La Sillería Baja del coro
de la Catedral de Toledo.
"Cabos" (o Paneles
terminales).
(QUINTA PARTE)
El
"salvaje" en la Edad Media era un ser mítico, cubierto de abundante
pelo, a medio camino entre el hombre y la bestia, que vivía apartado de la
civilización en bosques y selvas. " Heran unos hombres que heran todos cubiertos de
lana de los pelos de sus cuerpos, bien como animales, e non vestían otra ropa
ninguna. E aquéllos bivían en las montañas bravas e en las selvas escuras:
ellos, e sus mugeres e fijos. E quando yvan por los tomar, (e) defendíanse muy
bravamente" escribía Gutierre Díez de Games a mediados del siglo XV
(1431-1435) en "El Victorial"
(o Crónica de la vida de don Pero Niño); el salvaje era un ser fruto de la
imaginación humana. Nacido al amparo del interés por lo exótico, los relatos de
los navegantes y los libros de caballería intervendrían ampliamente en la
difusión iconográfica del tema.
Era la imagen del hombre degradado, más cerca del animal que del hombre; su separación de cualquier norma social y su aislamiento de los preceptos cristianos al alejarse del mundo civilizado, le transformaba en un sujeto que violaba el orden de la creación. Aunque
el "salvaje" no siempre fue considerado bajo un prisma simbólico; por
su aspecto la Edad Media también vio en él un motivo de comicidad "muy
apto para festejos de cualquier tipo".
El
éxito de las creencias en el "salvaje" no puede explicarse sólo como
un reflejo de la existencia real de hombres silvestres que vivían lejos de la
comunidad humana retirados en las montañas y en los bosque; parte de su fama se lo debieron a los "exempla". El "exemplum" es un relato
con una función moralizadora o doctrinal que a partir del siglo XIII se
generalizó entre los predicadores para enriquecer su sermón; colecciones de
ellos se sistematizaron hasta tal punto que muchas veces una misma historia,
contada de una u otra manera, podía interpretarse de distintas formas. Uno de
estos relatos -"Los tres pecados del
ermitaño"-, cuenta la historia de un eremita que es tentado por el
demonio para que cometa algunos pecados mortales; para acompañar la historia
tomo prestados algunos dibujos de la decoración de los márgenes de los "Decretales
Smithfield", un manuscrito sobre leyes iluminado hacia 1340 y que se conserva en
la British Library bajo el código Royal 10 E IV (y al que se puede acceder
fácilmente por internet).
El relato cuenta cómo hace mucho tiempo estando un ermitaño sentado a la puerta de su cabaña, mientras reflexionaba acerca de qué era el pecado, vio que se le aproximaba un demonio de garras afiladas. Ya a su lado el demonio le expresa que debe elegir entre tres pecados: beber, fornicar o asesinar. El eremita, tras pensar en ello, entiende que el menos malo es beber, por lo que va en busca de la taberna más cercana.
En la taberna y después de ingerir unas jarras es tentado por la atractiva tabernera. Borracho -incapaz de resistirse a sus impulsos pecaminosos-, la seduce. Cerca de ellos, un molinero les espía.
El eremita, al notar que desde un molino aledaño les han estado observando -horrorizado por haber sido sorprendido-, forcejea con él y le mata.
El relato cuenta cómo hace mucho tiempo estando un ermitaño sentado a la puerta de su cabaña, mientras reflexionaba acerca de qué era el pecado, vio que se le aproximaba un demonio de garras afiladas. Ya a su lado el demonio le expresa que debe elegir entre tres pecados: beber, fornicar o asesinar. El eremita, tras pensar en ello, entiende que el menos malo es beber, por lo que va en busca de la taberna más cercana.
En la taberna y después de ingerir unas jarras es tentado por la atractiva tabernera. Borracho -incapaz de resistirse a sus impulsos pecaminosos-, la seduce. Cerca de ellos, un molinero les espía.
El eremita, al notar que desde un molino aledaño les han estado observando -horrorizado por haber sido sorprendido-, forcejea con él y le mata.
De
esta forma, el ermitaño ha cometido los tres pecados. Triste, atormentado, enloquece,
se rasga las vestiduras y huye al desierto.
Allí se convierte en un "salvaje" de aspecto animal, deshumanizado a causa de sus penosos pecados, integrándose con los animales que habitan en el lugar.
Allí se convierte en un "salvaje" de aspecto animal, deshumanizado a causa de sus penosos pecados, integrándose con los animales que habitan en el lugar.
La
historia dibujada en los márgenes de los "Decretales Smithfield" exhibe algunas escenas
más (aunque algo desordenadas para el desarrollo de la historia) pero las que
he mostrado pueden ser suficientes para apuntar cómo con la apariencia exterior
del salvaje muchas veces se trataba de reflejar su estado moral interior: estar
en pecado. El cuento del eremita terminaba en ocasiones -como sucede en los "Decretales
Smithfield"-, con el salvaje arrepintiéndose de sus pecados y recobrando su
forma humana.
No obstante en Rodrigo Alemán es frecuente encontrar que el mensaje moralizador, que tenían en la época muchas de las representaciones que talla, desaparece: parece buscar tan sólo la función decorativa. Este cambio en el significado de parte de la obra de Rodrigo Alemán es un anticipo de la evolución que se inicia en esta época en Castilla y que concluirá con la implantación definitiva de las formas renacentistas en detrimento de las tardogóticas.
No obstante en Rodrigo Alemán es frecuente encontrar que el mensaje moralizador, que tenían en la época muchas de las representaciones que talla, desaparece: parece buscar tan sólo la función decorativa. Este cambio en el significado de parte de la obra de Rodrigo Alemán es un anticipo de la evolución que se inicia en esta época en Castilla y que concluirá con la implantación definitiva de las formas renacentistas en detrimento de las tardogóticas.
Un
monstruo fiero, aterrador, vigila desde la proa del panel terminal sobre el que se
sitúa uno de los "salvajes" anteriores; un cuadrúpedo fantástico que
podía representar cualquiera de los muchos peligros espirituales que acechaban
a los fieles; o podía haber sido creado sencillamente para divertir a los
canónigos del cabildo como parece indicarlo que el artista no haya resistido a adornarle la cola con un cascabel.
Se
conoce con el término "Cabo" a los paneles terminales que rematan la
sillería por sus extremos, en las escalerillas o en los estalos especiales y
que por lo general se muestran especialmente decorados; en la escritura de contrata de
la sillería de coro de la catedral de Zamora figura: "... e que asy mismo faga los troços de las
sillas baxas de los cabos contra el altar e contra la sylla obispal, ...". Poseen una apariencia casi trapezoidal con su parte posterior de forma rectangular y la delantera presentando una curva cóncava; en la zona inferior se muestran cubiertos gradualmente por los banzos de la escalerilla. La parte superior de los cabos se corona con un grupo de esculturas de bulto redondo relativas a animales, y las caras exteriores -hacia la escalera- se decoran con motivos arquitectónicos y con un animal tallado.
En
la sillería de coro de la catedral de Toledo existen cinco escalerillas que
permiten acceder a los estalos altos y que dividen, por tanto, en grupos a las
sillas bajas: dos en los laterales del conjunto y una en el frontal algo más
amplia; se tuvieron que labrar por eso diez cabos más los dos frontales, que
por ubicarse en el lado de oriente de la sillería aparecen ahora casi ocultos
por las rejas que cierran el espacio coral. Pondremos fotografías tan sólo de
dos como ejemplo; de los restantes se mostrarán algunos de sus componentes.
El
cuerpo humano en la decoración marginal,
solía ser objeto de burlas de contenido terrorífico. Dos monstruos cuadrúpedos con notable
rostro humano sujetan un escudo mientras vigilan uno de los pasos de la
sillería baja a la alta; esta ubicación de representaciones profanas -con
frecuencia animales fieros-, en lugares sagrados como los templos puede ser vista
como una expresión del interés medieval por la división entre el cuerpo y el
espíritu, como un aspecto de vigilancia o simplemente como una broma.
Para Réau el simbolismo del león es ambivalente. "Según su fuerza se ponga al
servicio del bien o del mal, según se muestre valiente o cruel, magnánimo o
feroz, se interpreta tanto como la imagen de Cristo, como la encarnación del
demonio". En la sillería toledana, por su repetición, variantes y lugar
que ocupa parece ser símbolo de la valentía y de la vigilancia; como la
tradición decía que el león duerme con los ojos abiertos se le encargaba montar guardia
en las portadas de las iglesias y este significado puede ser el que se buscase
en los cabos de la sillería.
Continuadores de los artesanos de siglos anteriores los que conocemos como
artistas tardogóticos no olvidaron emplear de fuente de inspiración los
bestiarios; al ser enciclopedias moralizadas de los animales les permitían
transmitir sin mucho esfuerzo mensajes simbólicos con iconografías fácilmente
reconocibles tanto por los clérigos como por los fieles. Así en uno de los
cabos se exhiben dos animales donde el artista ha tratado de mostrarnos ante
todo la ferocidad de los animales.
Algunas
de las criaturas fantásticas que decoran los cabos de la sillería baja toledana
están basados en animales corrientes al
igual que ocurría en algunos de los bestiarios; es el caso de la imagen en bulto
redondo que corona uno de los cabos donde parece representarse la lucha de un
perro con un monstruo alado.
Y
para dotar de credibilidad a las criaturas más desconocidas o extraordinarias
se incluyeron animales más comunes como las ovejas, los jabalíes, los perros, los
osos,
Las
representaciones del mono en las sillerías de coro figuran entre las más abundantes
de aquellas que personifican a animales. Su simbolismo hace referencia bien a
sus torpes costumbres -en este caso simbolizan diversas clases de vicios-, bien
a su semejanza con el hombre. En uno de los cabos de la sillería baja de Toledo
se representa a un mono molestando a una fiera de difícil identificación -en
realidad habría que escribir hurgando en su trasero-, que sin duda alude al
vicio de la lujuria.
En otro de los cabos de la sillería figuran dos monos con los pies afrontados, que sujetan con ambas manos una barra con la que cada uno intenta a traer al otro. Escenas similares -pero con hombres, en lugar de monos, midiendo su fuerza-, se hallan en otras sillerías de coro como la de Zamora; suele interpretarse como una sátira del juego de la "Pannoy". En este caso, además, al ser los actores del juego monos, a los que se les considera como "imagen de la imitación", podría ser una advertencia de los riesgos que conlleva meterse en asuntos ajenos. Hernando de Soto escribía en 1599, en sus "Emblemas Moralizados", uno en el que decía: "Hurtar quiso el exercicio/ de cierto trabajador/ un Ximio, cuyo primor/ le dió con muerte el oficio./ Y el rústico de ira lleno/ Al tiempo que le matava/ Le dixo: Quién te mandava/ Meterte en oficio ageno".
En otro de los cabos de la sillería figuran dos monos con los pies afrontados, que sujetan con ambas manos una barra con la que cada uno intenta a traer al otro. Escenas similares -pero con hombres, en lugar de monos, midiendo su fuerza-, se hallan en otras sillerías de coro como la de Zamora; suele interpretarse como una sátira del juego de la "Pannoy". En este caso, además, al ser los actores del juego monos, a los que se les considera como "imagen de la imitación", podría ser una advertencia de los riesgos que conlleva meterse en asuntos ajenos. Hernando de Soto escribía en 1599, en sus "Emblemas Moralizados", uno en el que decía: "Hurtar quiso el exercicio/ de cierto trabajador/ un Ximio, cuyo primor/ le dió con muerte el oficio./ Y el rústico de ira lleno/ Al tiempo que le matava/ Le dixo: Quién te mandava/ Meterte en oficio ageno".
BIBLIOGRAFÍA.
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1948.
-Roger Bartra, "El salvaje en el espejo", Barcelona 1996.
-Alixe Bovey, "Monstruos y Grutescos en los manuscritos medievales", Madrid 2006.
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68, nº. 270, Madrid 1995.
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-Dorothy
y Henry Kraus, "Las sillerías góticas españolas", Madrid 1984.
-Santiago López-Ríos, "El concepto de "salvaje" en la Edad Media española: algunas consideraciones", Dicenda, Madrid 1994
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Maeterlinck, "Le genre satirique, fantastique et licencieux dans la
sculpture flamande et wallone: les misericords de stalles", Paris 1910.
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Mateo Gómez, "Temas profanos en la escultura gótica española. Las
sillerías de coro", Madrid 1979.
-Isabel
Mateo Gómez, "La sillería baja de Rodrigo Alemán", en Cat. Exp.
"Ysabel la reina católica. Una mirada desde la Catedral Primada",
Toledo 2005.
-Isabel
Mateo Gómez, "La sillería del Coro de la Catedral de Toledo", Temas
Toledanos, Toledo 1980.
-Louis
Réau, Iconografía del arte cristiano", t. I, Barcelona 2008.
-Andrés A. Rosende Valdés, "El tema del "salvaje" en las sillerías de Mondoñedo y Xunqueira de Ambia", BSAA t. 52, Valladolid 1986.
-Andrés A. Rosende Valdés, "El tema del "salvaje" en las sillerías de Mondoñedo y Xunqueira de Ambia", BSAA t. 52, Valladolid 1986.
NOTAS.
-En
la literatura medieval española el cuento de "Los tres pecados del
ermitaño" (o "Ejemplo del ermitaño bebedor") se encuentra en
diversas obras tales como el "Libro
de Apolonio", "Libro del
Buen Amor", "Libro de los
exemplos por A.B.C." , "El
espéculo de los legos" o en el "Vergel de consolaçión o Viridario",
unos cargan las tintas en la intervención del diablo mientras que otros lo
hacen en el efecto dañino de la bebida. Al parecer el cuento procede de Oriente
y se introdujo en los ejemplarios medievales españoles a través de un texto
francés; su fin era claramente moralizante.
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