Sobre la techumbre de par y nudillo de la Iglesia de
San Nicolás de Bari de Sinovas (Burgos).
De los faldones de la techumbre (IV).
Escribía Lavado
Paradinas al tratar de las "techumbres
mudéjares burgalesas" del siglo XV: "El tema religioso es el menos frecuente en estos techos, ...".
No es este el caso de la parte conservada en la iglesia de san Nicolás de Bari
de Sinovas donde figuran la casi totalidad de la jerarquía eclesiástica desde
Cristo con sus doce Apóstoles hasta el Papa, cardenales, obispos, clérigos y
monjes. En una de las tablas del faldón izquierdo se ha representado un
personaje, descalzo, vestido con una saya de anchas mangas cubierta en gran
parte por un manteo azul; tras su cabeza
se halla un nimbo crucífero por lo que se trata de Jesucristo. En su mano
izquierda lleva un objeto que podría ser un pan redondo o la bola del mundo; en
el primer caso representaría a Jesucristo bendiciendo al partir el pan y en el
segundo a Cristo "Salvador del
mundo" ("Salvator Mundi"). De la llaga de su mano derecha
brota la sangre al igual que corre por su frente; de su cuello cuelga una cruz.
En las tabicas
que rodean a la anterior se encuentran reproducidos los Apóstoles; unos fáciles
de reconocer por los atributos que portan o por la presencia de alguna
inscripción y otros más difíciles de personificar al no estar muy
caracterizados.
A San Pedro se
le caracteriza como un santo -sobre su cabeza lleva el nimbo-, con tonsura,
corta barba, cabello grisáceo, vestido con un manteo blanco y un hábito rojo.
En sus manos soporta un libro -símbolo de sus Epístolas-, y dos largas llaves que
aluden a la Iglesia y atributo característico suyo.
A la izquierda
de la tabica donde se ha representado a Jesucristo figura un santo, con tonsura
y nimbo, vestido con un manteo rojo sobre una saya oscura. Si bien no muestra
ningún atributo específico se considera se trata de San Juan Evangelista pues
suele representarse como joven e imberbe, y, como "discípulo amado",
aparece con frecuencia a la izquierda de Cristo.
Santiago de la
Vorágine en "La leyenda dorada" cuenta que san Bartolomé, tras
liberar a la hija del rey Polimio del demonio le presentó encadenado al pueblo
consiguiendo la conversión del rey y de muchos de sus súbditos. Junto a la
tabica donde aparece san Pedro se ha representado a san Bartolomé vestido con
un manteo blanco adornado con florecillas rojas y tocado con bonete. En sus
manos lleva dos cuchillos -alusión a su martirio-, el libro -característico de
los Apóstoles-, y el extremo de una cadena con la que sujeta al diablo; a éste
se le muestra caracterizado como un animal con dos blancos cuernos, dientes
acentuados, rabudo, y con sus patas traseras cubiertas por una faldilla de
flecos que probablemente aparenten el vello del animal.
Las
identificaciones iconográficas, casi 600 años después de ser realizadas las
pinturas, no son fáciles ni aún tratándose de los Apóstoles. Así, para Mª Luisa
Concejo, a Santiago el Menor se le identifica por una filacteria que sujeta con
una mano y donde en letras góticas figura escrito "ZANTAJA". Para Agustín Gómez en la tabica se ha
representado a san Mateo "con
filacteria con su nombre al revés", opinión que parece compartir Juan
José Calzada, para el que San Mateo "Aquí
sólo es reconocible por nosotros porque viene su nombre en la filacteria". El santo -lleva nimbo-, y viste manteo azul
sobre saya oscura.
Más fácil
parece ser la identificación de san Pablo. Se cubre con un manteo negro y una saya
roja y con sus manos sujeta una larga espada -símbolo de su martirio, pues se
considera fue decapitado-, y el libro que caracteriza a los Apóstoles (si bien
propiamente no lo fue se le asocia con frecuencia al colegio apostólico).
A santo Tomás
-el apóstol incrédulo-, se le reconoce por el cinturón que lleva entre sus
manos. Según la leyenda, como Tomás no creía en la resurrección de la Virgen,
esta, mientras ascendía a los cielos dejó caer en sus manos su cinturón; de lo
conocida que era esta tradición da cuenta lo frecuente de esta iconografía:
así, p.e., en el Museo de Bellas Artes de Bilbao se conserva una tabla,
realizada en fechas próximas a la decoración de la techumbre de San Nicolás de
Bari de Sinovas, atribuida al taller aragonés de Blasco de Grañén que presenta
el momento de la entrega del cinturón.
A veces los
pintores no estaban muy versados en asuntos iconográficos -o no tenían cerca
quien les asesorase-, y debían recurrir a pequeños matices para diferenciar a
los santos. Es el caso de cuatro personajes representados en Sinovas, tres de
ellos con manteos oscuros -quizás granate-, hábito grisáceo, nimbo y libro; muy
probablemente aluden a san Felipe, San Judas Tadeo o Santiago el Menor, san
Marcos y san Simón. Quizás, o las tablas se perdieron, o hubo algún despiste y
se olvidaron de un Apóstol y de un Evangelista. A san Marcos se le identifica
porque tras es él aparece escrito en tres fragmentos SAN-MAR-COS; a san Felipe
porque, al igual que a san Juan, se le suele caracterizar como imberbe, y
a san Judas Tadeo o Santiago el Menor
porque son los que faltan por identificar. San Simón lleva invertidos los
colores de hábito y manteo, y una inscripción que hay tras él le identifica
A san Andrés se
le describe con su atributo tradicional: la cruz en forma de aspa que sujeta
entre sus manos. Viste manteo rojo sobre habito gris claro.
A Santiago el
Mayor se le reconoce por la pequeña concha blanca que adorna su sombrero y por
el bastón o báculo que sujeta con su mano derecha. Viste hábito gris y casulla
anaranjada.
[Permítaseme un
inciso. Convendría reclamar a la Junta de Castilla y León, y en particular a
Patrimonio, una limpieza urgente de la techumbre; evitaría quizás su pérdida y
permitiría a los turistas, y a los fieles, su correcta contemplación. En la
composición adjunta hay quince años de separación entre las dos fotografías; se
ve que recientemente alguien con buena intención ha intentado su limpieza
consiguiendo retornar el color original, pero con desplazamiento de la tablilla].
En las pinturas de la techumbre
de la iglesia de Sinovas figuran un gran número de mujeres -doce en un primer
recuento-, que llevan una palma en la mano y se tocan con una corona. Escribía
Emile Mâle que en las representaciones del Juicio final en las catedrales
góticas francesas no falta la escena de los ángeles entregando las coronas a
los elegidos a la entrada del cielo: "Los
elegidos caminan, ..., vestidos con los mismos trajes que llevaron en este
mundo; pero unos ángeles situados a la puerta del cielo se disponen a
adornarles con una insignia real. Llevan coronas que colocan sobre la cabeza de
cada uno de los que franquean el umbral. ... Una tradición tan constante no
puede explicarse sino por un texto. Y, en efecto, leemos en el Apocalipsis:
"Se fiel hasta la muerte y te daré la corona de la vida"". La
palma es el símbolo de la mártir por excelencia.
Las imágenes de las mujeres con coronas sobre la cabeza y una palma en la
mano en la techumbre de la iglesia de san Nicolás de Bari probablemente hagan
alusión a santas que se consideran fueron vírgenes y mártires. Muy cerca de
Sinovas existió un monasterio -derruido en el siglo XIX-, en cierta época cisterciense, a cuyo abad don Pedro le envió Fernando III en 1223 a Alemania; se
desconoce con exactitud el motivo de su misión pero por una "Auténtica del arzobispo Engelberto de
Colonia a don Pedro, abad cisterciense-morimundense del monasterio de San Pedro
de Gumiel de Izán" se sabe que las primeras reliquias de las "Once mil Vírgenes" llegadas a
España lo hicieron al monasterio, ahora desaparecido, y entonces situado
cercano al término de Sinovas.
Dice así un
fragmento de la "Auténtica"
en traducción de Jaime Ferreiro: "Engilberto,
Arzobispo por ordenación divina de la Santa Iglesia de Colonia, a todos los
fieles cristianos a quienes el presente escrito fuere mostrado, ...Don Pedro,
Abad de San Pedro de Gumiel de la Orden del Cister, varón diligente y venerable
religioso, viniendo a la ciudad de Colonia por negocios del rey de Castilla y
de su reino, y depositando toda su confianza en los merecimientos de los
Santos, anduvo por muchas iglesias de nuestro Obispado. ... Y considerando con
clarividente fe los beneficios inestimables de muchos de nuestros santos -
principalmente de los tres Reyes Magos; de las Once mil Vírgenes, que
confesando el nombre de Cristo fueron inmoladas por Atila; ...-, ...lleno de fe
y por instancia nuestra, obtuvo de diferentes iglesias de nuestra diócesis ...
reliquias de diversos santos. A saber: ... De la "iglesia de las Santas
Vírgenes": reliquias de estas vírgenes y el cuerpo de una de ellas. ... Y
así por el presente escrito, ..., damos testimonio de verdad acerca de las
dichas reliquias que le fueron otorgadas al dicho Abad don Pedro, para que las
lleve a su patria y la defiendan de los enemigos, y por ellas se dilate el
culto y veneración de nuestros Santos, ...". El texto de esta "Auténtica", en latín, se conserva
en un códice de la catedral de Burgo de Osma (diócesis a la que pertenecía
Sinovas) -Cod. 142, fol 61v y 62r-, y una traducción en romance en el Archivo
Histórico Nacional Sec. Clero-Gumiel, carp. 230, nº.19.
El arzobispo
Engelberto debió perseverar en Cîteaux para que la veneración de las vírgenes
de Colonia fuera reconocida y respetada en toda la Orden, y así el Capítulo
General, en 1220, acordó la celebración el 21 de octubre de una fiesta anual
conmemorativa de las Once mil Vírgenes. Manrique, en los "Anales Cistercienses" señala:
"Desde entonces [desde el
regreso del abad al monasterio] es
célebre el sagrario de San Pedro [del monasterio de Gumiel de Izán], porque a pesar de los muchos fragmentos de
reliquias, y no precisamente exiguos que se repartieron por toda España,
continúa casi integro hasta hoy, verdaderamente inagotable e inagotado".
Y Jaime Ferreiro añade: "De la
importancia que tuvieron estas reliquias en el posterior desarrollo del
monasterio de S. Pedro de Gumiel nos informa ... una carta de indulgencia
[año 1345] encabezada por un arzobispo y
once obispos, en virtud de la cual cada uno de ellos concedía cuarenta días de
remisión de penas a aquellos que generosamente ofreciesen lámparas y ornamentos
con destino al embellecimiento del templo de dicho monasterio, o a los que
donaran o hicieran donar,... oro, plata, vestidos, libros, cálices o cualquiera
otra cosa necesaria al monasterio, y extendía la misma gracia a todos los
fieles que devotamente visitasen y honrasen las muchas reliquias, o les
hicieran ofrendas". Parte de estos fragmentos se conservan en
relicarios guardados en la iglesia parroquial de Gumiel de Izán -p.e. en la capilla del
Baptisterio-, a donde se trasladaron en 1810 por miedo a que fueran dañados
por los soldados franceses.
La
historia de "Las Once mil vírgenes"
se difundió por toda Europa con "La
Leyenda Dorada" de Santiago de la Vorágine confeccionada entre 1263 y
1274. Su punto de partida es un texto latino -de finales del siglo IV o
comienzos del V -, que aún se conserva en una lápida situada en la iglesia de
Santa Úrsula de Colonia y conocido como la inscripción de Clematio: "... acuciado por ... las celestes vírgenes que
así le instaban ... , Clematio, ... viniendo del Oriente ..., reedificó desde
los cimientos, en el mismo lugar ... esta basílica ... este lugar donde las
santas vírgenes derramaron su sangre en nombre de Cristo, ...". Al
parecer Clematio había ido a Colonia con el objetivo de restaurar el santuario
y renovar el culto de las santas mártires que, muy probablemente, había caído
en el olvido. Se desconoce cuando tuvo lugar el martirio que cita la lápida; en
el siglo X se le situaba durante la invasión de Atila con los hunos (434-453) y
en la segunda mitad del XII en la época del emperador Maximino (235-238). En el
siglo IX el silencio en que había caído el culto de estas vírgenes de Colonia
desaparece al ser citadas en diversos documentos, aunque muchas de las fuentes no indican ninguno de sus nombres
(los primeros en aparecer son Saula y Marta); su número oscila entre once, dos
o indeterminado. En el códice 45 de la catedral de Colonia, años 946 a 962, se
alcanza el número de once: Martha, Saula, ... Pinnosa, Ursola, ..., Palladia,
Saturia, y el calendario del Sacramental de Düsseldorf D2, del último cuarto
del siglo X, reproduce en la fiesta del 21 de octubre los mismos nombres pero
pone ya a Úrsula en primer lugar: "s.
Hilarionis et sanctarum XI virg (inum) Ursulae ...".
En el
siglo X el número de las once mil vírgenes se consolida relegando a las once,
cuyos nombres, salvo Pinnosa y Úrsula, se pierden. Para Jaime Ferreiro "llama la atención la manera como aparece su
número en las fuentes, no de una vez, sino en forma de adiciones sucesivas...
Sobre los dos de Saula y Martha, ..., se irían añadiendo los otros nombres
posteriores. Estas adiciones pueden haber surgido de equivocadas lecturas de
inscripciones sepulcrales", pues no se debe olvidar que la basílica de
Santa Úrsula en Colonia estaba construida sobre una necrópolis romana. ¿Cómo se
produjo el paso de once a once mil?; se han supuesto ingeniosas hipótesis, si
bien las dos más probables son las que apunta Ferreiro: "un mal entendido de la tradición escrita
basada en el reducido número de once... desde la época romana había también el
procedimiento de multiplicar un número por mil mediante una rayita encima. Esta
costumbre siguió en práctica en la Edad Media, junto con otras formas, ..., Pero
... la raya sobre los números romanos no designaba tan sólo la multiplicación
por mil, sino que servía también para destacar o distinguir dichos números con
el objeto de no confundirlos con las letras contiguas" o asimismo
"pudo tratarse también de una
multiplicación consciente de las primitivas mártires con propósito deliberado:
el incremento de poderío e influencia de los prelados de Colonia mediante la
creación de un cuantioso depósito de reliquias. ... Pero trátese de una lectura
errónea o de una consciente falsificación, el caso es que el número de las once
mil fue bien recibido e interesadamente conservado".
Y
continuaba Ferreiro: "... esta cifra
fabulosa, una vez admitida y puesta en circulación, dio pie inmediato a la
formación de la leyenda. El incentivo por conocer las circunstancias y
particularidades del martirio, la procedencia de las vírgenes, su condición
etcétera, irá haciendo surgir los elementos necesarios para su posterior y
definitiva configuración". Juan Carlos Rojo sugiere que aunque desconocemos
el autor o autores de las pinturas de la techumbre de la iglesia de san Nicolás
de Bari debe buscarse en los monasterios de la época en los que se investigaba
la perfección en el dibujo y la técnica en los colores. En ellos se conocía "la temática religiosa, mitológica y de
leyendas populares y se intentan sacar conclusiones morales a la misma. Dada la
galería de monjes que aparecen ... en las distintas tablas ... de esta techumbre sería tentador insinuar que
fue ... a ellos a los que se debió dicha obra". Por eso tampoco nos debe
extrañar que gran parte de los motivos religiosos reflejados en ellas aludan
a algunas de las reliquias conservadas
en ellos y en particular en el desaparecido monasterio de San Pedro de Gumiel
de Izán.
A
partir del último tercio del siglo X Úrsula empezará a ser nombrada la primera
entre las once mil vírgenes. Conocemos la "primera Passio Ursulae" por seis manuscritos escritos entre los siglos
XI y XVII aunque su redacción sea algo anterior; dice así parte del relato
según resumen recogido por Ferreiro: "En
tiempos muy remotos hubo en Bretaña un rey piadoso cuyo nombre cayó en el
olvido por la incuria de los años. Tenía el rey una hija llamada Úrsula
conocida por su virtud y hermosura,... Pero un rey pagano muy poderoso, ..., la
codició para dársela a un joven hijo suyo. Una negativa a la petición de un
tirano tan prepotente hubiera significado la guerra. Y así Úrsula, por
inspiración divina, aparentó aceptar la propuesta de matrimonio., con la
condición de que se le otorgara un plazo de tres años, durante el cual su
prometido se haría instruir en la fe cristiana. Por su parte Úrsula recibiría
diez compañeras de su misma edad y nobleza, y cada una de ellas se presentaría
con una nave y un séquito de mil doncellas. ...".
"... rumbo a Colonia, ... un ángel se le
apareció de noche a Úrsula y le reveló el destino...: irían en peregrinación a
Roma y de regreso recibirían el martirio en Colonia. ... Roma. Transcurridos
algunos días rezando sobre la tumba de los Apóstoles ... y ... continuaron
viaje a Colonia... La ciudad se encontraba ... asediada por los hunos, los
cuales cayeron sobre ellas y las degollaron. Úrsula, sin sospechar nada de la
matanza de sus compañeras, fue la última en saltar a tierra. El príncipe de los
hunos al descubrirla quedó prendado de su belleza, pero cuando se vió rechazado
en sus deseos ordenó que la derribaran con una flecha. Luego, ... los bárbaros
... creyeron ver once legiones de guerreros armados, y ... se dieron a la fuga.
De esta manera, por el martirio de las vírgenes, los habitantes de Colonia se
vieron libres de asedio, y al salir fuera de la ciudad encontraron los cuerpos
de las santas y les dieron piadosa sepultura". Así, hacia 975, recibieron las mártires de Colonia encabezadas por Úrsula su primera leyenda.
La
construcción de un nuevo foso de protección de la ciudad de Colonia en el año
1106 sacó a la luz cerca de las iglesias de San Cuniberto y Santa Úrsula una
necrópolis de época romana. Al descubrirse un gran número de sepulcros en la
proximidad de estas iglesias rápidamente se las relacionó con las tumbas de las
vírgenes seguidoras de Santa Úrsula, a pesar de que también aparecieron muchos
restos mortales de hombres y de niños. Escribe Ferreiro: "La fantasía, en estrecha colaboración con el
interés económico-religioso de Colonia, se pondrá inmediatamente a la tarea de
reestructurar la leyenda, para dar cabida en ella a este nuevo y vasto caudal
de reliquias. La exportación de reliquias era entonces, y lo siguió siendo aún
durante siglos uno de los medios para anudar relaciones entre ciudades y
pueblos, así como para asegurar cierta preponderancia frente a los demás. ... Y
efectivamente, desde Colonia salieron ... innumerables reliquias de estas
vírgenes e incluso cuerpos enteros (integra corpora)".
Un monje del
monasterio de Waulsort cuenta que en el informe de una "traslatio" a
su monasterio se habla de las visiones que tuvieron los encargados de
desenterrar los cuerpos cuando las exhumaciones de 1106; se les aparecieron dos
mujeres que les dijeron "Nosotros somos
de la sociedad de las once mil vírgenes que a nuestro alrededor reposan, y os
anunciaremos que pronto vais a encontrar a nuestro conductor el obispo, que en
medio de nosotras está enterrado". Y así ocurrió: junto a las
reliquias de ellas aparecieron las de un varón, al que se le señala el papel de
conductor y Obispo. A partir de 1106 se suceden los encuentros de supuestas
reliquias de las once mil vírgenes. En un manuscrito que contiene las "Revelationes titulorum vel nominum sanctorum
martirum et sanctarum virginum" preparado por un tal Teodorico para la
abadía benedictina de Deutz cercana a Colonia señala que con las vírgenes
venidas a Colonia para sufrir martirio, no sólo se encontraban varones, sino
que entre ellos había incluso un Papa y otros representantes del estado
eclesiástico (cardenales, obispos y capellanes) y seglar (reyes y duques).
Mediante "falsas inscripciones en las lápidas sepulcrales la historia de
las mártires fue ampliada y adornada hasta los límites más fantásticos y peregrinos"
(Ferreiro). Elisabeth de Schönau con su libro de revelaciones, "Liber
revelationum de sacro exercitu virginum Coloniensium", añadió junto a
Úrsula una multitud e adultos y adolescentes procedentes de la aristocracia,
tanto religiosa como seglar, que había ido a la muerte a fin de ganar la palma
del martirio; su texto tuvo un éxito extraordinario: era la época de la poesía
heroica y de las Cruzadas. Una "mezcla de la "Passio" y de las
"Revelaciones" pasaría al "Speculum historiale" de Vicente
de Beauvais y de aquí a "La Leyenda dorada" dos de los textos más
conocidos y más influyentes de la Edad Media.
[Se
adjunta fotografía de un fragmento de unas tablas sobre la leyenda de Santa
Úrsula realizadas hacia 1440 y que se conservan en el Museo Wallraf_Richartz de
Colonia]
El poder
milagroso, mágico, prodigioso, de los restos mortales de los santos se mostraba
en forma aleccionadora a los fieles, en su mayoría analfabetos, mediante los
sermones y las representaciones pictóricas (o escultóricas) de los milagros que
habían producido. Por eso no debe extrañar que en la proximidad de donde hubo
reliquias existiese la pertinente representación pictórica; es probablemente el
caso de la decoración conservada de la techumbre de la iglesia de san Nicolás
de Bari cercana al monasterio de San Pedro de Gumiel de Izán, primer lugar de
España que tuvo reliquias -traídas por su abad Don Pedro-, de las "Once
mil vírgenes" que acompañaron a santa Úrsula, según la leyenda, al
martirio.
BIBLIOGRAFIA.
-Juan Gabriel
Abad Zapatero y José Arranz Arranz, "Las Iglesias de Aranda", Burgos
1989.
-Juan José
Calzada, "Iconografía en el artesonado mudéjar de Sinovas " (Aranda de Duero), Burgos 2009.
-Jean
Chevalier, "Diccionario de los símbolos·, Barcelona 1993.
-Mª Luisa
Concejo Díez, "El arte mudéjar en Burgos y su provincia" (tesis
doctoral), Madrid 1999.
-Jaime Ferreiro
Alemparte, "La leyenda de las once mil vírgenes", Murcia 1991.
-Agustín Gómez
Gómez, "La techumbre mudejar de Sinovas", en "Biblioteca 17.
Estudio e Investigación", Aranda de Duero 2002.
-Pedro Lavado
Paradinas, "Techumbres mudéjares inéditas en Burgos", B.A.E.O.,
Madrid 1978.
-Emile Mâle,
"El gótico.La iconografía de la Edad Media y sus fuentes", Madrid
1986.
-Louis Réau,
"Iconografía del arte cristiano. Iconografía de los santos",
Barcelona 1997.
-Juan Carlos
Rojo Aceña, "Techumbre de la iglesia de San Nicolás en el barrio de
Sinovas", en "Biblioteca 3. Estudio e Investigación", Aranda de
Duero 1988.
-Silverio
Velasco Pérez, "Aranda. Memorias de mi Villa y de mi Parroquia",
Madrid 1925.
-Santiago de la
Vorágine, "La leyenda dorada", Madrid 2008.
-Joaquín Yarza
Luaces, "Problemas iconográficos de la techumbre de la catedral de
Teruel", en "El artesonado de la catedral de Teruel", Zaragoza
1981.
NOTAS.
-A pesar de la
Bibliografía aportada para la construcción del "post", la idea de
que muchas de las imágenes que se conservan
en la techumbre de Sinovas corresponden a la leyenda de "Santa Úrsula y las once mil vírgenes"
es una opinión puramente personal por lo que no tiene más valor que eso y no la
he visto formulada en lugar alguno. Además, la decoración de las tablas de
los faldones presenta también imágenes de otros asuntos religiosos como son
las de Cristo y el Colegio Apostólico; llama la atención la abundante presencia
de la alta jerarquía clerical -al menos 9 obispos y 10 cardenales-, y de la que
no he sido capaz de encontrar explicación.
-Jaime Ferreiro
escribía en el prólogo de su libro: " ...
las reliquias, por su fragmentabilidad casi ilimitada, asumieron a lo largo de
la Edad Media, ..., una especie de función bancaria semejante a la de nuestras
divisas actuales", y añadía "...se
comprenderá pronto su significación socioeconómica. Los templos y monasterios
eran tanto más ricos cuantas más reliquias atesoraban. Los analistas e
historiógrafos eclesiásticos de los siglos XVI y XVII, lo primero que reseñan
al describir las iglesias son las reliquias depositadas en bustos o hermas o en
otros relicarios llamados también lipsanotecas o hierotecas".