Sepulcro de doña Beatriz de Portugal reina de
Castilla.
Convento del "Sancti Spiritus" (Toro,
Zamora).
II. El arca.
A mediados del
siglo XIII la legislación dominica y las Constituciones de las monjas dispusieron que en el interior de los templos debía existir una separación física
entre los fieles y los religiosos. En el convento de Sancti Spiritus existe un
coro situado a los pies del templo separado de la nave de la iglesia por un
muro con dos vanos cerrados por rejas de forja en su parte baja y entre ellos
un pequeño retablo con dos nichos en el centro. En mitad del coro están en fila
tres sepulcros importantes en la historia del convento. El más cercano a la
sillería del coro es el de la fundadora doña Teresa Gil, una tumba lisa de
piedra mollar; en el centro, en el suelo en un rectángulo de azulejos, el sepulcro
de la infanta Urraca (de Priora Leonor) de Castilla, y a pocos metros, y ya más
cerca del altar, el mausoleo con la escultura yacente y lápida de doña Beatriz
de Portugal.
El arca del
sepulcro presenta en uno de sus lados la efigie funeraria de doña Beatriz
ataviada con el hábito dominicano, muy probablemente tal como fue inhumada,
pero tocada con la corona real. Su imagen ocupa la mayor parte de una de las
paredes laterales del cuerpo del sepulcro, enmarcada por tres de sus lados, con una moldura adornada por abigarrada vegetación. La presencia de la doble efigie
funeraria -como reina y como monja dominica-, alude a la evolución de su biografía;
en el caso de esta última representación su apariencia presenta un cierto aspecto de laude o lápida sepulcral. La repetición de la difunta
en su doble condición, real y monacal, no fue muy habitual en España si bien
anterior es el caso del enterramiento de Elisenda de Moncada (m. 1358) reina y
fundadora del monasterio de Pedralbes.
Doña Beatriz nunca
fue monja profesa aunque sí construyó junto al monasterio unas edificaciones
donde tenía sus "quartos" con su huerta y su pozo llamado "Palacio de la Reina". Rafael de
Floranes en el siglo XVIII recogió en sus "Memorias de Toro" algunas tradiciones relativas a su vida en el convento como
que "acompañada de sus damas
asistían todas con velo negro al coro"; se dice que se dedicaba a
"ocupaciones manuales y alternaban
estas con los ejercicios de piedad, muy semejantes a los que la regla imponía a
las conventuales" según escribe Pérez Mesuro.Tras la muerte de su marido Juan I de Castilla, algunos años de su vida los pasó en forma itinerante entre las posesiones que la pertenecían. Fueron sus últimos años los que pasó en el convento de Sancti Spiritus; cerca de su muerte, en 1418, escribió al Papa Martín V pidiendo para ella y para sus familiares domésticos libertad para recibir sepultura sin que influyesen posibles entredichos, así como que su capellán pudiera celebrar misas y rezar el oficio divino en cualquier lugar donde la reina tuviese su casa, "incluso si está en el interior de una clausura", y solicitaba que pudiese recibir la absolución "in articulo mortis" y licencia para elegir confesor, según cuenta Cesar Olivera siguiendo la traducción de la súplica que envió Beatriz a Martin V.
A los pies de
doña Beatriz, en una hornacina junto a un pequeño pináculo, figura una imagen
de Santo Domingo de Guzmán. Nacido en el
pueblecito de Caleruega (Burgos), falleció en 1221 y fue canonizado en 1234; en
1216 había fundado la Orden de Frailes Predicadores. La iconografía más
habitual le presenta vistiendo el hábito de la Orden con una vara de lirios en
una de sus manos y en la otra un libro, que suele interpretarse como símbolo de
la importancia que a lo largo de su vida el santo concedió al estudio o que
para otros representa la Biblia; en el caso de Toro el escultor del sepulcro
sustituyó el tallo de lirios por una rama de vid.
Cecilia Romana,
que había conocido en persona a Domingo Guzmán, le describió de esta forma en
su "Relación de los milagros obrados
por Santo Domingo en Roma": "Domingo
era así: mediana estatura, delgado de cuerpo,, rostro hermoso, un tanto
bermejo, cabellos y barba suavemente rubios, ojos bellos. ... Siempre estaba
con semblante alborozado y risueño, a no ser cuando se encontraba afectado por
la compasión de alguna pena del prójimo. Tenía largas y elegantes
manos...". En el sepulcro toresano a los pies del santo figura un
pequeño barril evocador del milagro de la multiplicación del vino que según la
tradición vivió su madre Juana de Aza quien distribuía a pobres y peregrinos un
vino que su marido guardaba para las grandes ocasiones. Cuando se visita
actualmente el monasterio de Caleruega se recorre la bodega, y la guía aún explica que según
la leyenda al llegar un día a su casa Félix de Guzmán con unos invitados
relevantes encargó a su mujer que bajase a por algo de ese vino especial que allí conservaba, y que cuando Juana descendió temerosa a la
bodega comprobó que la barrica que
acababa de vaciar para saciar la sed de los menesterosos volvía a estar llena
del buen vino.
En las esquinas
del mausoleo figuran cuatro pilastras con hornacinas en seis de las cuales
se encuentran ángeles con filacterias en sus manos. En la hornacina situada junto
a Santo Domingo de Guzmán, decorada con flores y motivos geométricos y bajo
arquillos angrelados, se halla un arcángel -entre la multitud de ángeles eran
los únicos no anónimos-, identificado
por las palabras "Arcangelus Gabriel"
grabadas en la cinta que lleva entre sus manos.En la hornacina del otro pilar de esta cara del cuerpo del sepulcro aparece también un ángel con traje talar pero con la filacteria que sostiene sin esculpir. Para Louis Réau puesto que los ángeles "irradian luz divina y que su pureza es inmaculada, el arte cristiano primitivo los representa vestidos con una larga túnica blanca... El arte bizantino, ..., se complace en revestir a los ángeles de ropas fastuosas que eran de rigor en las ceremonias de corte imperial. ... pero a partir del siglo XIII, por la influencia del drama litúrgico o auto sacramental, en el cual el papel de los ángeles era representado por diáconos, se extendió la costumbre de conferirles vestiduras sacerdotales que reemplazaron el traje de corte bizantina".
El lateral del sarcófago situado a la derecha del yacente está estructurado en dos grupos de tres arquillos angrelados que cobijan seis imágenes de dominicos que podrían representar a seis santos de la Orden de Predicadores; una mujer y cinco hombres con el hábito de la orden y sin aureola. La presencia de los santos en los sepulcros es frecuente al final de la Edad Media; lo hacen a título de patronos y protectores de las almas. Los difuntos buscaron el amparo de los Santos,recoge Mª Jesús Gómez Bárcenas, porque "les creían más dispuestos a aceptar sus súplicas puesto que en la tierra habían conocido las miserias de la condición humana".
Todas las figuras, menos el personaje femenino, llevan filacterias que han perdido su inscripción, lo que aporta una cierta subjetividad a su identidad. Visten hábito blanco y capa de color negro habiendo conservado la mayor parte de las imágenes gran parte de su policromía. Los personajes masculinos aparecen en posición frontal, o tres cuartos, sin presentar comunicación entre ellos. Desde que Margarita Ruiz Maldonado escribió en 1993 sobre el sepulcro todos los que lo han hecho al respecto han repetido sus identificaciones.
La monja
dominica, descalza, presenta las manos en oración -ha perdido alguno de sus
dedos-, orientada hacia un pequeño crucifijo. Lleva al cuello el tradicional
rosario de quince misterios. Es quizás el personaje de más fácil identificación y
se considera representa a Catalina Benincasa más conocida como Santa Catalina
de Siena (ca. 1347-1380). Junto a una
gran labor social desempeñó un destacado papel en el regreso del Papa a Roma
desde Aviñón.
Estimada como
una de las grandes místicas del siglo XIV, es una santa muy popular en la Orden
y se considera destacó como predicadora. Si bien Ruiz Maldonado indica que la
policromía en la escultura del sepulcro señala las llagas, no he sido capaz de
su reconocimiento por lo que prefiero imaginar lo que observa Giorgio
Papasogli en su libro "Catalina de
Siena, Reformadora de la Iglesia" en el sentido de suponer que eran
de los denominados "estigmas
invisibles" de forma que sentía el dolor pero las llagas no eran
visibles externamente.
El reconocimiento de la identidad de los dos frailes que aparecen en el grupo de tres arquillos en
que figura Santa Catalina es prácticamente imposible al no acompañarles atributos que les describan. Ruiz Maldonado sugiere que
podrían ser San Vicente Ferrer (1350-1419) -si bien fue canonizado en 1455, es
decir, en fecha probablemente posterior a la de la realización del sepulcro-, y
San Alberto Magno (1207-1280).
La personificación de San Alberto Magno puede ser quizás menos discutible pues la
orden dominica destacó en el campo de la doctrina al amparo de su figura o de
la de Santo Tomás de Aquino. Un atributo del fundador dominico, Santo Domingo
de Guzmán, y en general, de la Orden es el libro, pues su hagiografía cuenta
que en una noche de vigilia se le aparecieron San Mateo, llevando su Evangelio,
y San Pablo con sus "Cartas" y le dijeron: "Ve y predica, porque
has sido llamado para este ministerio". En las dos esculturas de estos
frailes anónimos llama la atención sus manos de muy largos dedos, sus rostros
redondos y pingües y espaciosa tonsura.
En el otro
grupo de tres arquillos angrelados dos de las figuras presentan menos
dificultades de interpretación al exteriorizar algunos atributos significativos. Una de ellas muestra un cierto movimiento, con el ropaje también ondulante.
Santo Tomás de
Aquino (1224-1274) porta entre sus manos la maqueta de una iglesia. Se le acostumbra
a representar vestido de dominico, obeso, con tonsura y con un sol en el pecho
(símbolo del aprendizaje sagrado). El atributo de la iglesia en la mano, que según indica algún hagiógrafo parece ofrecer con su mirada a Dios, no es muy frecuente en el
santo en la época en que se realiza el sepulcro de doña Beatriz; no obstante
como autor que fue de la "Summa
theologiae" -compendio de la doctrina cristiana-, y de la "Summa contra gentiles" -apología
filosófica de la fe católica-, puede entenderse este simbolismo.
La escultura
del fraile dominico situado a la derecha de Santo Tomás se considera representa
a San Pedro mártir de Verona canonizado en 1253. Segundo santo de la Orden,
tras la canonización de Santo Domingo de Guzmán, destacó como predicador e
inquisidor. Fue asesinado en un bosque por Carino de Bálsamo quien le asestó
varios golpes en la cabeza con un alfanje y terminó clavándole un puñal. En
recuerdo de este hecho se suele representar al santo con una herida en el cráneo
y un puñal clavado en el pecho como es el caso de la talla situada en el sepulcro.
Para Ruiz
Maldonado la primera imagen de santo dominico que aparece en el sarcófago
corresponde a San Raimundo de Peñafort (ca. 1180-1275), monje catalán encargado
de introducir la Inquisición en el Reino de Aragón y compilador de los Decretales de Gregorio IX (cuerpo de
Derecho canónico). Es la escultura de los frailes dominicos del sepulcro que
presenta más movimiento; descalzo, lleva en una de sus manos un libro y en el
otro el cilicio o disciplinas. Habitualmente se le presenta con una llave de
oro en la mano que alude a su cargo de penitenciario en Roma o con el libro de
los "Decretales".
El lateral del
cuerpo del sarcófago que acoge las imágenes de los santos dominicos se termina con dos de las pilastras con hornacinas que enriquecen el cuerpo del sepulcro.
En este único caso no cobijan a ángeles con filacterias sino a esculturas de San
Pedro y San Pablo.
En la
iconografía gótica funeraria la representación de los Apóstoles es quizás de
las de aparición más temprana, existiendo una preferencia por la inclusión de
San Pedro y San Pablo especialmente. En el sepulcro de doña Beatriz de Portugal
San Pablo viste amplia túnica y manto decorado con estrellas; lleva en su mano
derecha, apoyada en el hombro, la espada que le identifica habitualmente como
atributo al simbolizar su martirio.
San Pedro, con
pelo y barba corta y rizada sostiene con una de sus manos un libro cerrado y
con la otra las dos grandes llaves en
recuerdo de las palabras del Evangelista Mateo [16: 13-19]: "Y Jesús, ..., dijo: ... Y yo te digo a tí que
tú eres Pedro,. y sobre esta piedra edificaré yo mi iglesia, ... Yo te daré las
llaves del reino de los cielos, ...". La escultura responde a su iconografía habitual.
Este lateral
del sepulcro es quizás el que presenta la mayor calidad y originalidad del arca, pues lo habitual en el mundo funerario de la época en España son
los temas del Antiguo y del Nuevo Testamento, aquí reservados para los paneles
frontal y posterior. Este
recurso a los Santos ya se refleja en La Antífona y Recomendación del alma que
lee el sacerdote cuando agoniza el enfermo: "Santa María, ruega por él ..., todos los santos Apóstoles y
Evangelistas, todos los santos, Patriarcas y Profetas ..., todos los santos
Apóstoles y Evangelistas, todos los santos discípulos del Señor ..., todos los
santos mártires ..., confesores ..., monjes y ermitaños, Santa María Magdalena,
todas las santas ...".
En el panel del
cuerpo del sarcófago situado a los pies del yacente se representa la
Anunciación, escena frecuente en los sepulcros desde el siglo XIII al XVI. Su
elección se justifica por ser el momento del inicio de la vida humana de Cristo
y por tanto se considera el preludio de la Redención. La Virgen está leyendo
sentada -viste a la moda del siglo XV-, cuando es visitada por el ángel Gabriel
bendiciendo con una mano y con una filacteria en la otra. Destaca por su gran tamaño
el jarrón de azucenas.
Entre los dos
arquillos que cobijan las imágenes figura en mandorla el Padre Eterno con
aureola y rodeado de rayos de luz bendiciendo a María. A su izquierda, en
vuelo, la paloma que aún conserva parte de su policromía que fue dorada.
El frontal del
sepulcro se completa con la imagen de dos ángeles, uno de ellos -el arcángel
San Miguel-, alanceando al dragón y con la bola del mundo en su mano izquierda,
y el otro podría querer representar al arcángel San Rafael.
La escena de la
Crucifixión preside el lateral del cuerpo del sepulcro situado bajo la
cabeza del yacente. En el centro, con corona de espinas, aureolado y con un
amplio paño de pureza, Cristo figura clavado en la cruz que presenta los brotes
de las ramas en el travesaño. A su derecha la Virgen aparece sostenida por San Juan mientras se desploma. Al otro lado de la cruz se representa a María Magdalena seguida por un personaje que se coge
las manos. En general es una talla más bien torpe.
Se desconoce el autor o autores del sepulcro,
la fecha de su realización y si fue doña Beatriz quien encargó el sepulcro o fue otra la
persona que mandó construirlo. Para Manuel Gómez-Moreno su autor fue "de
seguro... el mismo artífice que labró el del arzobispo Anaya y tantos otros en
Salamanca", Ruiz Maldonado opina que estaríamos ante dos escultores
distintos si bien con algunas semejanzas estilísticas, y Joaquín Yarza vincula
al anónimo autor con los ámbitos catalán y de Aviñón. Para
José Mª Azcárate el sepulcro se caracteriza por "la suavidad en la técnica que evoca el arte italiano y las formas más
ampulosas y sinuosas del arte borgoñón de principios del siglo XV".
BIBLIOGRAFÍA.
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Azcárate, "Arte Gótico en España", Madrid 2007.
-Mª. Jesús Gómez Bárcena, "Escultura gótica funeraria en Burgos", Burgos 1988.
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Gómez-Moreno, "Catálogo Monumental de España. Provincia de Zamora
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-Émile Mâle,
"L'Art religieux de la fin du Moyen Age en France. Étude sur
l'iconographie du Moyen Age et sur ses sources d'inspiration", Paris 1922.
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-Giorgio
Papasogli, "Catalina de Siena, reformadora de la Iglesia", BAC,
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-Sor Mª Dolores
Pérez Mesuro, "Monasterio de Sancti Spiritus el Real MM. Dominicas",
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-Louis Réau,
"Iconografía del arte cristiano. Iconografía de la Biblia", t.I,
Barcelona 2007.
-Cecilia
Romana, Relación de los milagros obrados por Santo Domingo en Roma",
B.A.C., Madrid 1987.
-Margarita Ruiz
Maldonado, "El sepulcro de doña Margarita de Portugal en Sancti Spiritus
(Toro)", en revista de arte Goya Madrid 1993.
-Pablo Yagüe
Hoyal, "Restauración del sepulcro de doña Beatriz de Portugal. Convento de
Sancti Spiritus (Toro)", en "Restauración y Rehabilitación: Revista
Internacional del Patrimonio histórico", Madrid 1977.
NOTAS.
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