jueves, 3 de julio de 2014

SILLERÍAS DE CORO (IX)

De la sillería de coro del monasterio de Santa Mª la Real de Nájera.
2. Apoyamanos.


El coro era la razón de ser del monje cluniacense; la piedad se sustentaba en la celebración de los oficios religiosos de forma que prácticamente la oración privada desaparecía. El monasterio de Santa María la Real de Nájera formó parte de la Orden de Cluny durante muchos años -su relación se materializaba con lazos de plena dependencia jurídica-, por lo que la vida de los monjes estaría centrada en la oración, en el servicio litúrgico, que les ocupaba la mayor parte del día, permaneciendo más alejados del trabajo manual y más volcados hacia el intelectual. A finales del siglo XV, sin embargo, se inició un proceso de alejamiento de Cluny que terminaría con su separación y les llevaría a unirse a la Congregación observante de San Benito de Valladolid con la consiguiente reducción del tiempo dedicado al coro y un aumento de la piedad individualista. Fue en estos años cuando se realizó la sillería del coro alto de Santa María la Real de Nájera.
Los apoyamanos de los estalos del cenobio lucen muchas y variadas imágenes de monjes o frailes en diversas situaciones; en uno de ellos, p.e., figura un frailecillo con anteojos -se estima que los anteojos o antiparras son un invento anónimo nacido en Venecia a finales del siglo XIII-, enfrascado en la lectura de un texto. El monasterio tuvo una importante biblioteca, en especial de libros litúrgicos y religiosos, y la actividad intelectual debió ser importante en él. En otro apoyamanos, de los pocos conservados intactos, aparece encarnada la figura de un clérigo que lee un libro ayudándose con un dedo.
Puede ser interesante recordar que el monasterio fue el lugar donde se redactó la "Crónica Najerense" o que entre las dedicaciones del monje cluniacense ocupaba un lugar privilegiado la copia de manuscritos y su ornamentación. Los apoyamanos de los estalos son unos de los elementos que más presentan las huellas que sobre la sillería ha dejado el "abandono, la negligencia y el vandalismo", hasta tal punto que casi ninguno permanece intacto. Es el caso del brazal que muestra a un monje leyendo un pergamino.
En otro apoyamanos una pequeña sirena, que se peina y se mira en un mutilado espejo, es abrazada por un fraile con la mano derecha mientras acerca la izquierda al oído, aludiendo a la atracción que el canto de las sirenas ejerce sobre los hombres. Entre los libros de la biblioteca, con gran probabilidad, no faltaría algún ejemplar del "Physiologo" o de algún bestiario tal que el "Bestiario Toscano"; en este se dice: "... tiene una voz tan dulce que todo aquel que la oye cantar se acerca por propia voluntad para oírla, y le place tanto el canto de su voz que se duerme; y cuando la sirena sabe que el hombre está dormido, se le echa encima y le mata"; parece claro que la imagen tenía un carácter moralizador dirigido a los clérigos y aludía a cómo la seducción femenina ocasiona la perdición del hombre.
Otro monje, que simula estar arrodillado en oración, al haber perdido las manos, nos impide conocer el objetivo buscado por el entallador cuando esculpió el apoyamanos.
Y algo similar ocurre con una representación en la que el fraile o monje aparece sentado. No debemos olvidar que si para moralizar a los clérigos o a los monjes la autoridad religiosa permitió que en las sillerías de coro se pusiesen en evidencia sus vicios con gran realismo, con la misma intención moralizadora figuran religiosos cumpliendo con sus obligaciones o en sencillas exhibiciones de su vida habitual.
Más difícil puede ser quizás imaginar el sentido de una talla donde aparece un híbrido vestido con una parte del hábito de monje y situado ante una especie de caja o mesa; desconozco el simbolismo, sin duda crítico, que implica.
No siempre el estado de deterioro del apoyamanos nos impide conocer sin embargo su significado. Así ocurre con el que presenta a una mujer que, al mirarse al espejo, ve reflejada en él su calavera; inspirado en la literatura moral cristiana que habla de lo efímero -todos los bienes terrenos y en especial la vida lo son-, la idea de la vanidad solía representarse con fines didácticos iconográficamente enlazada con la muerte, pues para dotar de más fuerza moral a sus enseñanzas se hizo surgir junto a las imágenes de los vicios o de las virtudes la de la muerte. Señala Isabel Mateo que los artista fueron "muy partidarios de representar a la muerte en el momento que es menos deseada, en la juventud, y haciéndose presente a las mujeres que no piensan nada más que en el atractivo de las cosas de este mundo, ocupándose de su toilette, personificando con ello la vanidad de las cosas pasajeras y la sensualidad".
Si bien muchas de las imágenes de los apoyamanos se referían a clérigos y monjes no por ello los entalladores se olvidaron de figuras más tradicionales en estos elementos de la sillería; es el caso de representaciones que tradicionalmente se suelen reconocer como de equilibristas.
Fernando López-Ríos, no obstante, considera que "es a través de la mitología popular del Carnaval" como se pueden explicar algunas de las tallas de los estalos que tradicionalmente se las consideraba como retratos de equilibristas. Al apoyamanos mostrado en la fotografía anterior, p.e., le relaciona con las descripciones medievales del cónclave denominado Sabbath en las que los secretos adoradores del diablo le besaban debajo de la cola; para el doctor López-Ríos, la figura del brazal najerense en la que un hombre desnudo adopta una forma de arco y expone sus glúteos desnudos no sería sino la representación del beso anal, típica escena de algunos rituales heréticos. Otra interpretación que habitualmente se da a estas figuras -a causa de la frecuencia con la que aparecen en las sillerías de coro-, tiene su fundamento en la imagen que otorgaba Platón al hombre estúpido, al que describía como aquel que acostumbra a tener la cabeza -la inteligencia-, por debajo del sexo en el lugar de los pies.
No deja de ser llamativo que muchas de las imágenes que aparecen en los apoyamanos de la sillería del coro del monasterio sean figuras humanas desnudas. Para Elaine C. Block el anterior apoyamanos representa a un "viejo acróbata desnudo" mientras que para otros escritores corresponde a la efigie de un hombre atormentado realizada por algún escultor más cercano a las nuevas formas renacientes que volvían la vista atrás hacia tallas griegas o romanas.
Es probable que las tallas de algunos apoyamanos no tengan un simbolismo específico y tan sólo respondan a una razón ornamental, pues la representación de personajes desnudos como evocación de la antigüedad clásica cercano al modo de hacer italiano se aleja del de los tallistas en madera del norte con los que Beatrice G. Proske relaciona el modo de hacer en la sillería najerense. Entre los apoyamanos con un simbolismo significativo conviene citar uno de los correspondientes a la silla abacial: muestra a un hombre encapuchado que aparece arrodillado junto a su perrillo y ambos miran hacia una lechuza que sobrevuela sobre ellos.
La iconografía cristiana moderna, según Isabel Mateo que sigue a Louis Réau, considera a la lechuza "como la imagen del pueblo judío, ya que es un pájaro de noche que prefiere las tinieblas a la luz, como los judíos prefirieron el error al Evangelio". Su inclusión en el puesto principal de la sillería podría estar justificada con este simbolismo, aunque tampoco habría que despreciar la interpretación de una sencilla escena de costumbres; este puede ser el caso de un apoyamanos que presenta sencillamente a un hombre sentado con una carterita en el cinto.
Siguiendo la tradición de la época no pueden faltar en la decoración marginal de la sillería la representación de animales, en especial fantásticos, tan difíciles de identificar como de atribuirles un significado concreto; podría ser la causa de la representación de un cuadrúpedo de largo cuello.
El caso de un apoyamanos en el que figura un animal que se muerde su propia cola hace referencia para el doctor López-Ríos a la contraposición entre la cara y el culo, habitual en las tallas de las sillerías de coro góticas, como oposición entre el bien y el mal, y que no reflejaba sino el pensar del hombre medieval que vivía en un mundo de antinomias buscando en todo la enseñanza moral.
Diversos apoyamanos presentan esculturas de ángeles muy parecidas; en general su estado de conservación es bastante desolador habiéndose tratado de presentar en la fotografía adjunta las dos más completas. Si bien en la época medieval la función del ángel era múltiple pues existían ángeles de varios tipos -como es el caso en la Anunciación el del ángel emisario o el del ángel guerrero en el de San Miguel-, los existentes en la sillería presentan formas genéricas sin alusión a su función.
En los ángulos que forman las filas de sillas laterales con la frontal, donde se acodan dos sillas, los apoyamanos de los estalos adyacentes se han sustituido por una talla común que aparentemente cumple la misma función aunque en realidad es más que nada ornamental.
En uno de estos "falsos apoyamanos" -en el rincón de las sillas altas del lado de la Epístola- figuran dos aves, con sus largos cuellos entrelazados, peleando por un escudo de armas probablemente fantástico. Las sillas del coro de la catedral de Palencia conservan en sus estalos los blasones de los prebendados; Guadans y Gil se pregunta si los de Nájera no tendrían similar significado.
Y en el mismo ángulo pero ya en las sillas bajas aparecen otras dos aves -con cierto aspecto de dragones-, habiendo doblado el escudo de armas y ahora peleando francamente (una de ellas presenta cuello y cabeza deteriorados). Una hipótesis que no deja de ser una especulación es si no se querría aludir a la polémica existente en el monasterio en el momento que se realizaba la sillería entre los que deseaban seguir formando parte en la Orden de Cluny y los que deseaban unirse a la Congregación observante de San Benito de Valladolid.
En la rinconera de las sillas bajas del coro del lado del Evangelio, en el "falso apoyamanos", figuraba un monje del que ahora tan sólo quedan fragmentos; por el contrario en la correspondiente a los estalos altos aparece representada una curiosa escena: un ser con cabeza humana abraza a un animal con pezuñas al tiempo que le dirige a su ano la lengua.
Para el doctor López-Ríos es la representación en las sillerías de coro más inequívoca del lameculos y lo considera como una imagen de los demonios lamedores; recuerda además que el beso dado en la región sacra tenía connotaciones religiosas pues, p.e., "para los hebreos es una parte indestructible de nuestra alma. Se mantiene unida desde la muerte a la resurrección a dicho hueso".
[Con el fin de mostrar hasta donde puede llegar la estupidez humana he tratado de recoger, casi al azar, en tres fotografías el estado de 18 apoyamanos de la sillería del monasterio (se incluye uno "doble" correspondiente a una rinconera y otro ubicado al pie de un roleo)].
BIBLIOGRAFÍA.
-Elaine C. Block, "Corpus of Medieval Misericords. Iberia", Turnhout (Bélgica) 2004.
-Margarita Cantera Montenegro, "La comunidad monástica de Santa María de Nájera durante la Edad Media", publicado "En la España Medieval", Madrid 2013.
-Rosana Foncea López, "Temas profanos en las sillerías de coro riojanas. Santa María la Real de Nájera (La Rioja)", Logroño 2008.
-Constantino Garrán, "Santa María La Real de Nájera. Memoria Histórica Descriptiva", Logroño 1892.
-Isabel Mateo Gómez,"Temas profanos en la escultura gótica española. Las sillerías de coro", Madrid 1979.
-Fernando López-Ríos, "Arte y medicina en las misericordias de los coros españoles", Salamanca 1991.
-Beatrice Gilman Proske, "Castilian Sculpture. Gothic to Renaissance", New York 1951.
-S. Sebastián (ed.), "El Fisiólogo atribuido a San Epifanio seguido de El Bestiario Toscano", Madrid 1986.
NOTAS.
(cont.)

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