viernes, 1 de marzo de 2019

SILLERÍAS DE CORO (X)

De la Sillería de coro de la Catedral de León.
IX: Anexo provisional (III). Las “misericordias” de los estalos bajos.


Tras la reforma gregoriana la condena de la música profana en los manuscritos iluminados medievales se expresó, durante mucho tiempo, mediante los animales músicos. Aludían a la ignorancia del músico iletrado y a la sensualidad de su música. Los más frecuentes fueron el mono, el conejo, el perro y el asno. Del simbolismo de los instrumentos musicales el más reiterado por los historiadores es el sexual, y en especial lo consideran así para la trompeta y la cornamusa (en la Edad Media los habituales del vagabundo). Tan sólo he encontrado cerdos con cornamusa en un manuscrito del s. XIV, en dos del XV, y el mismo grabado en varios Libros de Horas impresos del siglo XV.
Una de las misericordias de las sillas bajas de la catedral de León muestra a un cerdo con una cornamusa. Isabel Mateo señala que “es uno de los animales peor considerados en el simbolismo de todos los tiempos” y si bien “no siempre es clara la significación con que se le representa, … generalmente es de crítica de ciertos vicios de la época”. Su simbolismo más habitual es el de la lujuria o el de la gula; así, en el “Hortus Sanitatis” (uno de los primeros libros impresos, siglo XV, de “historia natural”) se dice: “Bestia salvaje e inmunda que habita con fruición en lugares obscenos y yace con la cerda desde que cuenta ocho meses”.
En las sillerías españolas el cerdo con la cornamusa aparece en una misericordia en Yuste, en otra en Ciudad Rodrigo, y en un dorsal de los estalos altos de esta última sillería. Escenas similares figuran en otras sillerías europeas; así, por ejemplo, en Francia en la Colegial de San Martin en Champeaux o en la de Colmar, cerca de la frontera con Alemania, o en Ripon en Inglaterra. En la fotografía adjunta en la parte superior figuran las imagenes correspondiente al dorsal de Ciudad Rodrigo  y a la misericordia de Ripon, y en la parte inferior la de León y la de Colmar.
Los libros más corrientes que describían a los animales eran los bestiarios, pero en ellos las especies eran tratadas y representadas de acuerdo con la interpretación teológica de la época. Una presentación más naturalista, señala Camille, comenzó a mostrarse en el siglo XIV  – conviviendo con los monos o las grillas en los márgenes de los manuscritos-, con el redescubrimiento y la lectura en las universidades de las obras de Aristóteles sobre la biología animal. Un ejemplo en la sillería de la catedral podría ser el de una misericordia de un estalo bajo que presenta a un toro con una gruesa cuerda al cuello y los cuernos afeitados; probablemente aluda a una costumbre popular muy arraigada en España de correr los toros ensogados o enmaromados, fiesta popular en la que unos hombres tiran de una soga que va atada al toro. Puede ser interesante señalar que a pesar de la gran convivencia de las personas en la época con los animales domésticos (gallinas, conejos, vacas, etc) tanto en las representaciones de las misericordias como en las de los pomos o en los apoyamanos se dejan ver con mucha mayor frecuencia los animales o monstruos fantásticos, lo que ha llevado a considerar a algunos estudiosos de las sillerías la prioridad de la imaginación en los tallistas de coro sobre su interés en representar el mundo real.
En los “Évangiles des quenouilles”, -“Evangelios de las ruecas”, Brujas ca.1480-, un tratado del siglo XV de saberes populares conservados por las mujeres, en el capítulo XXII –segundo día-, se dice: “Si veis un gato sentado en una ventana al sol, lamiéndose el trasero y levantando la pata para pasarla por encima de la oreja, no dudéis que ese día no lloverá. GLOSA. Entonces Dama Mahault de Caillotte se levantó y dijo que esto es cierto y que ella no hacía nunca la colada cuando veía a su gato lamerse el trasero”; el libro cuenta las conversaciones de seis mujeres que hablan por turno de consejos, recetas, dichos o enfermedades de su vida aportando la visión del mundo de una determinada parte de la sociedad medieval. Iconografía muy frecuente en la Edad Media [divulgada, p.e., por Villard de Honnecourt en su “Cuaderno”], en una misericordia de las sillas bajas del coro se ha labrado un gato en el momento de su aseo (ese día probablemente no llovió).
Dice la Wikipedia en la voz correspondiente: “Las aves se originaron a partir de dinosaurios carnívoros bípedos del Jurásico, hace 150-200 millones de años, y son, de hecho, los únicos dinosaurios que sobrevivieron a la extinción masiva producida al final del Mesozoico. Su evolución dio lugar, …, a las más de 18.000 especies actuales”. Una misericordia de las sillas bajas nos muestra una representación de una de las 18.000 especies; como no soy capaz de identificarla recurro a las dos grandes historiadoras que han tratado sobre la sillería. Escribe Isabel Mateo: “… y tal vez una misericordia en la que aparece un ave con las alas desplegadas y el pico sobre el pecho, son una representación de este animal [el pelícano], aunque no aparezcan las crías. La fábula del pelícano recogida en todos los libros  que sobre animales llevamos citados hasta ahora, cuenta cómo esta ave, a sus hijos mata inconscientemente por las excesivas caricias, se abre el pecho a picotazos y, con su sangre los resucita … “; al pelícano “se le ha convertido en símbolo de la Redención…”; narración que de no ser acertada, al menos es para mí, muy bonita. Para Mª Dolores Teijeira la misericordia correspondiente a la silla con el tablero que dice Samuel representa un grifo; otro escritor habitualmente de menor crédito la define como “pájaro córvido”.
En una misericordia de las sillas bajas se ha representado, según Elaine Block, “un simio alado que pone su pie en la boca de otro mono que se sienta delante de él”; la iconografía del simio alado no es muy frecuente y, en España, tan sólo recuerdo esa imagen en la Catedral de Santiago de Compostela, en la Puerta de las Platerías, formando parte de las “Tentaciones de Cristo”. Para griegos y romanos los simios habían sido en sus orígenes seres humanos que no respetaron la ley divina y en castigo por su soberbia fueron degradados hasta el nivel de animal irracional. Así, Ignacio Malaxecheverría en su traducción del Fisiólogo griego escribe: “También el simio es una imagen del demonio, pues de hecho tiene un principio, pero no tiene final, esto es, no tiene rabo, de la misma manera que el demonio, al comienzo, era uno de los arcángeles, pero no se ha encontrado su fin” [conviene recordar que hubo un tiempo en que se pensaba que todos los animales creados por Dios, salvo el ser humano, tenían cola].
Un simio despliega generosamente un tarjetón en una misericordia de los estalos bajos. En el Bestiario de Cambridge se indica: “Se les llama simios (“simia”) en lengua latina, porque la gente advierte en ellos gran similitud con la razón humana. Estas criaturas, conocedoras de los misterios de los elementos, se alegran en tiempo de luna nueva, entristeciéndose cuando hay media luna o plenilunio…”. Y más adelante prosigue: “Aun admitiendo que el mono, en su conjunto, es poco agraciado, su trasero es realmente feo y horrible en exceso. Del mismo modo, el Diablo tenía un buen fundamento mientras se hallaba entre los ángeles del cielo, pero era hipócrita y taimado en su interior, por lo que perdió su cola (“cauda-caudex”), como signo de que todo él perecería al final”. Dado que el simio parece vestir hábito quizás convenga recordar el texto que señalaba Janson sobre el “Sermón Inédito” de Hugo de San Víctor: “A pesar de que el mono es el animal más vil, sucio y detestable, los clérigos gustan de mantenerlos en sus casas, para exhibirle en sus ventanas, con el fin de deslumbrar con el prestigio de sus pertenencias a la gentuza que pasa por delante ”.
Una misericordia de difícil interpretación muestra para Mª Dolores Teijeira a un “monstruo con hábito estrangulando a dos serpientes”; pudiera ser. En alguna ocasión se ha considerado que un mal entallador ha tratado de representar a una mona vestida que sujeta a dos crías; aludiría a una descripción muy frecuente recogida en los bestiarios medievales al hablar de los simios y cuya fuente textual parece provenir de la fábula de Esopo conocida como “Los monos y su madre”, y que quizás convenga recordar como ayuda para la interpretación de la misericordia; dice así: “La mona madre tiene dos crías en cada parto. La madre abraza a una y la alimenta con el mayor afecto y cuidado, mientras desprecia y deja de lado a la otra. Sucedió una vez que la cría más amada murió sofocada por el gran cariño de la madre, mientras que la cría despreciada se nutrió y creció a pesar del abandono a que estaba expuesta. Las buenas intenciones no siempre aseguran el éxito”.
Un mono, sonriendo, con orejas casi de trompeta, sostiene como arma en una mano una pata de animal y un escudo en la otra. ¿Un mono, un diablo?. Al simio se le representa, a veces, como símbolo de la fealdad extrema (Isidoro de Sevilla, en sus Etimologías, relaciona la palabra simio con la nariz fea y achatada), y como pariente cercano de los hombres  se le puede personificar en un ser humano feo, repelente y deforme. Así se le encarna, –como animal feo con pretensiones de emular a los hombres-, con frecuencia, en las fábulas de Esopo que serían redescubiertas en la Edad Media. La imagen del simio como la del diablo, que apareció en el “Fisiólogo”, sería modulada a partir del siglo XII, momento en que empieza a considerársele como la imagen deformada del hombre cuando este se sitúa, como pecador, en un estado de degeneración.
Dos monstruos de marcadas espinas dorsales -cuerpos de serpiente y cabeza que recuerda la de un mono o un perro-, pelean en una de las misericordias de las sillas bajas. Probablemente el autor ha querido representar una imagen de la transgresión del orden que reinaba en el sistema medieval (la transgresión de la especie animal) así como un avance de una cultura dominada por la imaginación en detrimento de la experiencia del mundo sensible para la que Aristóteles había puesto los fundamentos. Los monstruos de las sillerías aparecen como aberraciones taxonómicas que contradicen tanto el orden de la Creación como las leyes de la naturaleza.
Señala Welleda Muller que “entre los más recurrentes híbridos estables en la escultura de las sillas de coro figuran la sirena y el guerrero marino, que con frecuencia se asocian uno con el otro, dado que ambos poseen un torso humano y una cola de pez”. Si bien en muchas de las sillerías el guerrero figura ataviado con armadura y casco que no permite ver su rostro, no es el caso de León donde tan sólo las armas que porta en sus manos induce a considerarle como guerrero dado que si observamos su cabeza rapada con flequillo parece claro que se trata de un fraile. Pérez de Moya, en su “Philosofia secreta”, al tratar de los Tritones defiende su simbolismo lujurioso al referir que se escondían en cuevas cercanas a las fuentes para apoderarse de las mujeres que iban allí a por agua y a las que arrastraban con ellos al fondo del mar. En la Edad Media la hibridación parece ser una característica común para la mayoría de los animales fantásticos; y así aunque la sociedad está marcada por el orden la transgresión existe, siendo importante la ambivalencia a la hora de analizar un simbolismo positivo o negativo en los animales. Indica la historiadora que el único significado claro de la hibridación es “el evocar un “rompimiento de fronteras”, conseguir una confusión entre el hombre y el animal o entre los propios animales”.

Un híbrido, cuerpo de reptil, alas, y cabeza de mamífero, se ha tallado en una de las misericordias de las sillas altas. “…los pensadores medievales preferían una zoología teológica donde los animales no se estudian por si mismos, sino por los símbolos divinos que transmiten, sin distinción entre animales reales e imaginarios”, escribe Welleda, y continúa más tarde, “…la “Historia de los animales” de Aristóteles no parece haber sido objeto de comentarios escritos en la Edad Media, porque consideraba al hombre como un animal simplemente, en detrimento de su imagen divina como la doctrina cristiana enseñaba”.

En otra misericordia de los estalos bajos se ha representado una figura que podría ser un monstruo vestido o un cinocéfalo [“cabeza de perro”], monstruo que emanaban de una tradición religiosa que explicaba las malformaciones humanas por haberse vulnerado una prohibición. Una fábula muy conocida entonces describía que Adam había prohibido a sus descendientes comer ciertas raíces bajo pena de degenerar; el “Génesis de Viena” [o el de Millstätter), ca. 1060, nos dice lo que ocurrirá: “Los niños que vendrán al mundo serán muy distintos de ellos: unos tendrán la cabeza como los perros, otros la boca en el pecho y los ojos en los hombros, …”.Un siglo más tarde Benjamin de Tudela, en sus “Viajes”, manifestaba que el alma de los malvados pasa tras la muerte al cuerpo de un perro. La leyenda de san Cristóbal – este gigante cinocéfalo que, tocado por la gracia divina, obtendría un rostro humano-, del que es frecuente encontrar representaciones en la iconografía de origen bizantino, pudo haber inspirado al entallador de esta misericordia.
Louis Reau al tratar de la iconografía del demonio se pregunta como le ha representado el arte cristiano, y expone: “Bajo muy diversas formas, puesto que el propio demonio es el polimorfismo, la facultad de adoptar, …, engañosas apariencias para no poner sobre aviso a sus víctimas. … adopta a voluntad la forma animal o humana, antropo o zoomórfica.,,, Pero prefiere adoptar de ordinario la forma humana o semihumana”. Y recuerda como fue la mitología griega quien proveyó al arte cristiano el modelo de diablo, con la exhibición de cabezas con muecas burlonas o sarcásticas, las orejas picudas, la cola simiesca, … y “sobre ese antiguo boceto, la imaginación de los monjes hostigados por el demonio bordó los detalles más horrorosos. Son las pesadillas de los monjes las que inspiraron las “diabluras” de los imagineros”. Una misericordia de las sillas bajas muestra al diablo con forma de personaje grotesco semianimal de orejas puntiagudas, sacando la lengua y con el rabo recogido por detrás del cuello.
Una cabeza monstruosa que devora a un hombre, es sin duda otra forma de representar al diablo. Representación similar a la de un relieve o la de un pomo, también en las sillas bajas, en el que un gran perro tiene casi medio cuerpo de un hombre dentro de su boca, alusión al condenado entrando en el infierno.
Una misericordia en la que un hombre parece luchar con una serpiente quizás aluda a una conocida fábula de Esopo de título “El granjero y la serpiente congelada”, que según Laura Gibbs dice así:  Un granjero recogió una víbora que estaba medio muerta por el frío. Cuando el granjero calentó la víbora, la víbora se desenrolló y agarró la mano del hombre y, con un mordisco fatal, mató al hombre que había querido salvarla. Mientras se estaba muriendo, el hombre pronunció algunas palabras que vale la pena recordar: "Bueno, ¡obtuve lo que merezco por haber mostrado amabilidad a un sinvergüenza!". La edición en castellano de Cronberger del año 1521 lleva el siguiente colofón: “La buena obra fecha al ingrato no solamente es perdida mas [pues] siempre da mal por bien”. 
En una misericordia de las sillas bajas un hombre parece llevar una oveja al hombro; para Isabel Mateo es una forma de aludir a la “clásica imagen del Buen Pastor”. Otra interpretación posible podría ser que el entallador tan sólo ha querido reflejar una escena de la vida cotidiana, sin ningún matiz moralizador, en una sociedad eminentemente campesina como era aquella entonces. 
No muy frecuente en las misericordias es la presencia de figuras religiosas dada, como señalaban Bond y Maeterlinck, la resistencia de los dignatarios eclesiásticos que pagaban el trabajo a que estuvieran colocadas en el lugar donde descansaba la parte menos noble del cuerpo humano. Aunque en León al menos encontramos una misericordia con un motivo religioso: la representación de un ángel.
Recuerda Bond como “El juglar había ocupado en épocas anteriores un puesto de honor en la vida social de la corte, cantaba las hazañas del caballero y elogiaba a las damas, amigo de príncipes y princesas; caballeros y escuderos, reyes y señores estaban orgullosos de sus logros en el canto; toda Navarra se hizo eco de las tensiones de los músicos aficionados de rango más noble. Incluso en el siglo XV, algo de su antigua reputación sobrevivió … “.
… Pero la noble profesión del juglar en su mayor parte había caído en mala reputación. El juglar se había convertido en un mendigo, y clasificado al mismo nivel que el domador de osos, el acróbata o el titiritero. Por lo que los artesanos que esculpían las misericordias no se cansaban de derramar su desprecio sobre él y su oficio. …”.
“… Así que cerdos y cabras y gatos y liebres y zorros y osos y asnos, y sobre todo monos, se ven tocando el arpa y la gaita, el rabel y el salterio y la flauta …” [Bond, cap. XXI]. Un juglar con un rabel, un acróbata y un cerdo tocando una cornamusa figuran entre las tallas de las misericordias de las sillas bajas de la catedral de León.
Un hombre con un extraño tocado y que sujeta un gato entre sus manos figura entre las tallas de las pequeñas consolas de la sillería; desconozco su posible simbolismo. 
 
BIBLIOGRAFIA.
-Francis Bond, “Wood carvings in english churches. I.-Misericords”, Londres 1910.
-Elaine C. Block, “Corpus of medieval misericords. Iberia”, Turnhout (Bélgica) 2004.
-Michael Camille, “Images dans les marges. Aux limites de l’art médiéval”, Paris 1997.
-Laura Gibbs, “Aesop’s Fables. A new translation”, Oxford 2002 [existe versión digital].
-H.W. Janson, “Apes and Ape Lore in the Middle Ages and the Renaissance”, Londres 1952.
-Claude Lecouteux, “Les Cynocéphales. Étude d’une tradition tératologique de l’Antiquité au XIIes”, Cahiers de civilisation médiévale 1981.
-Ignacio Malaxecheverría, “Bestiario Medieval”, Madrid 1989.
-Isabel Mateo Gómez, "Temas profanos en la escultura gótica española. Las sillerías de coro", Madrid 1979.
-Isabel Mateo Gómez, “Sillería del coro. Escenario para el Oficio divino”, en “La catedral de León. Mil años de historia”, León 2002.
-Welleda Muller, “Hybrids in Choir Stalls: A myth transgressed or Aristotle Denied?”, Porticvm. Revista d’estudis medievals, 2012.
-Juan Pérez de Moya, “Philosofía secreta. Donde debaxo de historias fabulosas se contiene mucha doctrina, prouechosa, a todos estudios””, Madrid 1585 [utilizo la edición de 1628].
Louis Réau, “Iconografía del arte cristiano. Iconografía de la Biblia. Antiguo Testamento”, T1, vol.1, Barcelona 2007.
-Mª Dolores Teijeira Pablos, “La influencia del modelo gótico flamenco en León. La sillería de coro catedralicia”, León 1993.
-VV.AA., “Évangiles des quenouilles”, ms Français 2151 BNF, Brujas ca. 1480 [traducción española: “Evangelios de las ruecas”, edic. de J. de Olañeta Palma de Mallorca 2000].
-Mónica A. Walker Vadillo, “Los simios”, Univ. Complutense Madrid 2013.
-Jean Wirth, “Les marges á drôleries des manuscrits gothique!, Genève 2008.

NOTAS.
-Los tres manuscritos con miniaturas que he encontrado en que figuren cerdos tocando la cornamusa son el Sloane 748 (British Library), las “Tres riches heures du Duc de Berry” (Musée Condé), y el Yale 404 (Yale University Library). El grabado de los Libros de Horas impresos figura en varios de Pigouchet, y también, aunque menos, en algunas de Thielman Kerver; desconozco su autor.
-Los “Evangelios [de las ruecas] elaborados y dictados el martes por Dama Transeline du Croq en la casa y hora acostumbradas” comienzan así: “Cuando llegó el martes, hacia la hora quinta de vísperas, las mujeres, tanto viejas como jóvenes, comenzaron a llegar de todas partes y allí se reunieron; ya habían dado a conocer lo que se había hecho el lunes y lo que se debía hacer el martes por Dama Transeline du Croq, mujer de buena fama, gentil y de unos sesenta años de edad. Era alta y delgada. En sus años jóvenes, había vivido con una dama que conocía el arte de la geomancia, que daba cuenta de algunas cosas del futuro, y con la que aprendió la adivinación, lo que le aseguró honor y fama. Pero habiendo comido un día una sopa con Venus, hecha en el caldero del amor, ejerció después su servicio con los súbditos de ésta. En su vejez, se había retirado y se había unido al párroco de la ciudad que, noche y día, escuchaba sus confesiones, de manera que todas las mujeres de la vecindad la tenían en gran reverencia. Llegada, pues, Dama Transeline, saludó a toda la asistencia y, después de haberme preguntado si mi pluma estaba lista para escribir, comenzó a hablar de esta manera. …”
- Escribe Pérez de Moya, en el capítulo XII de su “Philosofia secreta” al tratar de los Tritones: “Algunos dizen, que los Tritones son vnos pescados que tienen la forma de hombre: acerca de lo qual dize Alexandro de Alexandro, que en Epyro auia vna fuente cerca de la mar, donde yuan por agua las moças, y subia vn hombre marino que dizen Triton, y se escondia en vna cueua cercana al camino, por donde las mujeres pasauan; y estaua en assechança hasta ver alguna, a quien tomándola se entraua con ella en la mar,…”.
-Puede consultarse por internet en la Biblioteca del Congreso una edición del “Libro del sabio [et] clarissimo fabulador Ysopu historiado [et] anotado”, impreso por Jacobo Cronberger en Sevilla en 1521, traducción al castellano de un manuscrito griego, con magníficos grabados.

Las fotografías de las misericordias de Colmar y Ripon están tomadas de Wikimedia Commons; el resto fueron realizadas por el autor del blog.

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