Sillería
del Monasterio de San Benito (Valladolid). (V)
(QUINTA PARTE)
Dice el Diccionario de la Real Academia Española en su vigésima segunda edición: “Ornamento: Adorno, compostura, atavío que hace vistosa alguna cosa”. Y se añade que, en plural, metafóricamente, significaría las “Cualidades y prendas morales de la persona, que la hacen más recomendable”.
Dice el Diccionario de la Real Academia Española en su vigésima segunda edición: “Ornamento: Adorno, compostura, atavío que hace vistosa alguna cosa”. Y se añade que, en plural, metafóricamente, significaría las “Cualidades y prendas morales de la persona, que la hacen más recomendable”.
4. PANELES
PROFANOS.
4. 2.
DOSELES SUPERIORES.
Ornamentar equivale a una
actividad como la de “crear imagen”; ornamentar significó también en el pasado
creación de imagen. La creación de imagen, tal
como la entendemos hoy, consiste en presentar de un modo atractivo y verosímil
las buenas cualidades de un sujeto, y en tiempos pasados al modo de “crear
imagen” se le asignaba la función de ornamentar, de presentar al sujeto y a sus
cosas de una forma adecuada.
El estalo del general de la
Orden de San Benito, único policromado, presenta las señas de identidad de su
abad, Fray Alonso de Toro, cuando la fecha de su terminación: dos toros en lucha
A finales del siglo XV los
Reyes Católicos auspiciaron en los monasterios benedictinos una reforma que
logró la reorganización de su gobierno; se creó una Congregación que agrupaba a
las casas de la Corona de Castilla y algunas de las de la Corona de Aragón.
Su centro fue el monasterio
vallisoletano conocido hoy como Monasterio de San Benito. Periódicamente se
reunían en él todos los abades para elegir al superior de la Congregación y
tratar asuntos relacionados con sus costumbres; por ello no es de extrañar que
en 1525 se acordase realizar una sillería para el coro, en donde cada
monasterio pagase y tuviera asignada una silla propia. En cada uno de los
sitiales altos figurarían el nombre del monasterio, un panel con la talla de su
titular o de su fundador o la de un personaje civil o religiosos relacionado
con él, y en el remate, sobre el dosel, su escudo, o el de su fundador, entre
pequeñas esculturas de bulto; la obra fue dirigida por Andrés de Nájera.
A partir de entonces, la
Congregación benedictina de Castilla convirtió la casa de Valladolid en un
influyente centro de poder . La federación de las distintas abadías y la
residencia de su general en el monasterio de San Benito el Real hizo del lugar
un centro de influencias, que reclamaba un ornato de carácter institucional. La
sillería coral, -al servicio tanto de las funciones litúrgicas como de las
reuniones capitulares mantenidas por todos los abades-, respondió, por tanto, a
un programa que reafirmaba la identidad de la orden, y que actuaba como
elemento propagandístico de su poder.
Dice Manuel Arias Martínez
en una de las Fichas del Museo
Nacional de Escultura relativas a
la sillería: “… en la sillería se
introduce plenamente un código ornamental fundamentado en las fuentes
renacentistas, con el uso de grutescos y decoración vegetal tomados de
compilaciones de origen clásico…”. Personalmente creo que la frase admite
ligerísimas matizaciones, ya que son más de 500 paneles diferentes, - de mayor
o menor dimensión-, los adornados con motivos renacentistas. Mi opinión es que
Andrés de Nájera comprendió la mecánica de construcción de la ornamentación
renacentista y la mayor parte de los diseños de la sillería son diseños
propios.
Si decorar es crear imagen,
contribuir a hacer recomendables a las personas, la tradición ofrece
eficacísimos recursos para lograrlo, si se saben utilizar. Los recursos con el
paso del tiempo se fueron acumulando y se extendían a todo tipo de objetos,
suscitando una gran unidad formal. El conjunto de los recursos, y los objetos
donde se han aplicando han compuesto un estilo.
Andrés de Nájera había
aprendido la técnica de creación de los llamados motivos renacentistas y fue el
creador de los de las sillerías de Santo Domingo de la Calzada, de los de la de
Valladolid y probablemente de los de la sillería de Burgos, no tomándolos de compilaciones
de origen clásico sino elaborándoles con la técnica adecuada a partir del
análisis de algunos grabados.
Los diseñadores
occidentales, -Andrés de Nájera fue ante todo un diseñador-, han creado un
sistema de dignificación con fórmulas eficaces y prestigiosas con patrones o
esquemas repetibles propios. Han prescindido casi del símbolo ( la manera más
sencilla de dignificar es añadir etiquetas) y han recreado las formas.
Más que los motivos
individuales, les ha importado el sentido del ritmo, que se ayuda con la
reiteración de curvas, la línea ondulante (doble curvatura), la espiral y la
voluta.
Los breves comentarios que
siguen sobre las fórmulas empleadas por Andrés de Nájera en la realización de
los motivos profanos de la sillería tan sólo pretenden ser una ayuda para
mejorar nuestra mirada, pues se trata de intentar eso, otra forma de mirar.
Las Molduras son los elementoss primarios del diseño clásico.
Obedecen a una necesidad de articular y acentuar los objetos; fundamentalmente
sirven para marcar la separación entre distintos cuerpos, para rematar un
volumen. No tienen una definición geométrica precisa, y la tradición aconseja
tratarlas a sentimiento.
Las molduras pueden enriquecerse. Y se enriquecen con pequeñas variantes de los mismos motivos, con frecuencia alternos, contrastantes, de fuerte relieve, y aptos para ser repetidos; entre ellos las cuentas, discos, husos, dardos, grecas , etc. Se ajustan a la sección de la moldura y subrayan su forma. Acostumbran a ser muy pequeños, pues se eligen para reforzar el efecto de la moldura, y no deben desempeñar ningún protagonismo; tienen que aceptar repetirse en una reiteración casi infinita normalmente con una alternancia de dos elementos contrastantes como delgado-grueso o romo-afilado.
Las molduras pueden enriquecerse. Y se enriquecen con pequeñas variantes de los mismos motivos, con frecuencia alternos, contrastantes, de fuerte relieve, y aptos para ser repetidos; entre ellos las cuentas, discos, husos, dardos, grecas , etc. Se ajustan a la sección de la moldura y subrayan su forma. Acostumbran a ser muy pequeños, pues se eligen para reforzar el efecto de la moldura, y no deben desempeñar ningún protagonismo; tienen que aceptar repetirse en una reiteración casi infinita normalmente con una alternancia de dos elementos contrastantes como delgado-grueso o romo-afilado.
En obras grandes, con gran
profusión de ornamentación, y en las composiciones rutinarias se acude en
general a alguna receta sencilla. Hay pocas reglas, como, quizás, disponer
algunas molduras o fajas claramente “dominantes”, de mayor altura, y contrastar
las molduras principales con otras menudas; simplemente se debe respetar la
función de cada moldura, y no colocar dos molduras juntas, sino separadas por
algún filete.
Los Paneles son la más elemental organización plana que puede
diseñarse con molduras para ornamentar una superficie. Las “cajas”, por ejemplo, son un acompañamiento habitual de la
arquitectura.
Las “cartelas”, pequeños marcos concebidos originalmente para
colocar inscripciones, pueden constituir muy bien el centro o polo de una
composición; se trata fundamentalmente de un marco pero de una escala menor por
lo que permite mayor soltura y se les puede dar el énfasis que se quiera;
distintos autores crearon estilos de cartelas diferentes.
La “tabula
ansata”, la tarjeta típica que utilizaban los antiguos romanos como marco de
inscripciones, que se usaba realmente en ceremonias (y se labraba después), es
el precedente de las tablas con la indicación "hic est chorus" que se colocaba en uno u otro brazo de las sillerías de coro para indicar cuál de las partes del coro llevaba la iniciativa en el canto.
El formato más común de los Paneles para la decoración es el rectangular. Es muy
sencillo resolver esta decoración estructurándola a partir de un Vaso, tecnica que se utilizó mucho en el renacimiento. Es
todo un género de ornamentación.
En general se trataba de
crear un encuadre que contuviese inscripciones, anagramas, símbolos, y muy
frecuentemente motivos heráldicos;
Los Paneles crean centros de interés, polos o nodos de la
superficie ornamentada. Son un recursos ornamental de primer orden. En los
edificios se colocan en el punto más señalado de las fachadas y en las
sillerías de coro son los soportes de los elementos decorativos.
Los vasos (o jarras) nos enseñan cómo articular un volumen; siendo
así posible considerar a las columnas clásicas como un género especial de
vasos.
Los vasos han servido como
acompañamiento o como uno de los mejores ornamentos. Necesitan de un sentido de
la forma, del dominio de las proporciones de cada cuerpo, de conocer la
importancia de la molduración, y de la incidencia del adorno.
Como regla general están
compuestos por un pequeño número de partes o formas. Normalmente estas son:
pie, cuerpo y boca; un asa, una tapa y un caño se añaden a veces. La parte más
importante es el cuerpo; la mayor parte de las veces determina la forma
fundamental del vaso.
En los vasos interesa sobre
todo la silueta general, el modo como se han preparado las bases, el
tratamiento del vientre y de lo que suele ser un friso, los hombros y la
culminación. Es facil percibir cómo se han articulado los vasos: se ha actuado
repetidamente con los efectos cornisa y friso.
Las molduras horizontales de
los vasos, con sus adornos, tienen un papel primordial, normalmente muy
repetidos, así como el uso imaginativo de las estrías y acanaladuras.
Para llenar algunas zonas un
recurso es la utilización de figuras o escenas, empleándose como nexo de
conexión los zarzillos de acanto o vegetales similares.
Los vasos ornamentales
romanos enseñan la lógica del enriquecimiento de los objetos en volumen o de la
estructuración de paneles cuya decoración se realiza en torno a un eje
vertical.
El vaso presenta claramente
dos partes: la base con su estrechamiento intermedio y la copa. Las dos partes
se articulan al comenzar y al terminar con algún acento especial. Las bases
suelen necesitar un pie o un zócalo cuadrado. La copa se divide a su vez en
dos, el cáliz y las paredes del vaso; la pared termina en un labio
sobresaliente, y entre ambas divisiones aparece alguna moldura.
Al estudiar los vasos se acostumbra a
diferenciar entre vasos griegos y romanos y dentro de estos entre urnas,
cráteras, ánforas, candelabros y otros (incluiría las cajas, arcas, tripodes, …). La consideración fundamental a la que se llega es que los diseñadores
romanos copiaron y enriquecieron estos diseños.
Aunque en los objetos más pequeños se permitió grandes libertades sus formas estuvieron influídas por las de los vasos monumentales.
Los Candelabros juegan un papel esencial en la ornamentación
renacentista; se les conoce con la voz italiana de candeleri y la ornamentación con ellos a candeleri. Se organizan en base a un eje central longitudinal
que articula motivos geométricos, vegetales e incluso antropomorfos; el eje
suele subrayarse acumulando en él una sucesión vertical de vasos.
El candelabro suele
utilizarse para vertebrar una decoración de zarcillos de acanto, ovas, seres
antropomorfos,etc. Imitan la decoración que apareció en la Domus Aurea por
aquella época.
Las Figuras, verosímiles o
fantásticas, y particularmente la figura humana, atraen la mirada antes que
cualquier otra forma: las insinuaciones zoomorficas o antropomórficas son muy
sobresalientes, su presencia se advierte en seguida; por eso los motivos que se
basan en ellas son muy eficaces en una composición ornamental. Con frecuencia,
su poder de atracción actúa de modo contraproducente: resulta dificil que no
adquieran algún tipo de significado.
Desde la antiguedad clásica
se ha empleado representaciones de pilas de armas, arrebatadas a los vencidos:
los trofeos. Estas representaciones reproducen composiciones auténticas que se
preparaban para los desfiles triunfales de los militares romanos; y algunas de
las más famosas están o estuvieron en arcos triunfales, y sirvieron como
sinónimo de victoria. La idea de trofeo ha sido trasladada a otras
combinaciones de símbolos no guerreros.
No debe olvidarse que el
renacimiento es una exaltación del mundo y del hombre.
La hoja de
acanto es el principal
ornamento del clasicismo. Se adapta a cualquier formato, tiene un fuerte atractivo visual, y es capaz de
mostrar una gran variedad. Además puede transfigurarse
en esquemas semejantes: experimentando todo género de metamorfosis vegetal o
animal. La “palmeta” posee el
mismo esquema básico por lo que es muy apta para ornamentar superficies. Más
aplicación han tenido las transformaciones que permite el zarzillo de acanto. El zarzillo con la ayuda de uniones zoomorficas y
ojos dionisíacos da lugar a animaciones: monstruos, medias figuras y máscaras. Los esquemas vegetalizados, son muy frecuentes, y por lo común no
se les asocia un significado específico: las rosetas, la corona de laurel, las
guirnaldas, los festones son empleados como componentes de la ornamentación.
En el lenguaje de imágenes
desarrollado en el sistema ornamental de San Benito hay que considerar, más que
los motivos que toma y desarrolla, la utilización que hace de los mismos. Así,
la metamorfosis vegetal en la que follaje natural, objetos artificiales o
figuras humanas son los ingredientes que se mezclan de acuerdo con ciertas
reglas denominados Principios y de los que quizás los más importantes son los
de forma y contraste.
Los doseles de la sillería
están realizados a partir de dibujos compuestos en base a los principios de
simetría y contraste buscando en nuestra percepción un efecto global de belleza
sin ningún otro objetivo ya que una de las condiciones absolutas para ser un
ornamento es el de ser accesorio. La gramática íntegra de la ornamentación de
los doseles consiste en contraste (o confrontación), repetición y formación de
series, siendo el ornamento el grupo y no las partes de las que está compuesto.
Si ornamentar es crear
imagen, contribuir a hacer recomendables a las personas, la sillería del
Monasterio de San Benito contribuyó a transmitir la creencia acerca de la
Congregación benedictina de Castilla como influyente centro de poder.
BIBLIOGRAFÍA.
-Manuel Arias Martínez,
fichas inventario “A198conjunto” en cer.es y CE0062 en "Museo San Gregorio
Ministerio de Cultura", ambas sin fecha.
-Ana Ávila, "Imágenes y
símbolos en la arquitectura pintada española (1470-1560)”, Barcelona 1993.
-José Fernández Arenas, "La decoración grutesca. Análisis de una forma", D'Art, Barcelona 1979.
-José Fernández Arenas, "La decoración grutesca. Análisis de una forma", D'Art, Barcelona 1979.
-Joaquín Lorda, “Classical
Architecture. The Grand Manner”, Escuela de Arquitectura, Universidad de
Navarra.
-José Martí y Monsó,
“Estudios histórico-artísticos relativos principalmente a Valladolid basados en
la investigación de diversos archivos”, Ed. facsimil Valladolid 1992.
-Franz Sales Meyer, "Handbook
of Ornament", New York 1849.
-Luis Rodriguez Martinez,
“Historia del monasterio de San Benito el Real de Valladolid", Valladolid 1981.
-Ernesto Zaragoza Pascual,
“La sillería de San Benito el Real de Valladolid”, separata de Nova et Vetera
1985.
-Ralph N. Wornum, "Analysis of Ornament. The characteristics of styles", Londres 1856.
-Ralph N. Wornum, "Analysis of Ornament. The characteristics of styles", Londres 1856.
NOTAS.
-Para la reacción de este post he seguido fundamentalmente las enseñanzas del profesor J. Lorda a sus alumnos de Arquitectura. Mi agradecimiento.
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