo de animales, que vemos sobre la cabeza del Infante
inicialmente estuvo también a los dos lados de la hornacina). Puede que incluso
nos impida comprender con facilidad su valor simbólico; a este respecto llama
la atención lo difícil de entender que es todo lo que rodea al pequeño reclinatorio
que precede al infante.
El reclinatorio, constituido
por un bloque único, está cubierto por un paño de brocado sobre el que se ha
situado un rico almohadón en el que descansa un libro de oraciones. La tela, a
pesar de su peso, no cae verticalmente sino que parece inclinada de una manera
anormal. Cuando los trabajos de restauración y limpieza del año 2006 los
restauradores probaron a girarle 180º comprobando que esa pudo ser su posición
original; no obstante como observaron que el lado hasta entonces invisible
estaba mucho más desgastado que el visible le volvieron a la posición en que se
encontraba (la que actualmente vemos).
Más enigmático aún es que
sobre el reclinatorio, junto al libro, aparece la mano de una persona que quiere cerrar el libro;
curiosamente la imagen sólo puede verse desde una posición elevada del
observador que no suele ser habitual. ¿Que puede significar esta mano?. Hasta
ahora no se ha encontrado una explicación razonable. Junto a libro y mano
reposa también un gorro similar al que lleva don Alonso a la espalda.
Las proporciones del cuerpo
del Infante, para Wethey, se desvían de lo habitual en la anatomía humana,
siendo la distancia desde el codo a la rodilla un tercio más grande de lo
normal; quizás, fue intencionado para evitar que lo profuso del entorno eclipsase completamente la imagen. Don Alfonso viste un
ropón ceremonial lujosamente decorado,
similar al de su padre, con anchas mangas acuchilladas, las manos cubiertas con
guantes adornados con un anillo; lleva la cabeza descubierta, y un rico
sombrero cuelga sobre su espalda.
El pelo, liso, cae sobre el cuello y cubre
la frente; en opinión de Wethey unos rasgos más bien duros. Si bien Siloe no
conoció al Infante suele opinarse existe una cierto parecido entre el príncipe
y su hermana Isabel, quizás basándose en un retrato que hubo en la Cartuja de
la reina y ahora se guarda en el Palacio Real de Madrid; la realidad es que el
rostro sugiere una edad superior a la que tenía cuando su muerte.
Ante el Infante, a la altura
del cojín sobre el que se arrodilla, originalmente figuraban, apoyados en ménsulas que se alzaban sobre los dos escudos
sin blasonar de la moldura inferior del nicho, dos pequeñas esculturas. Una era
la de san Esteban, a quien en cierta época se le dio nueva cabeza y fue transferida al sepulcro del rey. Parecida suerte
corrió un santo dominico mutilado que también fue transferido al mismo
sepulcro; al parecer, ambos movimientos fueron realizados por el conde de las
Almenas para disimular los huecos dejados por las piezas que él se llevaba.
Ahora una de las ménsulas ha
desaparecido y sobre la otra se encuentra la escultura de una santa restaurada
que ha vuelto a perder sus dos manos y el libro que llevaba en la izquierda.
Sinceramente no sé de donde ha salido, aunque aparece en algunas fotografías de
mediados del siglo pasado en diversas ubicaciones del sepulcro del rey Juan II;
parece auténtica, presentando la cabeza un cierto parecido con la de Ester de
este último sepulcro.
Para Isabel del Río de la Hoz la escultura fue realizada por Felipe Bigarny: "Una santa luce una alta corona y sus facciones son anchas, ataviadas por simples formas de ropajes; ...". Para esta historiadora, en julio de 1498 Bigarny comenzó a contratar obras personalmente, pero "antes de esa fecha tuvo que trabajar en el taller de Siloe".
BIBLIOGRAFÍA.
-Juan Arias de Miranda, "Apuntes históricos sobre La Cartuja de
Miraflores de Burgos", Burgos 1843.
-Juan de Dios de la Rada y Delgado, "Sepulcro de don Juan II en la
Cartuja de Miraflores de Burgos", en "Museo Español de
Antiguedades", Madrid 1874.
-Agustin Durán y Juan Ainaud, "Escultura gótica" en "Ars
Hispaniae", Madrid 1956.
-María Jesús Gómez Bárcena, "Escultura gótica funeraria en
Burgos", Burgos 1988.
-María Jesús Gómez Bárcena, "El sepulcro del Infante Alfonso",
en "Actas del Congreso Internacional sobre Gil de Siloe y la escultura de
su época", Burgos 2001.
-Emile Mâle, "L'art religieux du XIIIe siècle en France",
Paris 1986.
-Beatrice Gilman Proske, "Castilian Sculpture. Gothic to
Renaissance", New York 1951.
-F. Tarín y Juaneda, "La Real Cartuja de Miraflores (Burgos): su
historia y descripción", Burgos 1896.
-Isabel del Río de la Hoz, "El escultor Felipe Bigarny (1470-1542), Salamanca 2001.
-Isabel del Río de la Hoz, "El escultor Felipe Bigarny (1470-1542), Salamanca 2001.
-Harold E. Wethey, "Gil de Siloe and his school. A study of late
gothic sculpture in Burgos", Massachusetts 1936.
-Joaquín Yarza Luaces, "La imagen del rey y la imagen del noble en
el siglo XV castellano", en "Realidad e imágenes del poder: España a
fines de la Edad Media", Ámbito, Valladolid 1988.
-Joaquín Yarza Luaces, "Los sepulcros reales de la Cartuja de
Miraflores", en "La Cartuja de Miraflores. I.- Los sepulcros",
2007.
NOTAS.
-Contaba así en 1843 J. Arias de Miranda el destronamiento en efigie de
Enrique IV:
"Reunidos hostilmente en
Abila presentaron sobre un tablado, que hicieron levantar en el inmediato
campo, la estatua del Rey sentada en el trono con vestiduras reales, y
autorizada con cetro y corona. Los rebeldes presidían aquel acto afrentoso á
presencia de un inmenso gentio del pueblo. Un pregonero relató en alta voz las
graves inculpaciones de que le acusaban y la sentencia de deposicion: al tiempo
que leian esta, le iban despojando sucesivamente de la corona, del cetro y del
manto Real, hasta que desnuda de todos sus atavíos fué lanzada ignominiosamente
del trono, y arrojada con vilipendio del tablado abajo. El Infante D. Alonso,
que estaba en poder de los descontentos, subió en seguida, y levantándole sobre
los hombros de los Nobles fue aclamado Rey de Castilla".
-Habitualmente los historiadores comparan el sepulcro de don Alonso con
el de Juan de Padilla (hoy en el Museo de Burgos). Para MJ Gómez Bárcena "Posiblemente Gil de Siloe proporcionaría el
diseño de la obra pero es dudoso que él la ejecutase...". Para B.G.
Proske a pesar de la calidad y las estrechas relaciones entre la escultura de
Juan de Padilla y la de don Alonso el escultor de la cabeza de Padilla está por
debajo del tipo de las realizadas por Gil de Siloe. Durán Sanpere dice que el
sepulcro de Juan de Padilla es una obra maestra de Gil de Siloe muy parecida al
de don Alonso pero que "ofrece mayor
contención ornamental, llevando a una etapa clásica el exuberante
gótico...".
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