Sillería
de la Capilla del Colegio de San Gregorio, Valladolid (II).
(SEGUNDA
PARTE)
La curiosísima
escultura, -que decía el Padre Arriaga- de la
sillería de coro de la Capilla del Colegio de San Gregorio, se sitúa en los
apoyamanos; no conozco de la existencia de algún intento de descripción, por lo
que el texto que sigue es tan sólo una hipótesis, un pequeño juego
detectivesco. En uno de los grupos de sitiales hay un claro predominio de
cabezas humanas; en el otro por el contrario la mayoria son animales fabulosos con
tan sólo una talla de un hombre.
Una muestra
del deseo de perpetuar su imagen nos la dió Fray Alonso de Burgos en el
sepulcro que encargó a Simón de Colonia.
Antonio de Lalaing, con motivo del “primer viaje de Felipe el Hermoso a España en 1501” escribió:
Antonio de Lalaing, con motivo del “primer viaje de Felipe el Hermoso a España en 1501” escribió:
“Allí
construyó dicho obispo [Fray Alonso] una capilla donde está enterrado en
sepulcro de alabastro, sobre el cual hay siete u ocho personajes de alabastro
retratados del natural, como el rey, la reina, la princesa de Castilla, hermana
del Archiduque, el príncipe don Juan su marido, el comendador mayor y encima
está sentado un obispo de pontifical”.
El autor de la sillería debió utilizar para inspirarse monedas y alguna estampa o grabado; así, la representación del rey Fernando de Aragón recuerda a su iconografía en el "doble excelente", -moneda entonces acuñada por varias cecas- o a la del cuadro de Diego de la Cruz conocido como "La Virgen de la Merced con la familia de los Reyes Católicos". La de la reina Isabel se parece al retrato que la hizo Juan de Flandes.
Tenemos, de esta manera,
probablemente identificados las imágenes de cuatro de los relieves de los primeros estalos de
la sillería; su autor parece incidir en una dirección iconográfica similar a la
del sepulcro:
-la
princesa de Castilla, Margarita de Austria, hermana del Archiduque y mujer de
Juan de Aragón y Castilla, único hijo varón de los Reyes Católicos,
-el
principe Juan,
-la reina
Isabel la Católica,
-el rey
Católico Fernando de Aragón.
La
ubicación de los motivos ornamentales, las tallas colocadas en los apoyamanos,
parecen obedecer a una cierta intencionalidad; posiblemente se buscase una
finalidad estética y simbólica en los motivos que los decoran. A
señalar las oposiciones que se observan entre medallones de un mismo
apoyamanos.
Así, en el de separación entre los estalos de los Reyes Católicos, y
enfrentados a sus imágenes figuran la representación simbólica de Fray Alonso:
su escudo, -flor de lis en campo sinople, a la que se añade bordura de plata con
cruces dominicanas-, y su recuerdo como perseguidor de herejes asociado al
alboraique. Su inclusión entre los reyes trata de hacerle aparecer como hombre de
confianza y como figura clave en el nuevo orden implantado por aquellos.
Dos cabezas
masculinas con sombreros con beca (tocado consistente en una copa encajada en
una rosca, adornado con una tira de tela muy larga y más o menos ancha) representan a los escolares, clérigos, del colegio. En el Diccionario de
Covarrubias de 1611 se define la “beca” como “cierto ornamento que usaban los
clérigos constituidos en dignidad”, y en el Diccionario de Autoridades de 1726,
entre otras acepciones de esta voz, se recoge la de “una insignia de diversos
colores que usan los clérigos … y es como una faja o lista de una cuarta de
ancho y de cuatro varas de largo; se cruza sobre el pecho y, subiendo por los
hombros, desciende por las espaldas”.
El águila,
con plumaje tallado con minuciosidad, se apoya sobre un tronco. Tiene
habitualmente un significado positivo, aunque en ocasiones presenta un
significado negativo alusivo a la soberbia, al orgullo y al poder mundano.
Se dice en
el Fisiólogo en la versión atribuida a San Epifanio: “El águila, reina de las
aves, recibe el nombre de su muy dilatada vida, ya que llega a vivir un
centenar de años. Cuando envejece se le curva el pico y los ojos se le nublan,
de modo que ni puede ver no tomar aliento. De ahí que vuela hacia lo alto y se
lanza contra una escarpada roca, en la que golpea su pico; se sumerge en las
frías aguas y se expone a los rayos del sol. Entonces caen de sus ojos las
legañas y de nuevo se rejuvenece. Tú, pues, hombre espiritual, cuando te veas
bajo el peso de la multitud de los pecados, sube a lo alto -esto es, a la
propia conciencia de ti mismo- y arrójate contra la piedra -es decir, la
ortodoxia de la fe-; llora la multitud de tus pecados y, tras lavarte en las
aguas perpétuas -es decir, las lágrimas-, caliéntate con los rayos del Sol
-esto es, acércate al calor de la penitencia en la comunidad de los fieles y en
el Santo Espíritu-; arroja las legañas -esto es, los pecados-; enseguida se
renovará tu juventud, como la del águila, y serás llamado justo en la presencia
de Dios”.
[Alboraique:
“corcel que el Arcángel Gabriel regaló a Mahoma sin una forma definida, sin ser
caballo ni mula, macho ni hembra”, para trasladarle de Jerusalen a La Meca en una noche.]
Mas
problemáticas de interpretar parecen otras tallas de la primera bancada.
La figura
masculina con perilla y con terminación puntiaguda del tocado con que cubre su
cabeza podría ser algún personaje de la familia real pero me inclino por la
posibilidad de que se trate de un profeta. A veces, se utilizaba este tipo de
tocados para denotar procedencia oriental, representándose de este modo a los
Profetas del Antiguo Testamento. Su ubicación, -opuesto a la imagen de la reina en el mismo apoyamanos-, le identificaría, desde el punto de vista físico y
moral, como la antesala y sostén de los acontecimientos venideros.
La
referencia a animales y la utilización de alegorías para facilitar la
comprensión de ideas complejas y ayudar en su recuerdo fue muy utilizado en las
homilías. El arte se concebía como una enseñanza religiosa, y los animales constituían símbolos a descifrar. Las criaturas fabulosas eran obra de Dios como cualquier otro animal; sin embargo eran inferiores a los hombres porque no tenían inteligencia, tan sólo les guiaban los instintos.
En la Edad
Media fueron numerosos los textos en que aparecía el infiel o el hereje
descrito como una bestia o monstruo, fuese para simbolizar su maldad fuese para
explicar su poca inteligencia.
Decía el
Padre Arriaga en el siglo XVII que adornaba el coro de la capilla del Colegio
de San Gregorio una sillería de nogal de curiosísima escultura. Hoy podemos sospechar que la dirección
iconográfica de la primera bancada es la de una figuración en la que se buscaba
presentar la unión entre la Monarquía y Fray Alonso al tiempo que se canta su victoria sobre la herejía.
BIBLIOGRAFÍA.
-“Escultura
gótica en Valladolid y su provincia”, Clementina Julia Ara Gil, Valladolid
1977.
-“Aportaciones
al estudio del legado artístico de Fray Alonso de Burgos”, José Ignacio
Hernández Redondo, Bellaterra 2001.
-“Historia
del Colegio de San Gregorio de Valladolid”, Gonzalo de Arriaga, editado por
Manuel Mª Hoyos, Valladolid 1928-40.
-“Trajes y
modas en la España de los Reyes Católicos”, Carmen Bernis, Madrid 1978 y 1979.
-“Viajes de
extranjeros por España y Portugal”, J. García Mercadal, Junta de Castilla y
León, Salamanca 1999
-“Temas
profanos en la escultura gótica española. Las sillerías de coro”, Isabel Mateo
Gómez, Madrid 1979.
-“Castilian
Sculpture. Gothic to Renaissance”, Beatrice G. Proske, Nueva York 1951.
-““El
Fisiólogo” atribuido a San Epifanio”, Santiago Sebastián (Ed.), Madrid 1986.
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