Sepulcro del Infante Alfonso
(Cartuja de Miraflores, Burgos).
(TERCERA PARTE)
II.IV. LAS
PILASTRAS LATERALES.
El diseño
general del monumento, que obedece al esquema sepulcro-retablo, repite la
fórmula tradicional de sepulcro adosado a un muro enmarcado por gruesos
contrafuertes. Los largos pilares que le limitan lateralmente se dividen en
tres tramos donde se sitúan pedestales para parejas de esculturas. De ellas
once son apóstoles y la otra representa a Juan Bautista; las cuatro figuras de
la parte superior son ligeramente más altas que las situadas en la parte
inferior Se ordenan de la siguiente manera:
El primero,
a la derecha y abajo, es Tomás, con antiparras y un tocado a modo de casco. Le
faltan las manos, con las que posiblemente sostenía un libro, y junto a un
brazo asoma la escuadra; algunos le consideran autorretrato de Gil de Siloe, o
al menos así le decían a Wethey los monjes que le sirvieron de guía.
Para el hombre occidental de la Edad Media los santos eran sobre todo intercesores y patronos. Si queremos aproximarnos a lo que fueron aquellos remotos años hay que saber que la mentalidad de sus gentes era muy distinta a la nuestra y por tanto sus creencias. Su necesidad de ayuda en las horas difíciles de la vida les hacían recurrir en su mente a un santo compasivo.
Para el hombre occidental de la Edad Media los santos eran sobre todo intercesores y patronos. Si queremos aproximarnos a lo que fueron aquellos remotos años hay que saber que la mentalidad de sus gentes era muy distinta a la nuestra y por tanto sus creencias. Su necesidad de ayuda en las horas difíciles de la vida les hacían recurrir en su mente a un santo compasivo.
Al lado de
Tomás figura Judas Tadeo; un escultura más convencional. Entre los santos más
representados en la Edad Media los apóstoles ocupan la primera fila. En la
época románica los apóstoles, generalmente, no tienen como atributo más que un
libro en sus manos; tan sólo San Pedro solía llevar las llaves. A los profetas,
como eran muchos se les dotó de una filacteria con algún texto que les
identificase para ayudar al pueblo a que pusiese el debido nombre a cada una de
las esculturas. A partir del siglo XIII, cuando se empezaron a situar a los
apóstoles a ambos lados de las portadas de las catedrales, se les dotó de un
tipo físico que representase su carácter, y se les añadió en sus manos el
instrumento de su suplicio; pero aún no se estaba de acuerdo sobre el tipo de
muerte que sufrió cada uno.
Su representación ha dado lugar a veces a identificaciones erróneas, confundiéndosele en especial con San Simón, por la variedad iconográfica que lo ha caracterizado; se le ha personificado con un mazo (útil con el que según la tradición católica sufrió martirio), con una espada o con una sierra.
Su representación ha dado lugar a veces a identificaciones erróneas, confundiéndosele en especial con San Simón, por la variedad iconográfica que lo ha caracterizado; se le ha personificado con un mazo (útil con el que según la tradición católica sufrió martirio), con una espada o con una sierra.
En el pilar
derecho, en el segundo nivel, figura Mateo; sujeta con su mano izquierda un
libro abierto y con la derecha la alabarda o hacha, uno de los atributos de su
iconografía. Se considera que fue muerto cuando estaba orando a filo de espada
o hacha por haberse opuesto al matrimonio del rey Hirciaco con su sobrina. En
otras ocasiones, cuando se le representa como Evangelista el atributo que le
acompaña es el de un ángel (como en el caso del sepulcro de Juan II).
La mayor parte de los historiadores de arte consideran que la realización del Apostolado fue trabajo de más de una mano con sus correspondientes formas de trabajar aún dentro del taller de Gil de Siloe. Sus diferencias pueden notarse especialmente en las anatomías, los tipos físicos y el tratamiento y plegado de las telas.
La mayor parte de los historiadores de arte consideran que la realización del Apostolado fue trabajo de más de una mano con sus correspondientes formas de trabajar aún dentro del taller de Gil de Siloe. Sus diferencias pueden notarse especialmente en las anatomías, los tipos físicos y el tratamiento y plegado de las telas.
Junto a
Mateo, en el segundo nivel, figura Felipe. Lleva en sus manos un libro
entreabierto y con el brazo izquierdo sujeta la cruz; de su cinturón cuelgan un
rosario, un cuchillo en su vaina y una bolsa. Cuenta la tradición que fue
crucificado trás haber sido lapidado; de ahí la cruz que sujeta con su brazo.
El esbozo de la personalidad de Felipe que dan los Evangelios viene a ser la de un hombre tímido, juicioso y algo ingenuo.
El esbozo de la personalidad de Felipe que dan los Evangelios viene a ser la de un hombre tímido, juicioso y algo ingenuo.
En el nivel
superior del pilar derecho figuran San Pedro y San Pablo. San Pedro, de barba
corta y rizada, lleva un libro, con el canto de sus hojas dorado, en la mano
derecha y con la izquierda sujeta las llaves; normalmente estas son dos, pero
en algunas ocasiones pueden aparecer tres o una sola como en este caso.
El arrugado
rostro, gastado por el paso del tiempo, se presenta con gran realismo. Conserva
restos de policromía -en la cara y en los ojos, en las manos donde se marcan
sus venas, y en el pelo, la barba, la llave y los bordes de su ropa-, siendo
las formas de la escultura, como las de las otras tres del nivel superior de
los dos pilares, muy diferentes del resto.
A San Pablo
le falta la mano derecha y la espada (tan sólo queda un pedacito de su punta y
una muesca sobre el manto donde descansaba). Su nombre procede del antiguo
cognomen latino Paulus, derivado del adjetivo "paulus", pequeño,
débil.
Su pelo,
barba, borde de su manto y botones de su ropa son dorados. Rostro, ojos, manos
y pies muestran trazas naturalistas de color; su pelo y barba, son más largos y
lisos que los de san Pedro. El forro de su túnica era azul.
En el otro
pilar o contrafuerte, el de la izquierda del sepulcro, en el nivel inferior
figuran Andrés y Bartolomé. San Andrés, calvo, de vigorosa cabeza, sostiene un
fragmento de la doble cruz, casi escondida por su manto, con la mano derecha;
sobre la cruz figura una roseta y debajo una elaborada letra A. Sostiene, con
la mano izquierda, un libro abierto que parece leer, y de su cinturón cuelga un
cuchillo enfundado.
Es, quizás, una de las mejores esculturas del conjunto, por el tratamiento de sus ropas con efectos de luces y sombras y por su aspecto físico, de cansada expresión de ensueño. El borde de su manto está cincelado en un diseño de rosas silvestres de largo tallo y su extremidad adornada con una doble hilera de piedras redondas.
Es, quizás, una de las mejores esculturas del conjunto, por el tratamiento de sus ropas con efectos de luces y sombras y por su aspecto físico, de cansada expresión de ensueño. El borde de su manto está cincelado en un diseño de rosas silvestres de largo tallo y su extremidad adornada con una doble hilera de piedras redondas.
Bartolomé
lleva larga barba y la cabeza adornada con numerosos rizos. Con su mano derecha
sujeta el cuchillo de su martirio, y bajo el brazo izquierdo un libro cerrado.
A sus pies, sujeto con su mano izquierda, el demonio encadenado. Pese al
desacuerdo con la tradición, se creyó que había sido desollado vivo, por lo que
como atributo iconográfico se le puso un cuchillo en su mano, y se le añadió el
demonio a sus pies; no obstante, lo del recurso al libro, como en la época
románica, siguió siendo eso, un recurso a no despreciar.
En el capítulo de la "Leyenda dorada" que trata de san Bartolomé un personaje, un ídolo llamado Berith, le describe de esta manera: "Es un hombre de estatura corriente, cabellos ensortijados y negros, tez blanca, ojos grandes, nariz recta y bien proporcionada, barba espesa y un poquito entrecana; va vestido con una túnica blanca ...". La escultura del apóstol que realizó Gil de Siloe para el sepulcro podría encajar en la descripción.
En el capítulo de la "Leyenda dorada" que trata de san Bartolomé un personaje, un ídolo llamado Berith, le describe de esta manera: "Es un hombre de estatura corriente, cabellos ensortijados y negros, tez blanca, ojos grandes, nariz recta y bien proporcionada, barba espesa y un poquito entrecana; va vestido con una túnica blanca ...". La escultura del apóstol que realizó Gil de Siloe para el sepulcro podría encajar en la descripción.
En el nivel
medio de este pilar está situado Santiago el Mayor. La escultura responde a su
iconografía tradicional de peregrino. Lleva su bordón (quedan tan sólo dos
fragmentos), su bolsa (una cuerda que rodea el cuello de Santiago puede que la
sujete), un libro y un rosario. La pechera de su ropa está adornada por
numerosas conchas.
El arte de Gil de Siloe es esencialmente el de un decorador. En las esculturas de figuras humanas el adorno es fundamental, el cuerpo no tiene existencia, y el movimiento es buscado por medio de la línea, la luz y la sombra; incluso la barba y el pelo se utilizan como adornos de la línea caligráfica. Es decir, la figura humana también es tratada en forma decorativa.
El arte de Gil de Siloe es esencialmente el de un decorador. En las esculturas de figuras humanas el adorno es fundamental, el cuerpo no tiene existencia, y el movimiento es buscado por medio de la línea, la luz y la sombra; incluso la barba y el pelo se utilizan como adornos de la línea caligráfica. Es decir, la figura humana también es tratada en forma decorativa.
Santiago el
Menor lleva una cartera y entre sus manos un rosario. Su atributo, el garrote
de batanero, está roto, pero quedan su cabeza a los pies del apóstol y un
fragmento del fuste que agarra con su mano.
Para Mª.J.
Gómez Bárcena "San Felipe, San
Bartolomé y Santiago el Menor, se caracterizan especialmente por sus rostros
delgados, marcados pómulos, cabello abundante y barbas rizadas. Este modelo
está muy próximo a la mayoría de los Apóstoles del sepulcro de Juan de Padilla
... por lo que seguramente corresponden a la actividad de una misma mano del
taller de Gil de Siloe".
Bajo los
doseles más altos figuran los dos "San Juanes", conocida devoción de
la reina Isabel, y aunque uno de ellos no fuese apóstol. Las esculturas parecen
obedecer a patrones estilísticos distintos a los de las otras figuras; para
Isabel del Río de la Hoz son obras de Felipe Bigarny: "...en el sepulcro del infante Alfonso, en los dos pináculos que
delimitan el arcosolio, hay cuatro imágenes que distan mucho de presentar el
estilo de Siloé; en concreto son las de la parte superior... A maestre Felipe
... podríamos atribuirle las cuatro de la parte superior. Pero donde resulta
más claro su estilo naturalista nuevo, alejado del arte flamenco que domina en
la capilla, es sobre todo en la figura de san Juan Bautista, ...". De
complexión atlética, sostiene con la mano izquierda un libro cerrado, y sobre
él un cordero al que señala con el índice de su otra mano.
San Juan
Evangelista, joven e imberbe, sostiene el cáliz; de su cinturón cuelga un
plumero. Conserva restos de policromía y dorado del mismo tipo que San Pedro y
san Pablo; el forro de su manto es azul y el cáliz está dorado todo él.
A la altura
en que arranca el arco conopial que enmarca el nicho, hay, en cada uno de los
pilares, a modo de gárgolas, dos animales fantásticos, dos dragones alados; parece
que estuviese traduciendo a escultura lo que sería una composición
arquitectónica, con sus elementos salientes de adorno , con sus gárgolas
incluso; un detalle habitual en los
retablos de Gil de Siloe.
BIBLIOGRAFÍA.
-María Jesús Gómez Bárcena, "Escultura gótica funeraria en
Burgos", Burgos 1988.
-María Jesús Gómez Bárcena, "El sepulcro del Infante Alfonso",
en "Actas del Congreso Internacional sobre Gil de Siloe y la escultura de
su época", Burgos 2001.
-Beatrice Gilman Proske, "Castilian Sculpture. Gothic to
Renaissance", New York 1951.
-Emile Mâle, "L'art religieux de la fin du moyen âge en
France", Paris 1922.
-Emile Mâle, "L'art religieux du XIIIe siècle en France",
Paris 1986.
-Isabel del Río de la Hoz, "El escultor Felipe Bigarny (h.
1470-1542)", Salamanca 2001.
-F. Tarín y Juaneda, "La Real Cartuja de Miraflores (Burgos): su
historia y descripción", Burgos 1896.
-Harold E. Wethey, "Gil de Siloe and his school. A study of late
gothic sculpture in Burgos", Massachusetts 1936.
-Joaquín Yarza Luaces, "Los sepulcros reales de la Cartuja de
Miraflores", en "La Cartuja de Miraflores. I.- Los sepulcros",
2007.
No hay comentarios:
Publicar un comentario