Sobre la
Sillería de coro de la Catedral de Zamora. (I)
(PRIMERA
PARTE)
La reja que cierra el espacio coral de la Catedral de Zamora
está organizada en dos cuerpos divididos en cinco calles. Sus barras, enteras o
abiertas en rombos o corazones, son lisas o retorcidas. La estructuración en
calles se realiza mediante pequeñas pilastras cuyas superficies van cubiertas
por chapa de hierro ornamentada con motivos goticistas. La calle central se
abre en dos puertas construidas con diez barras y dos barrotes entorchados que
hacen de goznes.
El espacio donde se aloja la sillería coral es un lugar
aislado de los fieles por todo tipo de cerramientos (reja , muros y trascoro).
Está limitado a los miembros del coro; y, quizás por eso, el programa
iconográfico que se desarrolla en la sillería fue pensado para los ojos de los
clérigos y no para los de los fieles, que en principio no podían, ni
habitualmente pueden, acceder a esta zona.
1. HERÁLDICA.
Sentarse en una silla del coro suponía un gran honor, y la
ubicación de la silla en el espacio coral, -o sentarse antes o después-, era un
motivo de honra. Además, a la posesión de un cargo se unía la designación y la
posesión de la silla.
La toma de posesión de cualquier cargo iba unida a la
ceremonia inmediata de arrojar monedas. En la puerta de la reja del coro el
chantre, u otra persona que le sustituyese, tomaba de la mano al que iba a
tomar posesión de la silla y le acompañaba hasta ella sentándole en señal de
tomar el cargo en forma pacífica; a continuación, los asistentes arrojaban
monedas normalmente de cobre (para el Obispo o el Deán podían ser de plata). En
el informe oficial de la toma de posesión se reflejaba si estas monedas habían
sido abundantes, escasas o especialmente pobres (“derramó algunas monedas de
cobre”).
Isabel Mateo señala que los escudos en blanco tallados en
las misericordias, sostenidos unas veces por animales y otras por figuras
humanas, además de su carácter puramente decorativo, podían aludir a los
apellidos o caracteres personales de los canónigos que utilizaban el coro, sin
olvidar la posibilidad de la caricatura.
Por el contrario el escudo del obispo Meléndez Valdés, con remate de tocado y borlas de obispo, (del tipo partido dimidiado, azur con flores de lis doradas, y gules con losa de azur y estrellas), aparece tallado, a veces incluso policromado, en diversos lugares al igual que
lo hace el escudo del cabildo (un cordero sosteniendo el lábaro).
2. PECADOS Y VICIOS.
Como dice Aristótiles, cosa es verdadera:
El mundo por dos cosas trabaja: la primera,
Por aver mantenençia; la otra cosa era
Por aver juntamiento con fenbra plazentera.
Arcipreste de Hita, “Libro del Buen Amor”.
El hombre medieval estaba obsesionado por el pecado; pecados
que en su práctica social se convertían en vicios.
Entre los temas profanos que encontramos representados en
las sillas del coro hay una amplia colección relativa a los pecados más
habituales entre el clero; pecados como la lujuria o el comportamiento
indecoroso son los que aparecen con más frecuencia.
El tema de las relaciones íntimas, -amorosas o sexuales-, entre eclesiásticos y mujeres fue uno de los que en mayor número de ocasiones resultó objeto de atención en los Sínodos y en las actas de las visitas pastorales. El asunto venía de lejos; así, la carta que el legado pontificio Juan de Abbeville dirigió al Papa Gregorio IX en la que le manifestaba la creencia de que en Castilla se podía poner fin a algunos vicios del clero, pero no así en lo referente a su especial "pasión por las mujeres", sin duda, el "vicio" más acusado de nuestros eclesiásticos.
La costumbre de frecuentar los baños públicos continuó durante la Edad Media aunque empezaron a ser considerados como lugares no muy recomendables; no obstante, surgió un nuevo tipo de baño junto a los baños para mujeres o los baños para hombres, los baños mixtos (para ambos sexos juntos).
Una de las imágenes medievales más frecuentes para representar el pecado de lujuria es la que muestra a una mujer cabalgando sobre un hombre, inspirado en el Lai - una narración corta de carácter humorístico y de carga burlesca y erótica que gozó entonces de gran popularidad-, de Philis y Aristóteles, escrita por Henri de Valenciennes en base a una leyenda oriental.
La costumbre de frecuentar los baños públicos continuó durante la Edad Media aunque empezaron a ser considerados como lugares no muy recomendables; no obstante, surgió un nuevo tipo de baño junto a los baños para mujeres o los baños para hombres, los baños mixtos (para ambos sexos juntos).
Una de las imágenes medievales más frecuentes para representar el pecado de lujuria es la que muestra a una mujer cabalgando sobre un hombre, inspirado en el Lai - una narración corta de carácter humorístico y de carga burlesca y erótica que gozó entonces de gran popularidad-, de Philis y Aristóteles, escrita por Henri de Valenciennes en base a una leyenda oriental.
El emperador Alejandro, encontrándose en las campañas de
Oriente, conoció a la cortesana Philis, de la que se enamoró perdidamente
poniendo en peligro la buena marcha de la guerra. Percatado su maestro
Aristóteles, amonestó a su discípulo y le previno contra los peligros de esta
clase de gozos, persuadiéndole a romper sus relaciones con Philis. Despechada
ésta, decidió seducir al filósofo en presencia del discípulo, lográndolo una
mañana; al expresar Aristóteles estar dispuesto a hacer lo que le exigiera a
cambio de sus favores, ella le pidió que se dejara ensillar como un caballo y
la paseara por el jardin sobre sus espaldas. Alejandro, al verle de ese modo,
reprochó a su maestro el comportamiento, a lo que este le respondió:
“Desconfiad del amor, que si de un viejo filósofo puede hacer un loco, a qué
extremo no puede conducir a un joven príncipe”.
Años después, Jacques de Vitry, entonces obispo de Acre,
transformó la historia con una nueva versión a la que dotó de un fuerte
contenido moral. Filis ya no era una cortesana, sino la esposa de Alejandro; de
esta manera el engaño no era sino la expresión de la perfidia y maldad de las
mujeres. La Iglesia, entonces muy ligada a las enseñanzas de Aristóteles,
transformó de esta manera la historia dotándola de una nueva moraleja que no
era sino que la única filosofía válida era la que preparaba para la muerte.
La reputación de las monjas en la Edad Media también fue
atacada, -aunque en menor medida que la de los frailes-, como muestra la
anterior misericordia. “De la monja y sus amores/Dios nos guarde,/porque llegan
sus amores/mal y tarde” (“Cartapacio” de Morán de la Estrella). Que de la
expulsión del Paraiso la única culpable había sido Eva fue una idea que se
repitió con frecuencia en los sermones seguramente con la idea de que los
monjes la asociaran al verla con el diablo.
En dos misericordias se trata de la denominada “solicitación
durante la confesión”, en la que el clérigo introduce una de sus manos bajo la
falda de la mujer en presencia de una criada. Muy expresivos son los versos del
Arcipreste de Hita: “Acabada la misa, rezas tambyén la sesta, / Ca la vieja
te tiene a tu amiga presta”.
Los Sínodos diocesanos insisten en las formas que debían
adoptar clérigos y laicos siempre que se hallasen en el interior del templo,
pues las actitudes de los eclesiásticos distaron en numerosas ocasiones de ser
las más adecuadas. Por ello no dejaron de repetir disposiciones encaminadas a
frenar todo tipo de irregularidades perpetradas en ellos.
Por ejemplo, en el Synodicon Hispanum, vol.IV, en relación
con el de Salamanca de 1451, al hablar de los abusos perpetrados en las
vigilias nocturnas se dice que clérigos, legos, hombres y mujeres practican “so
titulo de devoçion muchos malefiçios e escesos, espeçialmente fornicaciones … e
fazen muchos comeres e beveres e dizen muchos cantares seglares e otros
aspectos desonestos, e danças e bailes e otras muchas cosas inonestas”.
La sillería de la catedral recoge diversas formas de
representar la lujuria. En unas se alude a la costumbre extendida entonces
entre los religiosos, de tener en sus casas barraganas o “mancebas públicas”,
con las que cohabitaban y con las que, a menudo, tenían hijos. Normalmente la
lujuria aparece representada por la mujer, bien como gustadora, bien como incitadora
de tal vicio y la forma de presentar la idea, aparte de muy abundante, es muy
variada.
En una misericordia una mujer joven, recostada sobre unos
cojines, muestra sus partes a un hombre. Parte de la talla está mutilada por lo
que desconocemos qué hacía el hombre con su mano derecha. Isabel Mateo
relaciona la misericordia con un pasaje de la Carajicomedia (poema de principios del siglo XVI,
-con un mensaje feroz y obsceno sobre la sociedad, la política y la moralidad
de la época-, en el que un anciano e impotente, Diego Fajardo, intenta recobrar
su perdida virilidad visitando los más famosos prostíbulos de Castilla y que al
final fallece ante la insaciable voracidad femenina): “Y todas las putas de
esta escritura /viéndome solo, arrecho y seguro, /alçan sus faldas, mas yo no
me curo”.
Las “vigilias” en torno a las fiestas a los
santos patronos de la localidad o de los oficios, inicialmente alentadas por la
Iglesia como manifestación de religiosidad popular terminaron siendo objeto de
preocupación para la jerarquía eclesiástica. Las denuncias sobre el hecho de
que la noche anterior a la fiesta patronal se reunían en estas vigílias en las
iglesias clérigos y laicos para cantar canciones profanas, comer, bailar, e
incluso fornicar fueron contínuas en los sínodos. Así, en el de Salamanca de
1451, al hablar de los abusos perpetrados en las vigilias nocturnas se dice que
clérigos, legos, hombres y mujeres practican “so título de devoçión muchos
malefiçios e escesos, especialmente fornicaciones (…) e fazen muchos comeres e
beveres e dizen muchos cantares seglares e otros actos desonestos, e danças e
bailes e otras muchas cosas inonestas” (pág. 314-315, Synodicon Hispanum, vol. IV). Una
misericordia de la sillería nos muestra a un clerigo mirando bajo las faldas de
una mujer con la representación simbólica de la iglesia trás él.
Otra forma de representar la lujuria es, para Isabel Mateo (
basándose en la obra de Bond, “Wood carvings in English Churches. II:
Misericords”, Oxford 1910), la de una escena que presenta a dos mujeres y un
hombre sentados alrededor de un fuego sobre el que pende un puchero del que
come el hombre, mientras que una de las mujeres, la falda remangada hasta las
rodillas, se calienta las piernas. Según Bond, el que una mujer se caliente las
piernas con las faldas levantadas hasta las rodillas significa el deseo de
despertar la lujuria en el hombre. Aunque la historiadora duda si no se trata
de una sencilla escena familiar.
Otras misericordias relacionadas con la lujuria son del tipo
en la que uno o más animales huelen el trasero de un hombre que vuelto de
espaldas levanta sus ropas hasta la cintura; los animales representados son
personificaciones habituales de este vicio, aunque es dificil precisar la
aberración que la escena quiere indicar.
Los “bufones” o “locos” eran algo más que personajes cómicos
encargados de divertir a reyes y cortesanos; representaban cualquier aspecto de
la locura humana en su significación moral.
La “Nave de los necios o de los Locos” (Stultifera Navis) es una obra satírica, publicada en
1494, escrita por Sebastian Brandt, y compuesta por una serie de cuadros
críticos, -un grupo de locos viajando en barco hacia la tierra de los tontos-,
acompañados cada uno con un grabado; tomando como punto de partida las palabras
del predicador “Stultorum numerus est infinitus”, censura los vicios de su
época a partir de la denuncia de distintos tipos de necedad realizando una
velada crítica de la Iglesia de la época. Inspiró infinidad de grabados que se
difundieron rápidamente por Europa, se utilizaron de modelos para muchas tallas
y nos han servido como documentos de las costumbres de entonces. A pesar de su
variedad, estos locos, cubiertos con una capucha con orejas de asno (alusión a
la poca inteligencia de este animal), presentan cierto parentesco como rostros
duros, rictus simiesco, o narices dilatadas. Los “bufones”, “locos” o “fous”
eran la representación de todos los vicios.
En una misericordia unas mujeres se dedican a su aseo
personal lavándose las piernas. Para Isabel Mateo, escenas de este tipo es
frecuente encontrarlas en miniaturas y grabados de la época, unas veces
aludiendo, sencillamente,a la práctica de la higiene en el ámbito doméstico y
otras al excesivo deseo de la mujer por cuidar su cuerpo como medio para atraer
al hombre, relacionándolo con la voluptuosidad y la soberbia.
En el pecado de la gula se incluye no sólo el ansia por
comer, sino también la excesiva afición a la bebida. El beber en exceso era
estímulo para otros pecados como la lujuria o la ira. “Qui escoge ser embriago,
/Cay en todo pecado”, “Libro de los Enxemplos” en “EBRIETAS PLURA VITIA INDUCIT”.
Y en este sentido es significativa la misericordia en que
dos bebedores luchan por un pellejo de vino.
Como medio de moralizar a los clérigos, los verdaderos
usuarios del espacio coral, una misericordia de la sillería de la Catedral de
Zamora nos presenta a un hombre piadoso rezando, con las manos juntas, a la
puerta de una iglesia. Se trata de ayudar en la enseñanza de los clérigos no
sólo con la fealdad realista del pecado o del vicio sino también con el ejemplo
piadoso y la incitación a la oración.
También en este sentido, en otra misericordia se
nos muestra a un monje absolviendo a una mujer.
No es dificil imaginar que un número importante
de eclesiásticos llevaron una vida honesta, acorde con su dignidad y su
vocación.
Si bien existieron clérigos que fueron paradigmas
de los vicios y defectos clericales, tal y como nos muestran los textos de las
visitas pastorales o de los sínodos que han llegado hasta nosotros (en los
sínodos nunca se intentó minimizar la responsabilidad de los eclesiásticos
pecadores). Un cura muy, muy, especial debió ser el de Val de San Pedro, a
quien sus feligreses acusaron de todos, o casi todos, los vicios y pecados posibles
ante el vicario visitador en 1442, según cuenta Bartolomé Herrero en “Una
visita pastoral a la diócesis de Segovia durante los año 1446 y 1447"
“Fallóse el clérigo que era público
concubinario, e jugador de dados, e asiduo de las tavernas (…) e rebolvedor en
el concejo, e que continúa trae armas espada e punnal o vallesta e aljava, e
rropas sobre la rodilla e quasi insensato juguetir se a andar de cabeça piernas
altas e otras pruevas inhonestas, e salir de noche por el aldea apregonando a
bozes altas -“sal a vender e vinagre”-, e que non disse misa salvo los domingos
e que pasan muchas fiestas de Apóstoles e de Santa María que non disse misa”.
BIBLIOGRAFÍA.
-Anónimo, "Cancionero. De obras de burlas provocantes a risa".
-Ana Arranz
Guzmán, “Amores desordenados y otros pecadillos del clero”, en Pecar en la
Edad Media, Silex
Universidad, Madrid 2008.
-Bonifacio Bartolomé Herrero, "Una visita pastoral a la diócesis de Segovia durante los años 1446 y 1447", rev. "En la España Medieval" nº. 18, Madrid 1995.
-Bonifacio Bartolomé Herrero, "Una visita pastoral a la diócesis de Segovia durante los años 1446 y 1447", rev. "En la España Medieval" nº. 18, Madrid 1995.
-Javier
Castán Lanaspa, Ficha nº. 23, Cat. exp. Remembranza, Las Edades del Hombre, Zamora 2001
-Amelia
Gallego de Miguel, Ficha nº. 24, Cat. exp. Remembranza, Las Edades del Hombre, Zamora 2001.
-Fernando
López-Ríos Fernández, “Arte y medicina en las misericordias de los coros
españoles”, JCyL, Salamanca 1991.
-Isabel
Mateo Gómez, “Temas profanos en la escultura gótica española. Las sillerías de
coro”, Madrid 1979.
-Guadalupe
Ramos de Castro, “La Catedral de Zamora”, Zamora 1982.
-Guadalupe
Ramos de Castro, Ficha nº. 22, Cat. exp. Remembranza, Las Edades del Hombre, Zamora 2001
-“Synodiicon
Hispanum”, A. García y García (direc.), BAC, Madrid 1981 a 1997.
- Mª
Dolores Teijeira Pablos, “”Vicio y ¿castigo? En las sillerías de coro: una
visión crítica del pecado en el tardogótico hispano”, Clio&Crimen nº7,
Durango 2010
-Mº Dolores
Teijeira Pablos, “Juan de Bruselas y la sillería coral de la Catedral de
Zamora”, Zamora 1996.
NOTA:
En el Museo nacional de escultura Colegio de San Gregorio (Valladolid) se exhibe una silla de coro realizada, por el maestro Rodrigo Alemán, para presidir el conjunto coral de la catedral de Plasencia en cuya misericordia se muestra a la cortesana Philis utilizando como cabalgadura al filósofo Aristóteles. Una prueba más de la popularidad del tema a finales del siglo XV.
(cont.)
En el Museo nacional de escultura Colegio de San Gregorio (Valladolid) se exhibe una silla de coro realizada, por el maestro Rodrigo Alemán, para presidir el conjunto coral de la catedral de Plasencia en cuya misericordia se muestra a la cortesana Philis utilizando como cabalgadura al filósofo Aristóteles. Una prueba más de la popularidad del tema a finales del siglo XV.
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