jueves, 27 de octubre de 2011

RETABLOS (II)

El retablo de la Iglesia de Santa María en Dueñas (Palencia).


El retablo mayor de la iglesia de Santa María de Dueñas (Palencia) es uno de los ejemplares tardogóticos más importantes de Castilla.
Según el Libro de Cuentas de 1505-1531, del Archivo Parroquial de Dueñas, su escultura es obra del imaginero maestro Antonio (algunos han supuesto Antonio de Malinas) con el que compartió una parte de la misma un maestro Giralte (Portela cree pudo ser Giralte de Bruselas) que realizó los “santillos” y las figuras de dos profetas. El ensamblaje fue obra de los entalladores Alonso de Ampudia y de Pedro Manso. Pero se desconoce por quien y cómo fue contratado,  así como el nombre de los pintores que le policromaron.
El motivo por el que se encargó el retablo, -fue pagado por los habitantes de Dueñas con aportación de los condes de Buendía señores de la Villa-, debió responder sencillamente a la necesidad de solucionar unas exigencias litúrgicas dentro del templo, con una cierta idea de suntuosidad más que puramente estética; de aquí la generosa utilización del oro, no sólo por ser representación de riqueza o de lujo ( que simbolizaba un mundo superior al de la vida cotidiana), sino por la luminosidad que refleja y que en la mentalidad del gótico indicaba lo divino.
Las parroquias buscaban que los retablos estuvieran muy engalanados,  fueran góticos o renacentistas los adornos,  que, en general, estaban condicionados por la moda o el gusto imperante. Se intentaba, eso sí, que hubiese unas secuencias iconográficas claras, que se identificasen bien los temas y que en los relieves se narrasen las hagiografías que interesasen al que encargaba la obra buscando una puesta en escena convincente y una caracterización adecuada de los tipos humanos y de las situaciones.
Los grandes escultores del momento no solían trabajar para parroquias salvo en casos excepcionales; para estas, solían hacerlo los maestros adscritos al obispado correspondiente. Consecuencia era la frecuente menor calidad y el menor interés por la forma bien trabajada, ya que lo que se buscaba, sobre todo, era que destacase la funcionalidad religiosa y pedagógica. Aunque a veces, si la parroquia poseía algún tipo de protección de algún personaje particular, que donaba una cierta cantidad para la obra que la iglesia se disponía a realizar, surgía la excepción; y la mayor disponibilidad de dinero podía conseguir que el retablo alcanzase una mayor calidad artística.
Entre los vecinos debió existir un fervor entusiasta por la habilidad manual de aquellos artífices que eran capaces de traducir en madera la narración de los hechos sagrados y la interpretación de figuras bíblicas, es decir, capaces de concretar en imágenes visuales lo que los escritos y los sermones contaban mediante la letra impresa o la palabra. Así, cuando se informaba de la llegada al pueblo de los escultores para colocar en su sitio la obra terminada era frecuente la realización de alguna fiesta sagrada o profana en torno al acontecimiento, e incluso el pago de alguna gratificación a los autores. Pero, en general, las parroquias, si bien cuantitativamente eran las que hacían encargos más numerosos, eran las que menos interés ponían en la calidad de lo hecho, en el grado de creación personal o en la novedad de lo realizado.
El retablo de Dueñas debió comenzarse en 1510 y terminarse la escultura en 1516, año en que se estaba policromando; según el Libro de Cuentas se asentó y tasó en 1518.
Se desconoce si existió un contrato escrito en el que se estipulase el programa iconografíco de historias y esculturas; lo más probable es que exisistiesen unas trazas generales en las que se especificase arquitectura y decoración y el resto se fuera estableciendo de palabra. El Libro de Cuentas señala algunas cartas de pago,- documento en el que consta lo que se paga al maestro en un momento determinado por una parte concreta de la obra que ya ha hecho-, pero no permite conocer el coste de la obra en conjunto; una estimación, indica que es probable se sobrepasasen los 700.000 maravedís incluyendose la policromía.
El retablo consta de una amplia calle central, cuatro laterales y cuatro entrecalles más estrechas. Sobre el banco van dos cuerpos en la calle central y tres en las laterales. Todas las imágenes y relieves van cubiertas por doseletes góticos de tracería afiligranada. Un guardapolvos continuo de aire renaciente encuadra el retablo Calvario incluido.
La bancada presenta:
Profeta + San Juan Evangelista (relieve) + San Lucas E. + Rey David (con arpa) + altorrelieve Santo Entierro (calle central) + Profeta (Salomón?) + San Mateo E. + San Marcos E. + Profeta
La figura del evangelista San Juan, en relieve, aparece alojada en una hornacina por lo que posiblemente cumplió la función de sagrario.
El primer cuerpo lleva:
San Bartolomé + rel. Anunciación + rel. Visitación + San Andrés + altorrelieve Natividad (calle central) + San Pablo +rel. Anuncio a los pastores + rel. Circuncisión + Santiago Apostol peregrino
El segundo cuerpo tiene:
(San Judas Tadeo+Apostol) + rel. Epifanía + rel. Huida a Egipto + San Pedro + altorrelieve Asunción de la Virgen + Apostol + rel. Matanza de los Inocentes + rel. Bautismo de Cristo + (Sto. Tomás+Apostol)
El tercer cuerpo muestra:
Profeta + rel. Entrada de Jesús en Jerusalen + rel. Oración en el Huerto + San Juan Evangelista + San Simón +rel. Prendimiento + rel. Flagelación + Profeta
Y en el ático
Ladrón + Calvario + otro ladrón
Los dos ladrones se situan a menor altura que el Calvario.

En total 19 relieves, 18 esculturas grandes, el Calvario y los 2 ladrones; los "santillos", que iban situados sobre peanas en los pilares, han desaparecido.
En el Libro de Cuentas de 1505-1531 se dice que en el retablo trabajaron el imaginero maestro Antonio y los entalladores Alonso de Ampudia y Pedro Manso.
Por lo general, el imaginero era el que hacía las imágenes, fuesen en bulto redondo o fuesen los grandes relieves historiados; el entallador era el que entallaba, el que hacía todas las labores decorativas y adornos del retablo y los pequeños relieves (el término ensamblador casi no se usó en el siglo XVI y sus funciones solían quedar englobadas en las del entallador). Como los retablos iban cuajados de obra de talla decorativa en pilastras, columnas, frisos,etc eran, en general, obra de entalladores, ya que el que trazaba la arquitectura de un retablo tenía que saber labrar esa decoración que iba integrada o adherida a la propia estructura. Se piensa, por esto, que el contratante del retablo fue Alonso de Ampudia, aunque quizás en comandita con Pedro Manso. Al parecer, el diseñador de la estructura tuvo cierto éxito a nivel comarcal pues el trebol que encabeza la parte superior y las molduras de los bordes del retablo se utilizaron de nuevo en Palencia y en Villamediana.
En la época, existía un distinto estatus social entre escultor y entallador. Al escultor se le  consideraba superior y su trabajo se pagaba más salvo en aquellos casos en que el entallador era el contratante y hacía de maestro de la obra. En los retablos contratados por estos era habitual encontrarse con imágenes de estilos diferentes pues todos los grandes relieves y las esculturas se subcontrataban a imagineros. En el caso del retablo de Dueñas la imagínería es bastante homogénea.
Casi todas las figuras de los relieves presentan un estilo semejante. Cuerpos algo achaparrados y macizos, pliegues en los ropajes con tendencia a la horizontalidad, expresiones contenidas, arcos de las cejas pronunciados, cabellos suavemente ondulados, rigor compositivo. Los cuatros Profetas situados en las entrecalles exteriores son más pequeños y de estilo diferente.
Según Proske el peso de la tradición flamenca afecta a la iconografía y a la composición de las escenas del retablo, pero la historiadora considera que ni los tipos, ni el tratamiento de los ropajes, tienen nada que ver con lo flamenco y que pertenecen más bien a tradiciones populares; le relaciona con el retablo de la ermita de Nuestra Señora de la Encina en Arciniega, al que cree de la misma mano. Portela piensa que el maestro Antonio puede ser Antonio de Malinas, que en 1523 cobra unas esculturas en la puerta del Perdón de la Catedral Nueva de Salamanca, pero Felipe Pereda no les relaciona.
El retablo ha llegado hasta nuestros días en bastante buen estado de conservación; lo que es de agradecer.
BIBLIOGRAFÍA.
-Arturo Caballero, “Dueñas. Iglesia de Santa María”, Palencia 1992.
-J. Martí y Monso, “Dueñas. Iglesia de Santa María”, B.S.C.E., 1903-1904.
-Rafael Martínez, “Pedro Manso y el retablo mayor de la iglesia parroquial de Dueñas (Palencia)”, PITTM, nº 73, Palencia 2002.
-J.M. Parrado del Olmo, “Talleres escultóricos del siglo XVI en Castilla y León”, Valladolid 2002.
-Felipe Pereda, “Antonio de Malinas, un escultor de los Paises Bajos en la España del Renacimiento”, A.E.A. 2004.
-F.J. Portela Sandoval, “La escultura del siglo XVI en Palencia”, Palencia 1977.
-B. G. Proske, “Castilian Sculpture. Gothic to Renaissance”, New York 1951.



domingo, 9 de octubre de 2011

SILLERÍAS DE CORO (I)

Sillería del Monasterio de San Benito (Valladolid). (IV)
(CUARTA PARTE)
 
4. PANELES PROFANOS.


Los estalos o sillas están constituidos por dos paneles laterales, con un asiento giratorio entre ellos, rematados por una moldura curvada -o brazal- que servía de apoyo cuando los monjes tenían que ponerse de pie; a estos dos paneles laterales se une un alto respaldo (en Europa se utilizaban antiguos tapices o lienzos pintados) cobijado por un dosel curvo o inclinado que se coronaba con pináculos, cresterías caladas o esculturas de bulto. Sobre este modelo básico se fueron añadiendo algunos elementos pero las grandes diferencias residirán en la decoración.
En la sillería de San Benito los respaldos de las sillas altas estan constituidos por paneles decorados con motivos religiosos (relieve del fundador, o del titular del monasterio que costeó la silla, o de un personaje religiosos o civil relacionado con él) y unos frisos, superior e inferior (más grande), decorados con motivos profanos. Son cuarenta sitiales en la parte alta: treinta y cuatro corresponden a los monasterios benedictinos que formaban parte de la Congregación en aquel momento, y seis a diversos benefactores; cada silla luce su escudo de armas en la crestería. Las sillas bajas son veintiseis y en sus tableros se representan episodios evangélicos de la vida de la Virgen y de Cristo.

4.1. FRISO INFERIOR.

Las sillerías de coro se decoraban con temas muy variados tanto religiosos como profanos.
No existe un acuerdo unánime entre los historiadores sobre el planteamiento por parte del comitente de un programa iconográfico para la realización de la escultura profana o si, por el contrario, fue dejado en manos de los artistas; el clero se interesó fundamentalmente en el programa iconográfico religioso.
Existen en la sillería de San Benito una serie de frisos dispuestos en los respaldos de las sillas altas y en el dosel de las bajas, en los que se desarrolla una iconografía basada en motivos grutescos. Tomados de la antiguedad, responden no sólo a una concepción humanista de vuelta al mundo clásico sino, tambien, a una corriente de pensamiento neoplatónico.
Hacia el año de 1480 se produce un hallazgo arqueológico en Roma que despertó el interés de algunos artistas; fue el descubrimiento de pinturas antiguas de la época de los emperadores en la “Termas de Tito” hoy conocidas como “Domus Aurea” neroniana. Proporcionaron nuevos motivos que vinieron a enriquecer el repertorio ornamental utilizado en las décadas anteriores; los nuevos motivos no hicieron sino multiplicar los modelos. Las salas donde aparecieron aquellas pinturas de la época de Augusto se consideraron, al estar bajo el suelo, como si fueran grutas por lo que se las denominó con la palabra italiana GROTTE, y de donde deriva el nombre con el que es conocida esta forma ornamental: GRUTESCO.
La decoración grutesca presenta más figuras monstruosas o creadas por la imaginación que reales. Para Miguel Angel suponían un entretenimiento y juego visual de formas plásticas; otros señalaban como su valor primordial el simbolismo, marginando el aspecto quimérico y fijándose en el aspecto de metamorfósis, por la que las figuraciones grutescas venían a representar el mundo de los temas mitológicos con un cierto sentido moralizante y con un valor simbólico.
La decoración grutesca no es un simple adorno caprichoso, sino que en ella se mezclan temas y fábulas poéticas, e incluso en ocasiones, se intercalan personajes o escenas bíblicas en forma de alegorías. De esta forma el grutesco adquiere un caracter moralizante y religioso a la vez que una forma de exaltación triunfal.
La supervivencia de los mitos de la Antiguedad se hace más explícita en el Renacimiento, en forma y en temática, que en el arte de la Edad Media. Algunos textos, como la “Genealogía Deorum” de Boccaccio o Las Metamorfosis de Ovidio fueron unas de las fuentes iconográficas teóricas y figurativas.
Los grandes temarios de la decoración grutesca se introdujeron en España bien por los artistas italianos o franceses que trabajaban en España, bien por los maestros españoles que viajaron a Italia y aprendieron allí las nuevas formas decorativas, -caso paradigmático el de Diego de Siloe-, bien por los grabados, estampas o dibujos que circularon por Europa en un comercio muy amplio (como los de D. Hopfer, Zoan Andrea o Nicoletto Rosex por ejemplo).
El repertorio de la decoración grutesca es muy amplio, dado que coexisten elementos de la ornamentación animal y vegetal del gótico con otros tomados de la antiguedad romana  y sobre los que los artistas despliegan su fantasía creando complicadas formas ornamentales o extraños seres monstruosos. En general, no son los maestros conocidos del momento sus autores materiales, sino que utilizaron a equipos de tallistas que se desplazaban de un lugar a otro, y salvo excepciones sus nombres permanecen en el anonimato.
Lo importante no son los temas, sino la forma en que los elementos vegetales y animales se interpretan. Si ánimo de establecer un “corpus” de las figuraciones que aparecen en los grutescos de la sillería se podrían señalar:
-Representaciones de figuras antropomorfas dando preferencia a niños desnudos y/o con alas, jugueteando entre vegetales o animales extraños, y figuras humanas amarradas por sus extremidades de forma vegetal.
-Representaciones de formas fantásticas o “monstruos” creados por combinación de vegetales y animales con una transición de una especie a otra realizada con suavidad. Las figuras “sans nom” (Chastel), las formas híbridas, constituyen el principal repertorio.
-Representaciones de alegorías o de temas mitológicos o poéticos.
-Representaciones de productos fabricados por el hombre, como panoplias militares (formadas por corazas, escudos, yelmos), candelabros, vasos, o cartelas.
-Representaciones de figuras zoomorfas, como caballos (centauros, caballos alados, unicornios), reptiles (dragones, basiliscos) o delfines (ninfas, tritones).
La estructura visual de la decoración grutesca de la sillería presenta cuatro características primordiales: “la simetría”, -las formas grutescas se centran a ambos lados de una línea óptica o real, marcada por un motivo central, que divide la composición en dos partes geométricamente semejantes-, “el movimiento”, -puttos, animales, figuras humanas monstruosas, son elementos móviles-, “la monstruosidad”, -hombre con tronco de reptil y piernas vegetalizadas, ave con tronco humano- , que quizás emana de un pensamiento neoplatónico (principio del conflicto y unión de contrarios), y “la serificación” o repetición de motivos.
En general, los temas responden a la mitología de la Antiguedad clásica y su simbología manifiesta, -dentro de una concepción humanista y neoplatónica (recordemos que se conoce como humanismo cristiano al esfuerzo de conciliación entre el pensamiento pagano y la Biblia)-, el triunfo sobre la muerte y el ascenso a la inmortalidad, que se alcanza con un proceso de depuración de la naturaleza y de la materia que la aprisiona, y cuya expresión plastica la constituye en la sillería los grutescos.

BIBLIOGRAFÍA.

-Manuel Arias Martínez, “Sillería de San Benito el Real”, ficha nº 26 del Catálogo de la colección del Museo Nacional Colegio de San Gregorio, Valladolid 2009.
Ana Ávila Padrón, “Imágenes y símbolos en la arquitectura pintada española (1470-1560)”,
-José Fernandez Arenas, “La decoración grutesca. Análisis de una forma”, Barcelona 1979.
-Isabel Mateo Gómez, Temas profanos en la Escultura Gótica Española. Las sillerías de coro”, Madrid 1979.
-Arantzazu Oricheta García, “La sillería coral del convento de San Marcos de León”, León 1997.
-Luis Rodriguez Martínez, “Historia del Monasterio de San Benito el Real de Valladolid”, Valladolid 1981.
-Mª Dolores Teijeira Pablos, “Las sillerías de coro en la escultura tardogótica española. El grupo leones”, León 1999.
-Ernesto Zaragoza Pascual, “La sillería de San Benito el Real de Valladolid”, en “Nova et Vetera”, nº 19, 1985.

(cont.)