VI. Relieves
laterales, misericordias y apoyamanos. Temas profanos (II).
3.PECADOS Y
VICIOS.
En el Medievo
la taberna era un lugar de mala reputación; estudiantes, aldeanos, viajeros,
prostitutas y también algunos clérigos se reunían para pasar el tiempo
agradablemente. Las apuestas en los juegos de dados o de cartas, el vino, las
canciones, y las mujeres eran allí los entretenimientos habituales; a veces,
los excesos con el vino o las apuestas hacían las veladas peligrosas. La
entrega al vino y a la juerga en la taberna de algunos miembros del clero
provocó incluso las protestas de los procuradores de las ciudades en Cortes
hacia estos clérigos (Valladolid 1442, Madrid 1435,...). La amplia difusión al
final de la Edad Media del juego de dados o de naipes llevó a que fuese
considerado como uno de los vicios de la época; cualquier lugar valía para
echar una partida: la taberna, o la vivienda de un clérigo, el cementerio -"
...a veces los clerigos acostumbran jugar
y juegan dados y tabas y naypes en las dichas yglesias y cementerios dellas..."
(Sínodo de Avila, 1481)-, o el atrio de la iglesia.
Los excesos en
el juego podían acabar con la hacienda de cualquier hombre o con la buena fama
de un eclesiástico. En la sillería de coro de la catedral en un relieve figuran
dos personajes jugando a los dados: uno enseña la cara del dado y el otro se
dispone a sacar el dinero de su bolsa para pagar la apuesta; tras ellos un
diablo arrastra al infierno -avivado por un demonio con un fuelle y anunciado
por un segundo con una trompeta-, a otra persona que se preparaba para jugar. Ciertas
faltas frecuentes entre el clero de la época cuando aparecen representadas en
las sillerías no lo hacen dando protagonismo al religioso.
La presencia de
clérigos en tabernas y su participación en los juegos aparece prohibida en casi
todos los sínodos en los que figura un apartado destinado a "De vita honestate clericorum". Desde
el concilio legatino de Valladolid de 1228 o en posteriores -como el de León de
1267, Burgos 1382 o Salamanca 1497-, con las adecuadas modificaciones se mantenía
la normativa resumida en la disposición: "Establecemos que todos los clérigos diligentes se guarden muy bien de
gargantez y de bebedez... y que se escusen de entrar en las tabiernas, salvo
con necesidat, et con priesa, non lo pudiendo escusar yendo en camino...";
aunque parece claro que la repetición de la normativa durante un período de
tiempo tan largo es un síntoma de su escaso cumplimiento. En un relieve de la
sillería figura representado un monje con capucha rematada en un cascabel; con
su mano derecha muestra un cuenco vacío en señal de que en su bodega ya no hay
vino.
En otro relieve
de las sillas bajas se representa a un personaje con la tripa desnuda subido a
una carretilla para transportarse. Es la representación de la hidropesía o
ascitis, un síntoma que acompaña a diversas enfermedades; la RAE en la 22ª edición
de su diccionario señala tres acepciones para esta palabra: "Sediento en exceso", "insaciable" y "que padece hidropesía". Dado el fin
moralizador de las representaciones marginales de los estalos es probable que
el artesano que realizó el relieve tratase de aludir a la desordenada afición a
la bebida o al pecado de gula; como se dice de Juan Marmolejo en el "Cancionero de obras de burlas provocantes a
risa": "... dejadle pasar,
y entre/ un cuero de vino añejo/ que
lleva Juan Marmolejo/ metido dentro en su vientre;/ y pasito, no reviente".
Las imágenes relativas
a la gula, y en especial a la bebida, en la decoración marginal de los estalos de
la catedral son quizás de las más abundantes tanto referidas a personas
religiosas como laicas, pues la gula fue un pecado sobre todo de clérigos, monjes
y ricos. En “El Espéculo de los legos” [traducción del exemplario “Speculum
laicorum”], una obra que servía de guía para la preparación de sermones se
definía así la embriaguez: “Embriguez es
dicha en latín de “e” que quiere decir fuera, e “bría” que quiere decir medida,
porque el embriago beve fuera de la medida devida y se trata de corregirla”.
En una misericordia un monje parece bailar con una jarra en la mano.
La glotonería y
la embriaguez de los monjes no debía ser muy infrecuente, pues la Regla de San
Benito recordaba que “ningún religioso ha
de mancharse comiendo furtivamente … o fuera de la mesa común”. En otra
misericordia es esta vez un fraile el que figura abrazado a un barril. Francesc
Eiximenis, un influyente escritor franciscano, quizás uno de los autores de la
Corona de Aragón más leídos y traducidos, que murió a comienzos del siglo XV,
pensaba –como san Agustín-, que la gula era el origen de todos los vicios; Vinum et ebrietas auferunt cor” [“El
vino y la embriaguez destruyen el corazón”], escribía en uno de los libros de
su obra más ambiciosa, “Lo Crestià”
[“El Cristiano”].
Otra de las
misericordias presenta a un franciscano agarrado a una olla. Parece claro que, dado la cantidad de
misericordias o relieves de la sillería con este tema, tras todas estas
representaciones existía un sentido moralizador, atacando un pecado entonces
muy extendido en el clero, sobre todo si tenemos en cuenta que en los paneles
altos de las sillas alternaban con escenas bíblicas o representaciones de
santos. Con ellas probablemente se buscaba lo que hacía Eiximenis con una prosa sencilla, llena de exempla para ilustrar y simplificar,
con la que pretendía moralizar a los laicos, tratar de “iluminar, enderezar y despertar, adoctrinar y amonestar a todo fiel
cristiano para que tenga diligente cuidado de su vida y de los caminos de Dios;
para que cada uno se sepa proteger de la multitud de lazos y peligros que
tienen los hombres en esta presente vida; …”.
Un borracho
abrazado a un pellejo es el protagonista de otra pequeña ménsula. Dado que el
Eclesiástico canta las excelencias de la sabiduría y nos ofrece reglas de
conducta en forma de sentencias, muchos pensadores cristianos medievales
recurrieron a este libro para condenar el abuso del vino y sus consecuencias.
Se dice en él p.e.: “Porque en los muchos manjares anida la
enfermedad/ y la intemperancia [el beber demasiado] lleva hasta el vómito”. “A muchos acarreó la muerte su intemperancia,/
y el que se abstiene prolonga su vida”.[Ecco. XXXVII, 33-34]. “Propter
crapulam multi obierunt:/ qui autem abstinens est,/ adjiciet vitam”.
Un borracho agarrado a un tonel aparece en otra misericordia. Son muchos los autores medievales que señalan los peligros que se derivan del abuso del vino. Así, Juan Ruiz, Arcipreste de Hita, dice en el “Libro del Buen Amor”: “Buenas costumbres debes siempre tener/ Guárdate, sobre todo, de mucho vino beber./…”. “Hace perder la vista, hace acortar la vida/ quita la fuerza toda, tomado sin medida/ hace temblar los miembro, la cordura se olvida:/ donde hay mucho vino todo es cosa perdida./ Cosa mala produce: hace el aliento oler/ si la boca mal huele, ¿qué remedio poner?/ las vísceras las quema, llega el hígado a arder/ si quieres amar dueña, vino no has de beber”. El libro del Buen Amor es quizás la obra más importante escrita en la península Ibérica en el siglo XIV. Es una colección de “exempla” mezclados con moralidades, sermones, cantigas de ciego, composiciones líricas profanas y religiosas. El contenido de la decoración de misericordias, relieves, apoyamanos y pomos de la sillería tiene un contenido didáctico similar pero quizás menos cínico y más moralista.
Y así habla Juan Ruiz del pecado de la gula: “Desque te conocí, nunca te vi ayunar,/ almuerças de mañana, non pierdas la yantar,/ sin mesura meriendas, mejor quieres çenar,/ si tienes qué, o puedes, a la noche çaherar [cenar por segunda vez]./ …/Muerte muy rebatada trahe la golosina/ al cuerpo muy goloso e al alma mesquina;/ d’esto ay muchas fablas e estorias paladina;/ desírtelo he más breve por te enviar ayna [pronto]”.
Un borracho agarrado a un tonel aparece en otra misericordia. Son muchos los autores medievales que señalan los peligros que se derivan del abuso del vino. Así, Juan Ruiz, Arcipreste de Hita, dice en el “Libro del Buen Amor”: “Buenas costumbres debes siempre tener/ Guárdate, sobre todo, de mucho vino beber./…”. “Hace perder la vista, hace acortar la vida/ quita la fuerza toda, tomado sin medida/ hace temblar los miembro, la cordura se olvida:/ donde hay mucho vino todo es cosa perdida./ Cosa mala produce: hace el aliento oler/ si la boca mal huele, ¿qué remedio poner?/ las vísceras las quema, llega el hígado a arder/ si quieres amar dueña, vino no has de beber”. El libro del Buen Amor es quizás la obra más importante escrita en la península Ibérica en el siglo XIV. Es una colección de “exempla” mezclados con moralidades, sermones, cantigas de ciego, composiciones líricas profanas y religiosas. El contenido de la decoración de misericordias, relieves, apoyamanos y pomos de la sillería tiene un contenido didáctico similar pero quizás menos cínico y más moralista.
Y así habla Juan Ruiz del pecado de la gula: “Desque te conocí, nunca te vi ayunar,/ almuerças de mañana, non pierdas la yantar,/ sin mesura meriendas, mejor quieres çenar,/ si tienes qué, o puedes, a la noche çaherar [cenar por segunda vez]./ …/Muerte muy rebatada trahe la golosina/ al cuerpo muy goloso e al alma mesquina;/ d’esto ay muchas fablas e estorias paladina;/ desírtelo he más breve por te enviar ayna [pronto]”.
En otra de las
obras del mester de clerecía (literatura medieval compuesta por clérigos), en
el “Rimado de Palacio” de Pedro López de Ayala, al exponer el vicio de la gula
simulando una confesión de sus propias faltas se dice: “Gula e tragonía es un mortal pecado:/ por este fue Adam de paraíso
echado,/ porque quiso comer lo que le era vedado;/ maguera lo comió: caro costó
el pecado./ …/ E dejé yo al pobre de fambre perescer,/ que con pan e con agua
le pudiera acorrer,/ e d’él he poco duelo por verlo ir a perder,/ tanto que al
mi cuerpo cumpla al su placer./ Busco muchas viandas costosas e preciadas,/ de
diversos sabores, ricamente adobadas,/ que a yantar e cena siempre finquen
sobradas;/ muchos pobres fambrientos las tienen deseadas”.
En la Edad Media fue frecuente la asociación entre gula y lujuria, pues se pensaba que los pecados surgían como consecuencia de la práctica de otro vicio. Para Juan Ruiz, p.e., el exceso de vino y de comida aumentan la pasión y el deseo; escribía: “… ca, mucho vino es,/ luego es la loxuria e todo mal después…” [estr. 296]. El vicio más acusado entre los eclesiásticos era su especial “pasión por las mujeres” como puede verse con la lectura de las actas de las visitas pastorales o de los Sínodos. Una misericordia de la sillería muestra el baño mixto de un fraile tonsurado y una mujer. Maeterlinck señala que en el medievo los baños ["turcos"] eran considerados como lugares de placer de mala fama y que se asimilaban con las tabernas y los burdeles, y cita un texto de Van Maerlant en el que sublevándose contra las costumbres depravadas de los prelados, de los monjes y de los príncipes, habla con desprecio de los que se divierten en "los baños y en otros lugares de placer, o donde bailan, celebran, juegan y hacen el amor!".
Para Isabel Mateo en una misericordia de la catedral “un fraile cabalga sobre un hombre, que deja ver el sexo de forma ostensible, del mismo modo que Philis cabalgaba sobre Aristóteles fustigándolo”; según ella debe considerársela como representación de la homosexualidad. El doctor Fernando López-Ríos, en total desacuerdo con la profesora, estima que alude a un rito sado-masoquista, y llama la tención sobre la mano derecha del monje levantada y con los dedos cerrados que juzga como “una actitud inequívoca de sostener un látigo o vara”, recordándonos además que “en las órdenes religiosas, con el fin de domar el espíritu, sus miembros se sometían a cotidianas mortificaciones”; no obstante, al final, supone como alternativa menos rebuscada que la talla de la misericordia podía ser un simple recordatorio para el clérigo que sobre ella se sentase, del “castigo que recibiría por un acto de sodomía”.
La alusión a la lujuria en las tallas de las sillerías de coro es cuantiosa y diversa, siendo la presencia de la mujer un elemento casi imprescindible. En una misericordia de las sillas altas figura una mujer con la cabeza hacia abajo y con el culo al aire que podría estimarse como símbolo de este pecado. Para López-Ríos quizás sea la imagen simbólica del hombre estúpido, “que tiene la cabeza donde deberán estar los pies” (para Azcárate, con la cabeza o inteligencia por debajo del sexo).
Un relieve
dañado de las sillas altas –el correspondiente al tablero en que figura
representado San Pedro-, muestra a un hombre de grandes orejas que levanta sus
piernas al tiempo que muestra sus nalgas. El doctor López-Ríos considera
la imagen como parte de la representación del beso anal, “parte importante en los rituales heréticos, dado que
reflexiona “es a través de la mitología popular de Carnaval, como se pueden
explicar algunas de las tallas de nuestras sillerías relacionadas con la
proctología”.
Los pomos de
las sillas bajas, -al contrario que en los estalos altos donde eran unas
pequeñas esculturas de bulto redondo-, presentan formas casi circulares, y decoran sus caras con figuras que se
contorsionan para adaptarse a la geometría del pomo. La calidad de sus tallas es, en muchas, muy similar a la de las misericordias y su
contenido también parecido pero muy simplificado. Así por ejemplo, en la
composición siguiente se han agrupado cuatro motivos que podríamos denominar
como de temática procaz, y muestran a un humanoide en actitud obscena, un
hombre-pájaro con su pico en el ano, un híbrido semi-humano vestido y con la
túnica levantada y a un personaje rascándose las posaderas.
Dos pomos de las sillas bajas representan a una sirena con cuerpo de mujer y cola de pez. Tradicionalmente se considera que su simbolismo alude a la seducción femenina que puede llevar a la perdición del hombre; el origen del simbolismo procede del “canto de las sirenas” relatado por Ulises en la Odisea [en griego antiguo “seiren”: “las que atan/encadenan”], y la tipología más frecuente en la Antigüedad fue la de la sirena-pájaro.
Dos pomos de las sillas bajas representan a una sirena con cuerpo de mujer y cola de pez. Tradicionalmente se considera que su simbolismo alude a la seducción femenina que puede llevar a la perdición del hombre; el origen del simbolismo procede del “canto de las sirenas” relatado por Ulises en la Odisea [en griego antiguo “seiren”: “las que atan/encadenan”], y la tipología más frecuente en la Antigüedad fue la de la sirena-pájaro.
En una de las
tallas la sirena se peina al tiempo que se mira en un espejo, ahora
desaparecido por estar mutilado parte del brazo que lo sujetaba. Iconografía característica del Gótico, en las
sillerías de coro góticas españolas es un motivo bastante abundante.
Pero en el caso
de León las dos sirenas presenta algunas singularidades que conviene señalar;
así, ambas presentan alas, atributo infrecuente en las sirenas con cola de pez.
La representación de la sirena que perduró hasta el siglo XIII en que se
estabiliza el híbrido con forma de cola de pez obedecía, según señala Isabel
Mateo, a la mencionada por Ovidio en las "Metamorfosis": “A vosotros Aqueloides
(sirenas), ¿de dónde os vienen esas plumas y patas de ave, siendo así que
vuestro rostro es de doncella?”.Refiriéndose ya a la sirena-pez el "Liber monstruorum diversis generibus" del siglo VIII d.C. dice: "Las sirenas son doncellas marinas que seducen a los navegantes con su espléndida figura y con la dulzura de su canto. Desde la cabeza hasta el ombligo tienen cuerpo femenino y son idénticas al género humano, pero tienen las colas escamosas de los peces, con las que siempre se mueven por las profundidades" [Y dado que desconozco el nombre del traductor /a aquí va el texto sin traducir tomado de "Traditions tératologiques"": “Sirenae sunt
marinaepuellae, quae navegantes pulcherrima forma, et cantus mulcedine
decipiunt. Et a capite et usque ad umbilicum, corpore virginali et humano
generi simillimae, squamosas tamen piscium caudas habent, quibus Semper in
gurgite latent”].
La más extraña
de las sirenas de León presenta rostro y parte del cuerpo de mujer, alas, parte
inferior del cuerpo de pez y de extremidades una pezuña y una cola de reptil.
San Isidoro en las “Etimologías” escribía: “Las sirenas se dice que son tres,
en parte mujer y en parte ave, con alas y uñas, y cantaba una con su voz y las
demás con flauta y lira, y de esta manera atraían a los incautos navegantes,…
las sirenas eran meretrices …Se dice que tenían alas y uñas para demostrar el
amor y el saqueo” . Señala Jacqueline Leclercq-Marx que “se puede considerar que los artistas transponían en la piedra [en
este caso la madera] la interpretación
simbólica que los clérigos daban de las Sirenas, cuando las representaban
provistas de cuernos, de colas de serpiente o de pezuñas hendidas, atributos
tradicionales de Satan y de sus esbirros… Recordaban así que la Sirena
simbolizaba también para ellos la triste humanidad deformada por el vicio, o
una de las formas del Vicio mismo”.
BIBLIOGRAFÍA.
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"Cancionero de obras de burlas provocantes a risa", Valencia 1519.
-Ana Arranz
Guzmán, "Fiestas, juegos y diversiones prohibidas al clero en la Castilla
Bajomedieval", Buenos Aires 2003.
-Ana Arranz
Guzmán, "Amores desordenados y otros pecadillos del clero", Madrid
2008.
-Elaine C.
Block, "Corpus of medieval misericords. Iberia", Turnhout 2004.
-Francis Bond,
"Wood carvings in english churches. I.-Misericords", Oxford
University Press, London 1910.
-Mª Dolores
Campos Sánchez-Bordona, Mª Dolores Teijeira Pablos, Ignacio González-Varas
Ibáñez, "Arte, función y símbolo. El Coro de la Catedral de León",
León 2000.
-A. García y
García (direc.), "Synodicon Hispanum", vo. III: Astorga, León y
Oviedo, BAC, Madrid 1984.
-Máximo Gómez
Rascón, "El coro de la catedral de León", León 1994.
-Eduard Juncosa
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según Francesc Eiximenis”, en “Pecar en la Edad Media”, Madrid 2.008.
-Dorothy y
Henry Kraus, "Las sillerías góticas españolas", Madrid 1984. -Jacqueline Leclercq-Marx, "La sirèrene dans la pensé et dans l'art de l'Antiquité et du Moyen Age", Bruxelles 1997.
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Maeterlinck, "Le genre satirique fantastique et licencieux dans la
Sculpture flamande et wallonne. Les misericordes de stalles.", Paris 1910.
-Isabel Mateo
Gómez, "Sillería del coro. Escenario para el Oficio Divino", cap. VI
de "La catedral de León. Mil años de Historia", León 2002.
-Isabel Mateo
Gómez, "Temas profanos en la escultura gótica española. Las sillerías de
coro", Madrid 1979.
-Fray Justo
Pérez de Urbel, “Los monjes españoles durante la Edad Media”, Madrid 1933.
-Clemente
Sanchez, “Libro de los exemplos por A.B.C.”, edición de Mª del Mar Gutiérrez
Martínez, Memorabilia 12 (2009-2010), Valencia.
-Mª Dolores
Teijeira Pablos, "La influencia del modelo gótico flamenco en León. La
sillería de coro catedralicia", León 1993.
-Mª Dolores
Teijeira Pablos, "Las sillerías de coro en la escultura tardogótica
española. El grupo leonés", León 1999.
- Mª Dolores
Teijeira Pablos, "Vicio y ¿castigo? en las sillerías de coro: una visión
crítica del pecado en el tardogótico hispano", Durango 2010.
-Faustina
Vila-Belda Martí, “Imagen y palabra. Los pecados más frecuentes en la
iconografía de Cstilla medieval”, tesis doctoral, Madrid 2.016.
NOTAS.
-Para conocer algunos
aspectos de carácter moral o social de los eclesiásticos de la Corona de
Castilla en los últimos siglos medievales una de las fuentes más interesante lo
constituyen las actas, decretos y constituciones sinodales; de una manera más o
menos detallada los vicios y defectos de los eclesiásticos fueron tratados en
los sínodos. Por la excelente riqueza informativa que contiene es de alabar la excelente
edición de los celebrados en la Península Ibérica desde el IV Concilio de
Letrán (1215) hasta el Concilio de Trento (1545-1563) dirigida por A. García y
García, y publicada por B.A.C., hasta el momento en siete volúmenes. He tenido
en cuenta en especial la documentación del Sínodo de Pedro Manuel,
11-junio-1526, por ser una especie de resumen -con adiciones- de los celebrados
en el siglo XV en León.
-La canción que
alude a Juan Marmolejo del "Cancionero
de obras de burlas..." fue escrita por Antón de Montoro, "el Ropero" de Córdoba, que vivió se
cree entre 1404 y 1477 con la profesión de ropavejero y remendón.
-Entre las
anécdotas curiosas relacionadas con las sirenas mi preferida se refiere a una
miniatura de un manuscrito de finales del siglo XV, folio 3v, de Flavio Josefo
titulado “Antiquités judaïques” conservado en la BNF bajo el código Français
11.
Acompañando a
las criaturas que pueblan el mar una sirena asiste al matrimonio de
Adán y Eva [ángulo inferior izquierdo de la miniatura]. Su presencia es debida a un error en la traducción del
manuscrito del hebreo al latín al escribir “sirena” en lugar de “chacal”
(“thannim”, el plural de “than”, uno de los nombres del chacal).
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