De la Sillería de coro de la Catedral de León.
IX: Anexo
provisional (III). Las “misericordias” de los estalos bajos.
Tras la reforma
gregoriana la condena de la música profana en los manuscritos iluminados
medievales se expresó, durante mucho tiempo, mediante los animales músicos.
Aludían a la ignorancia del músico
iletrado y a la sensualidad de su música. Los más frecuentes fueron el mono, el conejo, el
perro y el asno. Del simbolismo de los instrumentos musicales el más reiterado por los historiadores es el sexual, y en especial lo consideran así para la
trompeta y la cornamusa (en la Edad Media los habituales del vagabundo). Tan sólo he encontrado cerdos con cornamusa en un
manuscrito del s. XIV, en dos del XV, y el mismo grabado en varios Libros de
Horas impresos del siglo XV.
Una de las
misericordias de las sillas bajas de la catedral de León muestra a un cerdo con
una cornamusa. Isabel Mateo señala que “es
uno de los animales peor considerados en el simbolismo de todos los tiempos”
y si bien “no siempre es clara la
significación con que se le representa, … generalmente es de crítica de ciertos
vicios de la época”. Su simbolismo más habitual es el de la lujuria o el de
la gula; así, en el “Hortus Sanitatis”
(uno de los primeros libros impresos, siglo XV, de “historia natural”) se dice:
“Bestia salvaje e inmunda que habita con
fruición en lugares obscenos y yace con la cerda desde que cuenta ocho meses”.
En las
sillerías españolas el cerdo con la cornamusa aparece en una misericordia en
Yuste, en otra en Ciudad Rodrigo,
y en un dorsal de los estalos altos de esta última sillería. Escenas
similares figuran en otras sillerías europeas; así, por ejemplo, en Francia en
la Colegial de San Martin en Champeaux o en la de Colmar, cerca de la frontera
con Alemania, o en Ripon en Inglaterra. En la fotografía adjunta en la parte
superior figuran las imagenes correspondiente al dorsal de Ciudad Rodrigo y a la misericordia de Ripon, y en la parte
inferior la de León y la de Colmar.
Los libros más
corrientes que describían a los animales eran los bestiarios, pero en ellos las
especies eran tratadas y representadas de acuerdo con la interpretación
teológica de la época. Una presentación más naturalista, señala Camille,
comenzó a mostrarse en el siglo XIV –
conviviendo con los monos o las grillas en los márgenes de los manuscritos-,
con el redescubrimiento y la lectura en las universidades de las obras de
Aristóteles sobre la biología animal. Un ejemplo en la sillería de la catedral
podría ser el de una misericordia de un estalo bajo que presenta a un toro con
una gruesa cuerda al cuello y los cuernos afeitados; probablemente aluda a una
costumbre popular muy arraigada en España de correr los toros ensogados o
enmaromados, fiesta popular en la que unos hombres tiran de una soga que va
atada al toro. Puede ser interesante señalar que a pesar de la gran convivencia
de las personas en la época con los animales domésticos (gallinas, conejos,
vacas, etc) tanto en las representaciones de las misericordias como en las de
los pomos o en los apoyamanos se dejan ver con mucha mayor frecuencia los
animales o monstruos fantásticos, lo que ha llevado a considerar a algunos
estudiosos de las sillerías la prioridad de la imaginación en los tallistas de
coro sobre su interés en representar el mundo real.
En los “Évangiles des quenouilles”, -“Evangelios
de las ruecas”, Brujas ca.1480-, un tratado del siglo XV de saberes populares
conservados por las mujeres, en el capítulo XXII –segundo día-, se dice: “Si veis un gato sentado en una ventana al
sol, lamiéndose el trasero y levantando la pata para pasarla por encima de la
oreja, no dudéis que ese día no lloverá. GLOSA. Entonces Dama Mahault de
Caillotte se levantó y dijo que esto es cierto y que ella no hacía nunca la
colada cuando veía a su gato lamerse el trasero”; el libro cuenta las conversaciones
de seis mujeres que hablan por turno de consejos, recetas, dichos o
enfermedades de su vida aportando la visión del mundo de una determinada parte
de la sociedad medieval. Iconografía muy frecuente en la Edad Media [divulgada,
p.e., por Villard de Honnecourt en su “Cuaderno”],
en una misericordia de las sillas bajas del coro se ha labrado un gato en el
momento de su aseo (ese día probablemente no llovió).
Dice la
Wikipedia en la voz correspondiente: “Las
aves se originaron a partir de dinosaurios carnívoros bípedos del Jurásico,
hace 150-200 millones de años, y son, de hecho, los únicos dinosaurios que
sobrevivieron a la extinción masiva producida al final del Mesozoico. Su
evolución dio lugar, …, a las más de 18.000 especies actuales”. Una
misericordia de las sillas bajas nos muestra una representación de una de las
18.000 especies; como no soy capaz de identificarla recurro a las dos grandes
historiadoras que han tratado sobre la sillería. Escribe Isabel Mateo: “… y tal vez una misericordia en la que
aparece un ave con las alas desplegadas y el pico sobre el pecho, son una
representación de este animal [el pelícano], aunque no aparezcan las crías. La fábula del pelícano recogida en todos
los libros que sobre animales llevamos
citados hasta ahora, cuenta cómo esta ave, a sus hijos mata inconscientemente
por las excesivas caricias, se abre el pecho a picotazos y, con su sangre los
resucita … “; al pelícano “se le ha
convertido en símbolo de la Redención…”; narración que de no ser acertada,
al menos es para mí, muy bonita. Para Mª Dolores Teijeira la misericordia
correspondiente a la silla con el tablero que dice Samuel representa un grifo;
otro escritor habitualmente de menor crédito la define como “pájaro córvido”.
En una
misericordia de las sillas bajas se ha representado, según Elaine Block, “un simio alado que pone su pie en la boca
de otro mono que se sienta delante de él”; la iconografía del simio alado
no es muy frecuente y, en España, tan sólo recuerdo esa imagen en la Catedral de
Santiago de Compostela, en la Puerta de
las Platerías, formando parte de las “Tentaciones de Cristo”. Para griegos y romanos los simios habían sido en sus
orígenes seres humanos que no respetaron la ley divina y en castigo por su
soberbia fueron degradados hasta el nivel de animal irracional. Así, Ignacio
Malaxecheverría en su traducción del Fisiólogo griego escribe: “También el simio es una imagen del demonio,
pues de hecho tiene un principio, pero no tiene final, esto es, no tiene rabo,
de la misma manera que el demonio, al comienzo, era uno de los arcángeles, pero
no se ha encontrado su fin” [conviene recordar que hubo un tiempo en que se
pensaba que todos los animales creados por Dios, salvo el ser humano, tenían
cola].
Un simio
despliega generosamente un tarjetón en una misericordia de los estalos bajos. En
el Bestiario de Cambridge se indica: “Se
les llama simios (“simia”) en lengua
latina, porque la gente advierte en ellos gran similitud con la razón humana.
Estas criaturas, conocedoras de los misterios de los elementos, se alegran en
tiempo de luna nueva, entristeciéndose cuando hay media luna o plenilunio…”. Y
más adelante prosigue: “Aun admitiendo que el mono, en su conjunto,
es poco agraciado, su trasero es realmente feo y horrible en exceso. Del mismo
modo, el Diablo tenía un buen fundamento mientras se hallaba entre los ángeles
del cielo, pero era hipócrita y taimado en su interior, por lo que perdió su
cola (“cauda-caudex”), como signo de
que todo él perecería al final”. Dado que el simio parece vestir hábito
quizás convenga recordar el texto que señalaba Janson sobre el “Sermón Inédito”
de Hugo de San Víctor: “A pesar de que el
mono es el animal más vil, sucio y detestable, los clérigos gustan de
mantenerlos en sus casas, para exhibirle en sus ventanas, con el fin de
deslumbrar con el prestigio de sus
pertenencias a la gentuza que pasa por delante ”.
Una
misericordia de difícil interpretación muestra para Mª Dolores Teijeira a un “monstruo con hábito estrangulando a dos
serpientes”; pudiera ser. En alguna ocasión se ha considerado que un mal
entallador ha tratado de representar a una mona vestida que sujeta a dos crías;
aludiría a una descripción muy frecuente recogida en los bestiarios medievales
al hablar de los simios y cuya fuente textual parece provenir de la fábula de
Esopo conocida como “Los monos y su madre”,
y que quizás convenga recordar como ayuda para la interpretación de la
misericordia; dice así: “La mona madre
tiene dos crías en cada parto. La madre abraza a una y la alimenta con el mayor
afecto y cuidado, mientras desprecia y deja de lado a la otra. Sucedió una vez
que la cría más amada murió sofocada por el gran cariño de la madre, mientras
que la cría despreciada se nutrió y creció a pesar del abandono a que estaba
expuesta. Las buenas intenciones no siempre aseguran el éxito”.
Un mono,
sonriendo, con orejas casi de trompeta, sostiene como arma en una mano una pata
de animal y un escudo en la otra. ¿Un mono, un diablo?. Al simio se le
representa, a veces, como símbolo de la fealdad extrema (Isidoro de Sevilla, en
sus Etimologías, relaciona la palabra simio con la nariz fea y achatada), y
como pariente cercano de los hombres se
le puede personificar en un ser humano feo, repelente y deforme. Así se le
encarna, –como animal feo con pretensiones de emular a los hombres-, con
frecuencia, en las fábulas de Esopo que serían redescubiertas en la Edad Media.
La imagen del simio como la del diablo, que apareció en el “Fisiólogo”, sería
modulada a partir del siglo XII, momento en que empieza a considerársele como
la imagen deformada del hombre cuando este se sitúa, como pecador, en un estado
de degeneración.
Dos monstruos
de marcadas espinas dorsales -cuerpos de serpiente y cabeza que recuerda la de
un mono o un perro-, pelean en una de las misericordias de las sillas bajas.
Probablemente el autor ha querido representar una imagen de la transgresión del
orden que reinaba en el sistema medieval (la transgresión de la especie animal)
así como un avance de una cultura dominada por la imaginación en detrimento de
la experiencia del mundo sensible para la que Aristóteles había puesto los
fundamentos. Los monstruos de las sillerías aparecen como aberraciones
taxonómicas que contradicen tanto el orden de la Creación como las leyes de la
naturaleza.
Señala Welleda
Muller que “entre los más recurrentes
híbridos estables en la escultura de las sillas de coro figuran la sirena y el
guerrero marino, que con frecuencia se asocian uno con el otro, dado que ambos
poseen un torso humano y una cola de pez”. Si bien en muchas de las
sillerías el guerrero figura ataviado con armadura y casco que no permite ver
su rostro, no es el caso de León donde tan sólo las armas que porta en sus
manos induce a considerarle como guerrero dado que si observamos su cabeza
rapada con flequillo parece claro que se trata de un fraile. Pérez de Moya, en
su “Philosofia secreta”, al tratar de los Tritones defiende su simbolismo
lujurioso al referir que se escondían en cuevas cercanas a las fuentes para
apoderarse de las mujeres que iban allí a por agua y a las que arrastraban con
ellos al fondo del mar. En la Edad Media la hibridación parece ser una
característica común para la mayoría de los animales fantásticos; y así aunque
la sociedad está marcada por el orden la transgresión existe, siendo importante
la ambivalencia a la hora de analizar un simbolismo positivo o negativo en los
animales. Indica la historiadora que el único significado claro de la hibridación
es “el evocar un “rompimiento de
fronteras”, conseguir una confusión entre
el hombre y el animal o entre los propios animales”.
Un híbrido,
cuerpo de reptil, alas, y cabeza de mamífero, se ha tallado en una de las
misericordias de las sillas altas. “…los
pensadores medievales preferían una zoología teológica donde los animales no se
estudian por si mismos, sino por los símbolos divinos que transmiten, sin
distinción entre animales reales e imaginarios”, escribe Welleda, y
continúa más tarde, “…la “Historia de
los animales” de Aristóteles no parece
haber sido objeto de comentarios escritos en la Edad Media, porque consideraba
al hombre como un animal simplemente, en detrimento de su imagen divina como la
doctrina cristiana enseñaba”.
En otra
misericordia de los estalos bajos se ha representado una figura que podría ser
un monstruo vestido o un cinocéfalo [“cabeza de perro”], monstruo que emanaban
de una tradición religiosa que explicaba las malformaciones humanas por haberse
vulnerado una prohibición. Una fábula muy conocida entonces describía que Adam
había prohibido a sus descendientes comer ciertas raíces bajo pena de
degenerar; el “Génesis de Viena” [o
el de Millstätter), ca. 1060, nos dice lo que ocurrirá: “Los niños que vendrán al mundo serán muy distintos de ellos: unos
tendrán la cabeza como los perros, otros la boca en el pecho y los ojos en los
hombros, …”.Un siglo más tarde Benjamin de Tudela, en sus “Viajes”, manifestaba que el alma de los
malvados pasa tras la muerte al cuerpo de un perro. La leyenda de san Cristóbal
– este gigante cinocéfalo que, tocado por la gracia divina, obtendría un rostro
humano-, del que es frecuente encontrar representaciones en la iconografía de
origen bizantino, pudo haber inspirado al entallador de esta misericordia.
Louis Reau al
tratar de la iconografía del demonio se pregunta como le ha representado el
arte cristiano, y expone: “Bajo muy
diversas formas, puesto que el propio demonio es el polimorfismo, la facultad
de adoptar, …, engañosas apariencias para no poner sobre aviso a sus víctimas.
… adopta a voluntad la forma animal o humana, antropo o zoomórfica.,,, Pero
prefiere adoptar de ordinario la forma humana o semihumana”. Y recuerda
como fue la mitología griega quien proveyó al arte cristiano el modelo de
diablo, con la exhibición de cabezas con muecas burlonas o sarcásticas, las
orejas picudas, la cola simiesca, … y “sobre
ese antiguo boceto, la imaginación de los monjes hostigados por el demonio
bordó los detalles más horrorosos. Son las pesadillas de los monjes las que
inspiraron las “diabluras” de los imagineros”. Una misericordia de las
sillas bajas muestra al diablo con forma de personaje grotesco semianimal de
orejas puntiagudas, sacando la lengua y con el rabo recogido por detrás del
cuello.
Una cabeza
monstruosa que devora a un hombre, es sin duda otra forma de representar al
diablo. Representación similar a la de un relieve o la de un pomo, también en
las sillas bajas, en el que un gran perro tiene casi medio cuerpo de un hombre
dentro de su boca, alusión al condenado entrando en el infierno.
Una
misericordia en la que un hombre parece luchar con una serpiente quizás aluda a
una conocida fábula de Esopo de título “El
granjero y la serpiente congelada”, que según Laura Gibbs dice así: “Un
granjero recogió una víbora que estaba medio muerta por el frío. Cuando el granjero calentó la víbora, la víbora se desenrolló
y agarró la mano del hombre y, con un mordisco fatal, mató al hombre que había
querido salvarla. Mientras se estaba muriendo,
el hombre pronunció algunas palabras que vale la pena recordar: "Bueno,
¡obtuve lo que merezco por haber mostrado amabilidad a un sinvergüenza!". La edición en castellano
de Cronberger del año 1521 lleva el siguiente colofón: “La
buena obra fecha al ingrato no solamente es perdida mas [pues] siempre da mal por bien”.
En una
misericordia de las sillas bajas un hombre parece llevar una oveja al hombro;
para Isabel Mateo es una forma de aludir a la “clásica imagen del Buen Pastor”. Otra interpretación posible podría
ser que el entallador tan sólo ha querido reflejar una escena de la vida
cotidiana, sin ningún matiz moralizador, en una sociedad eminentemente
campesina como era aquella entonces.
No muy
frecuente en las misericordias es la presencia de figuras religiosas dada, como
señalaban Bond y Maeterlinck, la resistencia de los dignatarios eclesiásticos
que pagaban el trabajo a que estuvieran colocadas en el lugar donde descansaba la
parte menos noble del cuerpo humano. Aunque en León al menos encontramos una misericordia con un motivo religioso: la representación de un ángel.
Recuerda Bond
como “El juglar había ocupado en épocas
anteriores un puesto de honor en la vida social de la corte, cantaba las
hazañas del caballero y elogiaba a las damas, amigo de príncipes y princesas;
caballeros y escuderos, reyes y señores estaban orgullosos de sus logros en el
canto; toda Navarra se hizo eco de las tensiones de los músicos aficionados de
rango más noble. Incluso en el siglo XV, algo de su antigua reputación
sobrevivió … “.
“… Pero la noble profesión del juglar en su
mayor parte había caído en mala reputación. El juglar se había convertido en un
mendigo, y clasificado al mismo nivel que el domador de osos, el acróbata o el titiritero. Por lo que
los artesanos que esculpían las misericordias no se cansaban de derramar su
desprecio sobre él y su oficio. …”.
“… Así que cerdos y cabras y gatos y liebres y
zorros y osos y asnos, y sobre todo monos, se ven tocando el arpa y la gaita,
el rabel y el salterio y la flauta …” [Bond, cap. XXI]. Un juglar con un rabel, un acróbata y un cerdo tocando una cornamusa figuran entre las tallas de las misericordias de las sillas bajas de la catedral de León.
Un hombre con un extraño tocado y que sujeta un gato entre sus manos figura entre las tallas de las pequeñas consolas de la sillería; desconozco su posible simbolismo.
Un hombre con un extraño tocado y que sujeta un gato entre sus manos figura entre las tallas de las pequeñas consolas de la sillería; desconozco su posible simbolismo.
BIBLIOGRAFIA.
-Francis Bond,
“Wood carvings in english churches. I.-Misericords”, Londres 1910.
-Elaine C.
Block, “Corpus of medieval misericords. Iberia”, Turnhout (Bélgica) 2004.
-Michael
Camille, “Images dans les marges. Aux limites de l’art médiéval”, Paris 1997.
-Laura Gibbs,
“Aesop’s Fables. A new translation”, Oxford 2002 [existe versión digital].
-H.W. Janson,
“Apes and Ape Lore in the Middle Ages and the Renaissance”, Londres 1952.
-Claude
Lecouteux, “Les Cynocéphales. Étude d’une tradition tératologique de
l’Antiquité au XIIes”, Cahiers de civilisation médiévale 1981.
-Ignacio
Malaxecheverría, “Bestiario Medieval”, Madrid 1989.
-Isabel Mateo Gómez,
"Temas profanos en la escultura gótica española. Las sillerías de
coro", Madrid 1979.
-Isabel Mateo Gómez,
“Sillería del coro. Escenario para el Oficio divino”, en “La catedral de León.
Mil años de historia”, León 2002.
-Welleda Muller,
“Hybrids in Choir Stalls: A myth transgressed or Aristotle Denied?”, Porticvm.
Revista d’estudis medievals, 2012.
-Juan Pérez de Moya,
“Philosofía secreta. Donde debaxo de historias fabulosas se contiene mucha
doctrina, prouechosa, a todos estudios””, Madrid 1585 [utilizo la edición de
1628].
Louis Réau,
“Iconografía del arte cristiano. Iconografía de la Biblia. Antiguo Testamento”,
T1, vol.1, Barcelona 2007.
-Mª Dolores Teijeira
Pablos, “La influencia del modelo gótico flamenco en León. La sillería de coro
catedralicia”, León 1993.
-VV.AA., “Évangiles
des quenouilles”, ms Français 2151 BNF, Brujas ca. 1480 [traducción española: “Evangelios
de las ruecas”, edic. de J. de Olañeta Palma de Mallorca 2000].
-Mónica A. Walker
Vadillo, “Los simios”, Univ. Complutense Madrid 2013.
-Jean Wirth,
“Les marges á drôleries des manuscrits gothique!, Genève 2008.
NOTAS.
-Los tres
manuscritos con miniaturas que he encontrado en que figuren cerdos tocando la
cornamusa son el Sloane 748 (British Library), las “Tres riches heures du Duc
de Berry” (Musée Condé), y el Yale 404 (Yale University Library). El grabado de
los Libros de Horas impresos figura en varios de Pigouchet, y también, aunque
menos, en algunas de Thielman Kerver; desconozco su autor.
-Los “Evangelios [de las ruecas] elaborados y dictados el martes por Dama
Transeline du Croq en la casa y hora acostumbradas” comienzan así: “Cuando llegó el martes, hacia la hora quinta
de vísperas, las mujeres, tanto viejas como jóvenes, comenzaron a llegar de
todas partes y allí se reunieron; ya habían dado a conocer lo que se había
hecho el lunes y lo que se debía hacer el martes por Dama Transeline du Croq,
mujer de buena fama, gentil y de unos sesenta años de edad. Era alta y delgada.
En sus años jóvenes, había vivido con una dama que conocía el arte de la
geomancia, que daba cuenta de algunas cosas del futuro, y con la que aprendió
la adivinación, lo que le aseguró honor y fama. Pero habiendo comido un día una
sopa con Venus, hecha en el caldero del amor, ejerció después su servicio con
los súbditos de ésta. En su vejez, se había retirado y se había unido al
párroco de la ciudad que, noche y día, escuchaba sus confesiones, de manera que
todas las mujeres de la vecindad la tenían en gran reverencia. Llegada, pues,
Dama Transeline, saludó a toda la asistencia y, después de haberme preguntado
si mi pluma estaba lista para escribir, comenzó a hablar de esta manera. …”
- Escribe Pérez
de Moya, en el capítulo XII de su “Philosofia secreta” al tratar de los
Tritones: “Algunos dizen, que los
Tritones son vnos pescados que tienen la forma de hombre: acerca de lo qual
dize Alexandro de Alexandro, que en Epyro auia vna fuente cerca de la mar,
donde yuan por agua las moças, y subia vn hombre marino que dizen Triton, y se
escondia en vna cueua cercana al camino, por donde las mujeres pasauan; y
estaua en assechança hasta ver alguna, a quien tomándola se entraua con ella en
la mar,…”.
-Puede
consultarse por internet en la Biblioteca del Congreso una edición del “Libro del sabio [et] clarissimo fabulador Ysopu historiado
[et] anotado”, impreso por Jacobo
Cronberger en Sevilla en 1521, traducción al castellano de un manuscrito
griego, con magníficos grabados.
Las
fotografías de las misericordias de Colmar y Ripon están tomadas de Wikimedia
Commons; el resto fueron realizadas por el autor del blog.
No hay comentarios:
Publicar un comentario