sábado, 15 de diciembre de 2018

SILLERÍAS DE CORO (X)

De la Sillería de coro de la Catedral de León.
IV. Las enjutas de las sillas bajas.


El día del Juicio toda la tierra se empapará de sudor. Desde el cielo bajará el Rey Sempiterno, …” [“Iudicii signum, tellus sudore madescet. E caelo rex adveniet per saecula futurus, …”], de esta forma se inicia, a veces, el Canto de la Sibila. Para el hombre del medievo el Juicio Final estaba siempre presente y amenazador. El canto de la Sibila –la profetisa pagana de la antigüedad-, era un texto que se solían cantar en la catedral de León la noche de Navidad a la hora de maitines. Junto a este canto existía otra representación más amplia formada por un numeroso desfile de profetas: era el drama litúrgico conocido como “Ordo Prophetarum” en el que diversos profetas del Antiguo Testamento, así como la Sibila, daban testimonio del advenimiento de Cristo. Para Miguel Ángel Pérez Priego “En un principio, hubo de tratarse de una ceremonia muy sencilla. Probablemente se cantaría primero por los sochantres o por dos cantores la profecía de Isaías“ [Isaías, IX, 2,6,7]: ”El  pueblo que andaba en tinieblas vio una luz grande. … Porque nos ha nacido un niño, …”. Con el paso del tiempo la ceremonia se fue complicando; en el siglo XV la presencia y vestido de la Sibila era un verdadero espectáculo. En uno de los respaldos de las sillas bajas del coro de la catedral de León se representa a la Sibila Tiburtina.
Según Louis Réau “hasta el siglo XV el arte sólo conoció dos sibilas representadas aisladamente: la Eritrea y la Tiburtina”. Al estar considerada desde el siglo XIII como la profetisa del Juicio final, era a la sibila Eritrea a la que se aludía en las representaciones del “canto” o del “Diálogo de la Sibila” en la catedral de León. La leyenda de la sibila Tiburtina [de Tibur o de Tivolí] en la que se presenta al emperador Augusto ante la aparición de la Virgen con el Niño Jesús se forjó para ilustrar la fundación de la iglesia de Ara Coeli y se divulgaría gracias a “La Leyenda Dorada”, el “Speculum humanae salvationis" o el teatro de los Misterios. Así, p.e., en uno de los paneles laterales del tríptico de Bladelin (ca. 1450) de Van der Weyden se ve a Augusto balanceando un incensario ante la aparición de la Virgen, detalle tomado de la puesta en escena de los autos sacramentales.
En una de las enjutas del respaldo de la silla del coro en que figura la talla de la sibila Triburtina se han representado a un Niño nimbado entre nubes y a un ángel en la otra. Aluden a la leyenda que Réau cuenta así: “El Senado romano propuso divinizar al emperador Augusto para recompensarlo por haber dado la paz al mundo. Pero el emperador antes quiso preguntar a la sibila de Tibur que residía cerca de Roma, si el mundo vería nacer un hombre más grande que él. … El día de la Natividad de Cristo, estando la sibila sola con el emperador en el Capitolio, vio aparecer, …, un círculo de oro alrededor del Sol y en medio de él una Virgen de maravillosa belleza que llevaba un Niño en el vientre. Se oyó una voz que decía: “Este es el altar del Cielo” (“Haec est ara Coeli”). La sibila … le dijo [al emperador]: “Este niño será más grande que tú”. Entonces el emperador renunció a dejarse deificar, se arrodilló y rindió homenaje al Niño Dios como un vasallo a su soberano”.
La R.A.E. define la palabra Enjuta como el “Triángulo o espacio que deja en un cuadrado el círculo inscrito en él”. Los tableros de los respaldos de las sillas bajas muestran, con dos excepciones –la Sibila y Daniel-, o quizás tres –David-, motivos profanos no relacionados con las figuras veterotestamentarias, en general profetas o heroínas ó héroes bíblicos. En el caso de Daniel las enjutas muestran a dos fieros leones; aluden al episodio bíblico en el que se cuenta cómo fue arrojado al foso de los leones, en donde el profeta no sufrió daño alguno [Daniel 6:10-16] por haber orado a Dios en lugar de al soberano.
En las enjutas del tablero con la representación del rey David se muestra en una de ellas a un hombre acercando su mano a un vaso y en la otra a un ángel con una filacteria extendida.
Podría aludir al episodio de “Los laureados de David” en el que se cuenta que “David sintió un gran deseo, y dijo: ¡Quién me diera de beber agua del pozo de Belén que está junto a la puerta!” [Paralipómenos o Crónicas 11]; episodio muy presente en el “Speculum Humanae salvationis “ por prefigurar la Adoración de los Magos al Niño.Los libros (¿?) situados junto al vaso aludirían a la consideración de David como autor del "Libro de los Salmos".
En general, los relieves de las enjutas no tienen relación directa con el personaje a quien está dedicado el tablero, siendo mayoritariamente motivos decorativos los que aparecen en ellas, si bien con un cierto simbolismo pues en la Edad Media éste acostumbraba a estar muy presente. Gran parte de las figuras representadas en las enjutas son fieros animales fantásticos o monstruos.
El animal fantástico en la Edad Media venía a ser o un símbolo o un espejo deformante que significaba el diablo o el mal, o un aspecto figurado de la imagen del hombre como podía ser su alma con sus pasiones (el monstruo como ilustración de las angustias interiores). Eran una imagen de las creencias religiosas, de las representaciones del mundo o de los intereses personales. Es quizás por esto que en las enjutas de los tableros de los estalos bajos se muestran animales fantásticos que no obedecen a patrón alguno.
Si bien a los artistas medievales no les importaba revivir a animales fantásticos sacados de la mitología antigua como las sirenas o los grifos, tampoco titubeaban a la hora de inventar nuevos seres fabulosos mediante la combinación de diversos animales entre ellos con una preferencia hacia los que presentaban signos de fiereza. Quizás el animal fantástico testimonia en su origen la voluntad de los hombres de dar una explicación a lo que racionalmente no parecía tenerla; al tomar en préstamo una dimensión simbólica le revestía de un valor alegórico como encarnación del Mal: representaba al diablo que tomaba todas las formas para venir y tentar a los humanos.
Para Edmon Valton “el miedo, el gusto por lo maravilloso, por lo extraño, por lo sobrenatural, fueron la causa primera de la mayor parte de las creaciones fantásticas sobre las que los artistas de todos los tiempos han creado variaciones infinitas”. Los monstruos híbridos eran criaturas imaginarias obtenidas mediante el cruce de varios elementos diferentes de partes humanas o animales, pero sobre todo al aproximarse al Renacimiento, estos animales fantásticos poseían  a veces partes que pertenecían al mundo vegetal o al de los objetos.
Puede ser importante distinguir entre los híbridos estables –los formados por un elemento humano y un elemento animal corriente-, y los híbridos “proteicos” o caprichosos “que aparecen sobre todo como aberraciones taxonómicas que contradicen el orden de la creación y de las leyes de la naturaleza”, pues según Welleda Muller, “estos híbridos proteicos encarnan la transgresión”; una interpretación interesante de la profesora de la Soborna a la que llega al analizar la iconografía de los animales fantásticos en las sillerías de coro francesas.
Algunos de los animales presentes en las enjutas podrían aludir a animales reales, pero son los menos. Quizás se deba a que en la Edad Media hombres y animales pertenecían a dos categorías diametralmente opuestas pues el hombre fue creado a la imagen de Dios y una jerarquía se estableció al ser Adán quien dio nombre a los animales.
Los animales salvajes reales, normalmente, no eran representados a partir de su imagen tomada de la naturaleza sino a partir de modelos transmitidos desde la antigüedad y actualizados y su comportamiento se moralizaba en gran parte. De ellos, probablemente, fue el león el animal cuya representación se acercaba más a su imagen real dado que fue empleada en bastantes situaciones de la vida cotidiana (escudos de armas, sepulcros, etc); aún así su descripción y comportamiento solía figurar en los bestiarios moralizados donde se le consideraba de naturaleza benevolente que solo atacaba al hombre por necesidad  o por temor.
Si bien era muy frecuente su presencia en los manuscritos iluminados medievales, sólo algún animal de los clasificados como domésticos figura en las enjutas de los estalos bajos. Los conocimientos en la Edad Media en materia de ciencias naturales comenzaron realmente en el siglo XIII con el libro “De animalibus” de Alberto Magno, y el de Bartholomeus Anglicus “De proprietatibus rerum” (“Sobre las propiedades de las cosas”); antes o a su lado existían los “Bestiarios” –inspirados en el “Physiologus”-, que se basaban en una lectura moralizada de la naturaleza de los animales (a cada animal se le atribuía un valor simbólico extraido de ejemplos tomados de la Biblia). Los animales “domésticos” representados en las enjutas de las sillas bajas del coro de la catedral de León parecen presentar tan sólo un fin decorativo.
Una sillería de coro como la de León fue realizada por un taller, no por un sólo hombre, dado el gran número de labores que se debían llevar a cabo. La cantidad de motivos distintos a ejecutar era tal que algunas veces o bien al maestro responsable del taller no se le ocurrían temas o la calidad de algunos entalladores no era como para acometer grandes tareas de labra. Esto parece que sucedió con el autor de las representaciones situadas en las enjutas del tablero de Zacarías; en una de ellas figura un sencillo caracol emparentado con el que aparece en la misericordia del estalo con la imagen de Judith y en la otra un curioso híbrido que apoya sus patas sobre otro caracol. Este fue un animal al que se le atribuyó un simbolismo muy variado; desde el que le identificaba con la desconfianza, -dado que lleva siempre su casa encima-, o con los cobardes, por arrastrarse sobre su estómago, o con los hombres prudentes, por encerrarse en su propia concha.
Aunque se consideraba que el hombre salvaje peludo vivió con los animales en el bosque, vagabundeando y donde tenía su morada, fue catalogado como humano a causa de su postura erguida. Según Lucrecio, fueron valorados como razas exóticas que habían venido al mundo al mismo tiempo que los humanos y que vivieron en armonía con los animales antes de la invención del fuego. Representaban el lado incontrolado de la vida, si bien el incorporado en la enjuta de la sillería parece ser un simple motivo ornamental. La presencia del “bufón” (“fou”, “fool”, payaso, loco) solía actuar como recordatorio de la estupidez y vanidad del poder y la gloria en la tierra.
Luis Vives en su “De anima” (cap. X) recomendaba, por eficaz, la risa como medicina porque dilata el corazón y ensancha el rostro. En la enjuta derecha del tablero en que se representa a Enoch figura un “bufón” (“fou”, “fool”, o “payaso”), dotado con su característica caperuza con orejas de asno y con un cascabel, que se introduce un dedo en la nariz; en izquierda es un personaje que viste cuerdo y se lleva el dedo a un ojo. Todo en el bufón, sus gestos, su indumentaria, debía provocar risa aunque también podía devolverla de rebote contra los que se reían.
Algunas enjutas presentan rostros con trazos muy individualizados que podrían ser retratos de personas hasta ahora no identificadas (el monje que parece dormido se ha escapado de la enjuta derecha del respaldo alusivo a la “Ley Antigua” –“Lex Scripturae”-, pero es que necesitaba un cuarto rostro para realizar el cuadro).
Los motivos de otras enjutas en las que figuran hojas o leones con escudos vacíos es claro que tienen tan sólo un fin decorativo. A este respecto un caso algo llamativo es el del tablero en el que se ha tallado la figura de Abacuc, y que presenta en las enjutas hojas, por carecer de homogeneidad con el resto de los tableros de los estalos bajos; así, el arco de enmarque carece de moldura, es el único de medio punto, y el rostro del personaje es de menor calidad que el de las restantes figuras simbolizadas en las sillas bajas.

El estilo de los motivos de las enjutas de dos tableros, situados ambos junto a las escalerillas de acceso a las sillas altas, es también claramente muy distinto del de las anteriores. En este caso está muy justificado, dado que corresponden a tableros que debieron realizarse cuando el traslado de la sillería al lugar que hoy ocupa.

BIBLIOGRAFÍA.
-Campos Sánchez-Bordona, M.D.; Tijeira Pablos, M.D.; González-Varas Ibáñez, I;: “Arte, Función y Símbolo. El coro de la catedral de León”, León 2000.
-Muller, Welleda; Hybrids in choir stalls: A myth transgressed or Aristotle denied?”, Porticvm 2012
-Pérez Priego, Miguel Ángel; “La tradición representacional de la Sibila y la “Farsa del juego de cañas”, de Diego Sánchez”, Madrid 1996.
-Reau,Louis; “Iconografía del arte cristiano. Iconografía de la Biblia”, Barcelona 2007.
-Teijeira Pablos, Mª Dolores, :””La influencia del modelo gótico flamenco en León. La sillería de coro catedralicia”, León 1993.
-Teijeira Pablos, Mª Dolores, :”Acerca de la confusión de personalidades artísticas. El caso de Maestre Copín”, en “Estudios Humanísticos” 19, León 1997.
-Valton, Edmon; “Les monstres dans l’art: êtres humains et animaux; bas-reliefs, rinceaux, fleurons,etc”, Paris 1905.
NOTAS.
-En la web de Youtube pueden escucharse diversas versiones del Canto de la Sibila. Muchas de ellas magníficas, mi preferida es la interpretada por Montserrat Figueras.
-Julio I. González Montañés, en su web “Teatro y Espectáculos Públicos en Galicia” presenta un texto en latín, y su traducción castellana, del “Canto de la Sibila” siguiendo los versos del “Sermo contra iudeos” (Quodvulteus, siglo IV) basados en un acróstico en griego utilizados por San Agustín en “La ciudad de Dios”. La web de González Montañés es de una calidad difícil de encontrar en la Red y muy interesante incluso para los que no somos gallegos.

-Si bien se considera que la mayor parte de la sillería fue realizada por el taller de Juan de Malinas entre 1464 y 1475 con un estilo artístico característico de la tradición del final del gótico –Maestre Enrique, ca.1460-1464, realmente tan sólo trabajaría en la preparación de la obra, y Maestre Copin de Ver, 1475-1481, se habría ocupado de los remates de la obra según Mª Dolores Teijeira-, llama la atención la existencia de dos tableros algo diferentes. Así, p.e., en la esquina de la sillería del lado del Evangelio el panel situado contiguo a la barandilla de las escaleras por las que se sube a los estalos altos, junto con los motivos de sus enjutas, se aleja mucho del estilo de los respaldos del resto de la sillería baja. E igual ocurre con el panel situado en la esquina del lado de la Epístola, junto al tablero de la silla decorada con la representación de Aaron hermano mayor de Moisés, y también instalado al lado de la escalera de subida a los estalos altos. Por su carácter es muy probable que estos tableros se ejecutasen cuando el traslado de la sillería al centro de la nave de la catedral.


                                                                                              (cont.)

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