jueves, 15 de noviembre de 2018

SILLERÍAS DE CORO (X)

De la Sillería de coro de la Catedral de León.
II. Pomos en las sillas altas. Los ángeles músicos.


La teoría geocéntrica del universo postulaba el sistema del mundo como un conjunto de esferas transparentes y concéntricas giratorias en cada una de las cuales se situaba un planeta. En el centro la tierra, en la primera esfera la luna, luego seguían los planetas con el sol comprendido entre dos de estas esferas, y finalmente el Cielo, la esfera de las estrellas fijas; de los movimientos de los planetas -las "estrellas errantes"-, se ocupaban unos seres celestiales cristianizados más tarde como "ángeles". Esta concepción del cosmos -tal y como se ilustra en un manuscrito del siglo XIV del "Breviari d'Amor", conservado en la British Library-, estuvo vigente hasta finales de la época medieval, un tiempo en el que la distinción entre ciencia y creencia no estaba establecida aún claramente. 
 
En el cielo de la sillería de la catedral de León, en los doseles o tornavoces de las sillas altas, penden unas diminutas esculturas que representan ángeles músicos; son unas piezas de talla muy burda, de poca calidad, ahora bastante dañadas y difíciles de ver por la oscuridad, el polvo y la altura en que están situadas.

La “música de las esferas” (o la “armonía de las esferas”) es una antigua creencia, vigente durante la Edad Media, fundada sobre la idea de que el universo está regido por relaciones numéricas armoniosas, y que las distancias entre los planetas y la Tierra se corresponden con intervalos musicales. Asignaba las notas de la octava a los cuerpos celestes de forma tal que al moverse estos generaban una música inaudible al oído del hombre; pero si esta no era audible era necesario hacerla presente de alguna manera, y una de las formas más frecuentes fue mediante la representación de instrumentos musicales en las manos de seres como los ángeles que participaban en los movimientos de los planetas (como se observa, p.e., en el manuscrito B del Breviari d'Amor, conservado en la BNF), cuya rotación producía la música de las esferas.  
Se consideraba que Dios había creado el mundo según proporciones matemáticas perfectamente armoniosas y este mundo resonaba más allá de los sentidos humanos. Para Welleda Muller “los ángeles músicos simbolizan el orden armónico del mundo en la iconografía de los estalos de coro y en los manuscritos. No sólo llevan instrumentos destinados a acompañar el canto litúrgico (arpa, laúd, viola, órgano portátil, etc) sino que su simbología es positiva, y los utilizan de forma realista, sin la gesticulación propia de los juglares”.
La división de la música del gran difusor de la filosofía griega en el medievo Boecio (ca. 480- 525), con su “De institutione música” [I,2], en “música mundana” (armonía de las esferas o música del mundo, música inaudible a los oídos humanos), “música humana” (música del hombre o armonía interior que une el alma con los elementos del cuerpo) y “música in instrumentis” (música instrumental, tal como la entendemos hoy, producida por y para el placer de los hombres) perduró durante la Edad Media, y estuvo presente en lo que ahora llamamos manifestaciones artísticas.
De la perpetuación en el medievo de la tradición astro-musical nos lo recuerda el hecho de que la base de la enseñanza universitaria, el quadrivium, unía la aritmética, la geometría, la astronomía y la música. Los pomos de las sillas altas del coro de la catedral de León muestran un aspecto bastante diferente de lo habitual, dado que toman la forma de pequeñas esculturas de busto redondo ancladas al tornavoz mediante una ligera estructura. Si bien conservan su función de señalar la delimitación de los doseles, no presentan dos caras decoradas de forma independiente como ocurre en las sillas bajas; son pequeñas representaciones de ángeles músicos.

Dada la imprecisión de los relatos bíblicos la iconografía de los ángeles ha sido muy variada, máxime cuando por definición son espíritus puros. En el coro de la catedral de León se les representa vestidos con una larga túnica blanca ceñida a la cintura por un cordón y alados (como alusión a su misión de mensajeros). Señala Louis Reau que “contrariamente a lo que pueda suponerse, los ángeles no siempre han llevado alas. El Antiguo Testamento no las menciona. En el sueño de Jacob los ángeles necesitan una escala para bajar del cielo y volver a subir …De hecho, el arte cristiano comenzó por representar a los ángeles en forma de hombres jóvenes ápteros”. En la sillería del coro el problema del vuelo o de la marcha está muy bien resuelto.
Decir cual fue la primera representación de un conjunto de  ángeles músicos es algo verdaderamente difícil sino imposible. Quizás entre las primeras podría citarse la miniatura presente en un manuscrito de comienzos del siglo XII de la obra de San Agustín “La ciudad de Dios” (“De civitate Dei”, Biblioteca Medicea Laurenziana, Florencia, Ms. Pluteus fol.2) donde una serie de ángeles con instrumentos musicales figuran en la parte alta de unos edificios alegoría, quizás, de la Jerusalén celeste.
Como el principal objetivo de la liturgia era la difusión del mensaje cristiano mediante la palabra, en la literatura medieval cuando se habla de la música angélica tan sólo suele citarse sus cantos. La introducción de los instrumentos musicales para acompañarles sería un proceso muy lento siendo el órgano el instrumento utilizado en la liturgia con más frecuencia. En los manuscritos iluminados suele aparecer en su versión portátil manejado por uno o dos ángeles (ya que era necesario accionar los fuelles que permitían su funcionamiento); en el coro de León tan sólo ha subsistido el ángel que actuaba sobre el fuelle, -en la fotografía adjunta se compara con un detalle del tríptico de hacia 1500 del Maestro de San Bartolomé, "Kreuzaltar", conservado en el Wallraf-Richartz-Museum,- ahora situado en una esquina de la sillería, habiendo sido sustituido su compañero o el instrumento musical por una extraña figura.
Los instrumentos con los que aparecían inicialmente los ángeles en los manuscritos iluminados, soporte sobre el que se les representaba con mayor frecuencia, eran sobre todo de cuerda, ya que al formar parte de la familia de instrumentos de débil volumen sonoro les permitía acompañar a la voz; aunque no es este el caso en la sillería de León, al haber sido construida en la segunda mitad del siglo XV, por lo que aparecen la carraca,la flauta, el pandero, las campanillas, la trompeta, ... . En el folio 218 verso del manuscrito Arundel 91 conservado en The British Library, con un texto consagrado a la vida de los santos, se muestra a San Casto acompañado por un juglar con una viola de arco (o fídula) piriforme.
Entre los ángeles músicos de la sillería podemos encontrar alguno con un instrumento musical similar: una viola de arco de tres cuerdas, con caja de resonancia con forma de pera, y que hay que suponer con mástil sin trastes y acabado en un clavijero ( ambos desaparecidos por estar dañada la escultura); el arco tiene su curva hacia afuera.
En la miniatura del folio 218 San Casto lleva un arpa en cada una de sus manos, los pies juntos y los brazos extendidos para formar la letra “T” que introduce el texto “Temporibus quibus Dioclitianus …”. El ángel de la sillería de León tan sólo lleva un arpa –conocida como arpa de trovador o de bardo-, que sujeta con una mano mientras emplea la otra para rasguear sobre las cuerdas; generalmente triangular, las cuerdas son de longitud variable dando las notas más agudas las más cortas. La imagen mas tradicional es la del rey David con el arpa.
A la zanfona o zanfoña se la conoce también como vihuela (viola) de rueda porque perteneciendo a la familia de los instrumentos de cuerda frotados se las hace vibrar por la fricción que produce una rueda de madera untada con resina y movida por una manivela. Proviene del organistrum instrumento utilizado en las iglesias en la Alta Edad Media para facilitar el canto litúrgico. Escribía el Arcipreste de Hita: “Arábigo non quiere la viuela de arco,/ çinfonia, guitarra non son de aqueste marco / cítola,odreçillo non aman caguyl hallaco,/ mas aman la taberna, e sotar con bellaco” [Libro del Buen Amor, 1516].
Las representaciones de los ángeles músicos aumentan su frecuencia de aparición con el desarrollo del culto a la Virgen María y la aparición del “Ars Nova”, corriente de la música medieval en Occidente con la que se designa el conjunto de la música polifónica europea del siglo XIV. A partir del siglo XII se produce una gran expansión del culto mariano y durante toda la Edad Media se llenarán las iglesias de imágenes o retablos dedicados a la Virgen; los ángeles músicos serán de aquí en adelante un símbolo privilegiado de la relación que la Virgen María mantiene con el cielo. Así, por ejemplo, en el Museo Lázaro Galdeano se conserva una tabla procedente del retablo de la iglesia del convento de San Francisco de Tarazona, Zaragoza, realizada en 1439 por Blasco de Grañén, en cuya cartela inferior se lee “Esti retaulo fizo fazer el muyt honorable Moss[én] Sperandeu de Sancta Fe cauallero a honor e reuerencia de la gl[or]iosa Virgen María, …”.
Los cinco ángeles con los instrumentos que portan cuatro de ellos en la tabla del retablo de Tarazona figuran representados en los pomos de las sillas altas del coro de la Catedral de León. Inicialmente la música religiosa había sido principalmente vocal, por lo que el ángel con el libro puede aludir a ella. El canto gregoriano, canto oficial de la liturgia de la iglesia católica en aquel tiempo, podía ser "Responsorial", donde coro y solista alternaban el canto, o "Antifonal", cuando dos coros se sucedían en el canto (junto a las sillerías de coro solía existir una tablilla con la frase "Hic Est Chorus" para señalar el coro que iniciaba las oraciones o los salmos y que debía ser contestado por el coro contrario).
Las Cantigas de Santa María (segunda mitad del siglo XIII) son un conjunto de cerca de 420 composiciones en honor de la Virgen María ilustradas en algunos códices por miniaturas -algunas de ellas con instrumentos musicales de la época-, por lo que no debe extrañar que muchos de los que portan los ángeles de la sillería de León estén representados en ella. Así por ejemplo en la miniatura de la Cantiga 330 figura una persona con unas “tejoletas” o “palillos castellanos” junto a un músico con un “albogue”. El Diccionario de la Real Academia de la Lengua da como una acepción de la voz ”tejoleta” la de “tarreña”, y para esta dice: “Cada una de las dos tejuelas que, metidas entre los dedos y batiendo una contra otra, hacen un ruido como el de las castañuelas”.
En el denominado “Códice de los músicos” de las “Cantigas de Santa María” -en la nº 230 “Tod’ome debe dar loor”-, aparece representado una arcaica gaita medieval, hoy en día muy poco conocida, denominada “chorus” o “chorón”, constituida por una boquilla de madera, una vejiga (bolsa) y un “punteiro”. Pablo Cirio hace referencia a “una carta apócrifa de San Jerónimo a Dárdano (aprox. S. IX) donde expresa: “El chorus es un simple cuero con dos tubos de latón, y uno [el ejecutante] sopla por el primero, y el chorus emite el sonido por el segundo”. En la Frauenkirche de Memmingen (Baviera) existe representado (ca. 1460) un ángel con este aerófono –denominado allí como “platerspiel”- en una configuración muy similar al que porta el ángel de la sillería de León.
Algunos instrumentos son más fáciles de identificar que el “chorus” o las “tejoletas”. Es el caso de un ángel que toca con una flauta de pico, si bien y al contrario de las flautas actuales de ocho parece presentar nueve agujeros.
El pandero suele asociarse en el arte medieval con María, la hermana de Arón, quien según el Éxodo [15:20] bailó y cantó con las mujeres israelitas acompañándose de panderos (“tímpanos” o “tympanis”) para agradecer a Dios la destrucción de los egipcios: “María, la profetisa, hermana de Arón, tomó en sus manos un tímpano, y todas las mujeres seguían en pos de ella con tímpanos y danzando”. La representación más antigua que existe hoy en día, según Mauricio Molina, figura en la Biblia mozárabe de León del 960 [ Ms. 2, fol 40v, Biblioteca de la colegiata de San Isidoro], y muestran a María la profetisa y a las mujeres israelitas.
El laúd fue un instrumento muy utilizado entre los siglos XIV y XVI. Ziryab, en realidad Abu I-Hasan Ali ibn Nafi’, fue un músico persa que introdujo en España –había llegado en el siglo IX, tiempos de Abderraman II-, las melodías orientales de origen grecopersa que serían la base de parte de la músicas tradicionales posteriores de la península ibérica. Modificó los cuatro órdenes del laud tradicional y le añadió una quinta cuerda que simbolizaba  el « puente entre la música y el alma ». En la portada central del Pórtico Meridional  de la catedral se representa a los ancianos músicos en alusión a algunos versículos de Los Comentarios del Apocalipsis de San Juan en los que este describe su visión del cielo: “Alrededor del trono había veinticuatro tronos; y vi sentados en los tronos a veinticuatro ancianos, vestidos de ropas blancas, con coronas de oro en sus cabezas… todos tenían arpas y copas de oro llenas de incienso, …”. En León los “ancianos músicos” portan variados instrumentos musicales entre los que figura el laúd. 
Los cordófonos son los instrumentos musicales que utilizan cuerdas para producir el sonido. No es fácil distinguir entre el grupo de cordófonos con mango quienes están representados en los pomos de las sillas altas del coro, pero dado que la vihuela (o viola) era la denominación genérica utilizada a lo largo de la edad media para referirse a una serie de ellos consideraremos que en la representación siguiente dos de los ángeles llevan entren sus manos una vihuela y de los otros dos, el instrumento sin mástil, es un tipo de salterio denominado a veces canon recto; del otro desconozco su nombre.
El nombre del “salterio” proviene  de su función simbólica y primaria: acompañar el recitado de los salmos (salmodia). La adicción de un teclado en el siglo XIV originaría el “clavecín”. Por la forma de sujetar el instrumento musical el ángel de la sillería podría aludirse a un clavecín, pero su semejanza con el que aparece en la tabla conocida como “La Fuente de la Vida” (ca. 1430-1455) atribuida a Jan Van Eyck  donada al monasterio del Parral de Segovia en 1459 (ahora en el Museo del Prado) podría representar a un salterio.
Parece raro encontrar en León ángeles con instrumentos musicales de percusión pues el tambor de parche, por ejemplo, era visto como un instrumento de connotaciones negativas y vinculado al diablo.A partir de mediados del siglo XIV y hasta finales del siglo XV la mención de los instrumentos musicales en la "música religiosa" fue ganando importancia y aparece un tratamiento más detallado de ellos, aunque se mantiene la presencia de algunos ya anacrónicos.
Johannes Tinctoris, compositor y teórico de la música escribía en 1475: “Si los pintores quieren pintar la alegría de los elegidos, pintan ángeles con instrumentos de música diferentes. No estaría permitido si la iglesia no hubiese pensado que la alegría de los elegidos estaría enriquecida por la música” [“Complexus effectuum musices”]. No obstante, el Concilio de Trento (1545-1563) criticará fuertemente la intrusión de los instrumentos musicales profanos en la representación del cielo. Quizás por esto los años finales del siglo XVI verán disminuir algo la representación de las orquestas de ángeles y aumentarán los ángeles “adoradores” con una función puramente contemplativa; a partir del Renacimiento se verán reducidos a “cabezas aladas” volviendo a proliferar después .
Cuando el traslado de la sillería coral desde el ábside al lugar que ocupa actualmente los entalladores encargados del trabajo no lo hicieron con el cuidado de los verdaderos artesanos y en los ángulos del frontal de la sillería con los laterales realizaron verdaderas chapuzas; y no podía ser menos con las pequeñas esculturas que constituían los pomos de las sillas altas. 
Gracias a ello, y aunque con dificultades, se puede distinguir la presencia de un ángel con un fuelle (parte de un órgano portátil) y la presencia de dos seres extraños barbados  (uno en cada esquina) en el grupo de ángeles músicos: ¿Profetas?, ¿Patriarcas? (lo curioso es que tienen parte de su fijación a la pequeña estructura que los ancla al dosel retalladas para que parezcan alas, -aunque muy distintas a las del resto de los ángeles-, convirtiéndose probablemente de esta forma en los primeros ángeles barbudos esculpidos de la historia). 
Hoy sabemos que no hay música de las esferas pues ni estas existen, ni que los ángeles muevan los planetas ya que estos lo hacen atendiendo a leyes físicas, ni que por el espacio puedan viajar las ondas sonoras dado que en él hay vacío, pero la belleza de algunos pensamientos medievales permanecen.
   
NOTAS.

-La miniatura con la que se comienza este artículo está tomada de un manuscrito del siglo XIV del  “Breviari d’Amor” (un trabajo enciclopédico, compuesto hacia 1290, que explica cómo el mundo es una emanación del amor) escrito por el maestro Ermengaud, que se conserva en la British Library bajo la referencia Royal ms 19 C I –es el folio 50r-, y es accesible por internet en las páginas de la BL. Otro ejemplar interesante del Breviari conservado en esta biblioteca es el registrado como Yates Thompson MS 31.
-Quizás es la BNF la biblioteca que conserva más ejemplares del “Breviari d’Amor”, muchos de los cuales pueden verse por internet en su biblioteca digital Gallica. De allí tomamos una imagen de parte del folio 25v del denominado Manuscrito B en el que se puede ver como los ángeles movían el universo produciendo, en consecuencia, la denominada música de las esferas.
-No se ha considerado en el origen de los ángeles músicos a los denominados “ángeles trompeteros” por considerar que no hacían música sino que su función era la de mensajeros, pregoneros o fueron utilizados para expresar la llegada de la Justicia divina (despertando a los muertos para el Juicio Final p.e.). Nacen de la mano de los ilustradores de los Beatos,-“Comentarios” al Apocalipsis de San Juan-, y se basaron en los siguientes pasajes para su inclusión : “Yo vi entonces a los siete ángeles que están en pie delante de Dios y se les dieron siete trompetas … Y los ángeles que tenían las siete trompetas se dispusieron a tocarlas” [Ap. 8, 2 y ss], y cuando lo hicieron desencadenaron horrorosas calamidades y gran parte de la humanidad pereció. En la portada del Juicio Final de la catedral de León los instrumentos que portan los “ángeles trompeteros” son bien un “añafil” (cristianización del instrumento árabe “nafir”) o bien una flauta.
-En el Pórtico Occidental de la catedral de León, en dos de las portadas, la de San Juan y la del Juicio Final figura un órgano portátil – con la representación de la escena en una más políticamente correcta que en la otra-, similar al que debió existir junto al fuelle que accionaba el ángel situado ahora junto a uno de los patriarcas devenido en ángel barbudo en la sillería del coro.

-Escribía Cesare Ripa en su “Iconología”: “Las imágenes están hechas para significar cosas distintas a lo que se ve con el ojo”.

BIBLIOGRAFIA.
-Capdepón, Paulino: “La música en la época de Alfonso X el Sabio: las Cantigas de Santa María”, en Alcanate VII, El Puerto de Santa María Cádiz) 2010-2011.
-Clouzot, Martine: « Les anges musiciens aux XIVe et XVe siècles, figuration et idéalisation du cosmos divin », in Andrea Von Hülen-Esch et Jean-Claude Schmitt (dir.), Die Methodik der BildinterpretationKolloquien, 1998-2000, Göttingen, actas del coloquio.
-Franco Mata, Ángela: “Un pueblo de piedra para la Jerusalén celeste (Escultura Medieval), en LaCatedral de León.Mil años de historia. León 2002.
-Katz, Israel J.: “Alfonso X, el Sabio, King of Castille and León, musical instruments of Cantigas” en “Medieval Iberia: An Encyclopedia”, New York 2.003.
-Molina, Mauricio: “Tympanistria Nostra: La reconstrucción del contexto y la práctica musical de las panderetas y aduferas medievales a través de sus representaciones en el arte románico español”, Codex Aquilarensis 26, Aguilar de Campoo (Palencia) 2010.
-Perpiñá García, Candela: "Los ángeles músicos: Estudio iconográfico", Valencia 2017.
-Muller, Welleda: “Figures de l’harmonia mundi dans les manuscrits et les stalles gothiques en France”, Médiévales, Vincennes 2014.
-Pablo Cirio, Norberto,: “La gaita en la Edad Media: Aportes para su reconstrucción sonora”, Valladolid 1999. 
-Reau, Louis: "Iconografía del arte cristiano. Iconografía de la Biblia", Barcelona 2007.

Las fotografías de “los ángeles músicos de la catedral están tomadas por el autor del blog; las referentes a las Cantigas de Santa María de la magnífica página web de webcindario; el resto son casi todas de Wikimedia Commons, y de Pinterest a menos que se haya indicado su procedencia en el texto del blog.
                                  
                                                                                                                                (cont.)

jueves, 1 de noviembre de 2018

SILLERÍAS DE CORO (X)

De la Sillería de coro de la Catedral de León.
I. La crestería o coronamiento. ¿Broma, simbolismo o venganza?.


La sillería de coro de la catedral de León se compone de dos niveles de estalos con 76 sillas de las cuales 44 en la parte alta y 32 en la baja. No siempre fue como la vemos ahora ni estuvo ubicada donde lo hace actualmente.
Los respaldos de las sillas altas terminan en unas piezas cóncavas decoradas alternativamente con motivos geométricos o vegetales conocidas como doseles o tornavoces cuya función principal era proteger del polvo el estalo y mejorar la acústica del coro. La separación entre doseles consecutivos se realiza por unas molduras curvas que actúan a su vez de armadura y de las que penden los pomos que en este caso son figuras de bulto redondo que representan ángeles músicos. Los doseles, en su parte frontal, se rematan por paneles rectangulares calados situados sobre una banda continua decorada por entrelazados elementos vegetales y mascarones que, situados bajo unos pináculos, ayudan a individualizar cada silla.
Según la enciclopedia Larousse con la palabra “crestería” se denomina un adorno continuo calado, en piedra, metal o cerámica que se utilizó en la Edad Media y en el Renacimiento para rematar las partes altas de los edificios; y como síntesis de otros diccionarios podemos decir es el conjunto de motivos ornamentales y adornos, principalmente de tipo geométrico o vegetal, normalmente de estructura calada, repetidos en serie que coronan la parte alta de un edificio o de un mueble. La crestería propiamente dicha de los estalos del coro de la catedral de León está formada por pequeños paneles, diferentes para cada silla, rectangulares, decorados con motivos geométricos calados.
En la sillería de la catedral de Santo Domingo de la Calzada, de la que se han conservado algunos textos que aluden a su construcción, se la denomina como  "coronamiento de las sillas altas"; así en la minuta de contrato entre el cabildo y Guillen de Holanda de 7 de diciembre de 1521 se dice: "Otrossi aya de haser e haga la pieça del coronamiento de las sillas altas en la manera como esta fecho e acabado en la dicha muestra...".
En el caso de los estalos de la catedral de León la crestería es un elemento decorativo empleado como remate embellecedor que da testimonio de la importancia concedida en la época a la geometría por el gremio de carpinteros y en general en todos los oficios relacionados con la construcción. Los temas geométricos preferidos en el "coronamiento" leonés son las composiciones de curvas de uno o varios centros; es una geometría básica conocida como de "regla y compás" por utilizar para su concepción tan sólo estos instrumentos.
En general, en la práctica de los carpinteros, se utilizaban los principios de la geometría euclidea trasmitidos desde la época griega por tradición oral; convertidos en recetas constituirían lo que se conoce como "geometría fabrorum" ampliamente empleada por los arquitectos góticos -muchos probablemente "iumetricos" del gremio de los carpinteros-, en la construcción de las catedrales medievales. Conceptos geométricos elementales posibilitan generar gran variedad de formas bastantes de las cuales decoran la crestería de los estalos de la catedral de León.
¿Broma, simbolismo o venganza?. Desde muchos siglos antes de la realización de la sillería, la tradición eclesiástica consideraba la utilización de máscaras como una contestación de la obra de Dios, al modificar la apariencia que había dado al ser humano, y una intromisión del demonio en la vida pues al ser un tipo de engaño su origen sería infernal. Según la RAE, una máscara es una “figura que representa un rostro humano, de animal o puramente imaginario, con la que una persona puede cubrirse la cara para no ser reconocida, tomar el aspecto de otra o practicar ciertas actividades escénicas o rituales”. Los paneles rectangulares calados que constituyen el núcleo de la crestería de los estalos altos del coro de la catedral de León se apoyan sobre una banda continua adornada por máscaras que por asemejar a caras disformes o fantásticas y al ser utilizadas como motivos ornamentales pueden denominarse quizás más propiamente como mascarones.
En las civilizaciones prehistóricas el objeto de las máscaras era ocultar el rostro fundamentalmente en ritos religiosos. El hombre primitivo, además, creía convertirse en el ser que representaba la máscara, fuese un animal o un espíritu, y al personificarse en él podía influir en las fuerzas que le dominaban. Con el desarrollo de la civilización fueron perdiendo el carácter que poseían entre las sociedades primitivas -cultos agrícolas o de caza, ritos de iniciación, ceremonias-, disminuyó su significado religioso y se las introdujo  en funciones de tipo profano. Así, las máscaras antíguas griegas eran de índole religiosa y presentaban expresiones terroríficas; la naturaleza de muchas de ellas era de significación maléfica o apotropaica. La más característica es la de la Gorgona que se creía era capaz de seducir y petrificar al enemigo por lo que se la situó a la entrada del templo de Didymes  destinada a amedrentar a los adversarios de Apolo; también se empleó en los escudos y armas de guerra. Otra máscara importante fue la de Dionisos, dios de la naturaleza, y en cuyo culto gentes enmascaradas realizaban pantomimas; estos cantos  o danzas inicialmente rituales terminarían convirtiéndose en “representaciones teatrales”.
Fueron quizás los etruscos los que transmitieron a los romanos el uso de máscaras funerarias y entre los que se practicó un culto tanto público como privado de las “imagines” de los antepasados. Con el rito de “la devotio” -un jefe se sacrificaba voluntariamente para obtener la victoria para su ejército-, también se relacionaba la máscara de guerra romana que presentaba carácter terrorífico.
En arquitectura la función de los mascarones consistió, en su origen, en alejar los malos espíritus para que no penetrasen en las casas; quizás por eso generalmente se empleaban representaciones de figuras humanas espantosas, aunque con el tiempo se convirtieron sencillamente en motivos ornamentales. Se considera a los artistas del Gótico tardío o del Renacimiento como los que tomaron de la Antigüedad greco-latina los mascarones para utilizarlos con finalidad decorativa.
En las culturas más evolucionadas las máscaras fueron perdiendo su significado religioso y al mismo tiempo su uso disminuyó salvo en las festividades de carnaval. La Iglesia católica prohibió su utilización en la alta Edad Media aunque se siguieron utilizando en los misterios y en los dramas morales que se realizaban en el exterior de las iglesias. 
Los mascarones de la crestería de las sillas altas del coro de la catedral de León representan una variada serie de criaturas infernales. Si bien en la Edad Media no existía un retrato estándar del demonio una serie de caracteres solían ser habituales en Satán y sus mensajeros; era frecuente que sus rostros presentasen exageradas muecas, sobresaliendo en sus bocas generosos dientes o amplias lenguas, que les dotaban de un aspecto agresivo. En 1215 el IV Concilio Lateranense desarrolló el tema del diablo asociándolo al pecado y a la Redención de Cristo; dado que el programa religioso desarrollado en los respaldos de los estalos de la sillería leonesa resalta el papel de los personajes neotestamentarios  y el de los anteriores a la Redención reproduciendo la hipotética separación por grupos en el mundo celestial no debe extrañar la presencia del demonio en lugares marginales de la sillería.
En el medievo la creencia en el diablo era una verdad indiscutida: pertenecía a lo cotidiano de la vida moral. No se contemplaba tan sólo a Lucifer o a Satán sino que existía toda una extraña demoniología de seres de muy variado reclutamiento y que se presentaban bajo formas concretas; según calcula Alonso de la Espina en 1469 su número sería de 133.306.668 o como escribe en el libro V de su "Fortalitium fidei": "La suma de demonios, según cuenta verdadera, es de ciento treinta y tres cuentos, y trescientos seis mil, seiscientos sesenta y ocho". Gran parte del miedo que producía el demonio no era sino el sentimiento de una presencia monstruosa.
La ausencia en la Edad Media de textos que describiesen con detalle la iconografía del diablo llevó a los artesano a crear seres fantásticos que evocasen el mal. La característica principal fue el presentarlo como un ser sencillamente feo, privado de belleza, como una figura sombría, aunque con una constante fluctuación desde lo temible a lo grotesco; probablemente su fin era aterrorizar a los fieles con las amenaza del infierno y sus tormentos.
Con frecuencia las criaturas relacionadas con el demonio presentan una mezcla de caracteres humanos y animales; incluso, a veces, combinan la anatomía de diversas bestias monstruosas en formas fantásticas. Algunos de ellos presentan orejas puntiagudas y la frente cubierta con bastante pelo. Ya a finales del siglo XII, un abad cisterciense, Caesarius von Heisterbach en su "Dialogus Miraculorum" explicaba los diferentes aspectos bajo los que el demonio podía presentarse, informando sobre las diabólicas visiones que asaltaban a veces a los monjes durante sus oraciones en el coro. Según señala Corinne Charles al comentar la obra de Heisterbach los demonios podían adoptar la forma de culebras, gatos, cerdos, osos o monos, p.e., aunque en general mostraban horribles caras y entraban en el coro con violencia: "... daemonem ... intrare cum impetu, ipso aspectu horribilem nimis". En la "Biblia germánica Koberger", un incunable de 1482, en el grabado relativo al Juicio Final se representa a los diablos con rostros similares a las máscaras de la crestería del coro de León.
Los rostros fantásticos tallados en la banda continua que soporta los paneles rectangulares con motivos geométricos que constituyen la crestería de las sillas del coro de la catedral de León pertenecen a los seres maléficos que constituían la diabología medieval pues como escribió Hernando Garrido "al fin y al cabo, el diablo es una metáfora de la máscara. El demonio como las máscaras, tiene poder para transformarse, es en sí mismo una máscara y para la propia iglesia toda máscara era diabólica".
En uno de los mascarones situados en la crestería se representa a un ceñudo semblante que muestra su lengua en su boca entreabierta; probablemente representa a un demonio lamedor. Bastante populares en la época solían tener un simbolismo doble; de un lado la del demonio, asociación entre lo repulsivo y monstruoso con el pecado y la maldad, y de otro como entrada al infierno por su carácter de boca.
Jean Frappier escribió: "Probablemente, la edad media conoció el terror al Diablo, el horror fascinantes de las tentaciones y la atmósfera de la "caza de brujas"; pero sufrió también de esta obsesión, insoportable en los casos extremos. Una necesidad vital de compensación jugó, oscuramente sin duda, ... un deseo no confesado de escapar al complejo del Diablo. El arma empleada ... fue la de lo cómico, ... la edad media creó un Diablo ridículo". Estas imágenes mixtas del diablo, a la vez terrible y bufo, se manifestaron tanto en la pintura o en la escultura como en el teatro de la época -con los demonios dando cabriolas o haciendo payasadas- y figuran en la parte inferior del coronamiento de la sillería de la catedral de León; su gran número y variedad hacen pensar en una cierta revancha sorda y en la existencia de una tensión interna en el autor, intelectual o material, del mueble coral. ¿Broma, simbolismo o venganza?.
Dado el número de mascarones en la crestería, su tamaño, la altura a que están situados, y la oscuridad -debida a la mala iluminación producida por velas o faroles-, la presencia de los seres maléficos era apenas más una sugestión que una verdadera existencia. Quizás por esto, entre tantos, uno de ellos pasa casi desapercibido. Para algún estudioso es la iconografía de un gesto empleado desde antiguo para ahuyentar al diablo, pues los hedores desagradables se asociaban con el fétido olor sulfuroso que se atribuía al 
infierno.
Una de las tallas presentes en la banda continua adornada por máscaras de la crestería expone a una figura que muestra su trasero con las manos separando sus nalgas para mostrar el ano y los genitales. En la Edad Media el humor casi siempre presentaba una segunda intención, y la risa y el miedo suelen estar relacionados. Según algunos escritores -Camille, Grössinger, etc- la flatulencia se consideraba asociada al diablo y al infierno pero los individuos también podían defenderse de él propinándole pedos.
¿Broma,simbolismo o venganza?. Tradicionalmente las interpretaciones populares de la presencia de la talla en el coronamiento de la sillería ha sido atribuida a una broma hacia el canónigo que distraído alzase su mirada hacia lo alto o a una venganza por dificultades en el cobro del artesano entallador autor de la crestería.¿Se reían con ella o quedaban sorprendidos?.


¿Qué hace un hombre enseñando el culo en la catedral de León?. Sin lugar a dudas se quería mostrar a un hombre que defecaba sobre los eclesiásticos que asistían al coro, que por lo general eran los canónigos. El doctor Fernando López-Ríos sugiere varias interpretaciones al respecto; nos dice, por ejemplo, que cuando al hombre durante el Románico “se le representa en cuclillas, adquiere el simbolismo de los condenados o de los vicios (lujuria-avaricia)”, o que podría ser una representación de la necedad para lo que el doctor nos recuerda este pasaje de la vida de Esopo: “…antiguamente hubo un hijo de un rey que por molicie y placer se pasaba mucho tiempo cagando, tanto tiempo, hasta que un día no se dio cuenta y cagó su propio seso. Desde aquel día los hombres, cuando cagan, se agachan por miedo a que también ellos caguen sus sesos. Pero tu no tengas ningún agobio por esto, pues no vas a cagar los sesos porque no los tienes”.

Para Fernando López-Ríos Fernández "... en el coro, en el claustro, recinto de rezo ... la ornamentación es ... simbólica. Siempre que sea posible, buscaremos textos que contengan alusiones que expliquen la escena ...". La British Library conserva un manuscrito del siglo XIV, famoso por sus magníficas marginalias, catalogado con las siglas MS Additional 49622 y conocido como el Gorleston Psalter; un espléndido facsimile  accesible por internet en las páginas de la B.L., y de donde se ha tomado como comparación un detalle del folio 61r. Un salterio o "Libro de salmos" recoge una colección de salmos o composiciones líricas musicales sagradas y con frecuencia va asociado a otros textos religiosos; en el siglo IX era prácticamente el único libro litúrgico que podía pertenecer a un laico. La interpretación relativa al gesto que se muestra en la fotografía como un método empleado desde antiguo para ahuyentar al diablo no es quizás a despreciar.
BIBLIOGRAFÍA.
-Corinne Charles, "Representations of the Devil on some french, italian and swiss choir stalls", Kalamazoo (Michigan) 1996. 
-Jean Frappier, "Chatiments infernaux et peur du diable", Paris 1951. 
-José Luis Hernando Garrido, "La representacion del diablo en la escultura románica palentina", en "Codex aquilarensis" nº11, Aguilar de Campoo 1994.
-Fernando López-Ríos Fernández, "Arte y medicina en las misericordias de los coros españoles", Salamanca 1991.
-José Moya Valgañón, "Documentos para la historia del arte del Archivo Catedral de Sto Domingo de la Calzada (1443-1563)", Logroño 1986.
-Enrique Nuere Matauco, "Dibujo, geometría, y carpinteros en la arquitectura", Madrid 2010.
-Mª Dolores Teijeira Pablos, "Las sillerías de coro en la escultura tardogótica española. El grupo leonés", León 1999.
-Lionel Wall, "Demon carvers and Mooning Men", Ryhall (Rutland).

NOTAS.
-Para Mila, alumna aventajada en los cursos de la Fundación a pesar de sentarse en las últimas filas.
-En las actas del Concilio de Toledo de 1473 figura que "...ya sea en las iglesias metropolitanas, ya sea en las catedrales y en las demás iglesias de nuestra provincia, existe la costumbre por parte de algunos ... de introducir en la iglesia, mientras se celebran los sagrados oficios, espectáculos teatrales, máscaras, monstruos, elementos grotescos, y tantas otras cosas deshonestas y de todos los tipos; por si fuera poco se hace bulla y se recitan poesías lascivas y sermones jocosos, de modo que el oficio divino queda interrumpido y el pueblo se aleja de la devoción". Lo que hoy nos sorprende no extrañaba al clero de finales de la Edad Media.
-Como suele ser habitual cuando se emplea el teleobjetivo también la banda continua decorada por entrelazados elementos vegetales y mascarones de la crestería de los estalo leoneses presenta su pequeña sorpresa: falta el primer mascarón en el lado de la Epístola y entre los elementos vegetales del fondo figuran el esbozo de un extraño cuadrúpedo y una fiera cabeza de animal amenazadora. ¿Un indicio acerca de que el comienzo de la sillería nunca fue como la vemos actualmente o ...?.
-Alonso de la Espina [figura representado en la sillería de León en un panel lateral de los estalos bajos], predicador franciscano, asistió a la ejecución de Álvaro de Luna en 1453 por encargo de Juan II de Castilla. Escribió "Fortalitium fidei" en 1458 aunque al parecer la primera edición se publicó entre 1464 y 1476; el texto es un tratado sobre los distintos argumentos que deben emplearse por los predicadores para oponerse a los detractores del catolicismo. En su libro V profundiza sobre los demonios.
-En el East Midlands -una región del este del centro de Inglaterra- existen una veintena de pequeñas iglesias rurales construidas en el siglo XV que presentan frisos decorativos realizados por una escuela de canteros que se caracteriza por dotarles con una serie de tallas de "demonios"  entre las que figura  la de algún "Mooning man". ¿Casualidad?. ¿Uso de algún patrón común?.
-Un ejemplar de la "Biblia germánica Koberger" puede verse por internet en la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos.

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