martes, 15 de enero de 2019

SILLERÍAS DE CORO (X)

De la Sillería de coro de la Catedral de León.
VI. Relieves laterales, misericordias y apoyamanos. Temas profanos (II).


3.PECADOS Y VICIOS.

En el Medievo la taberna era un lugar de mala reputación; estudiantes, aldeanos, viajeros, prostitutas y también algunos clérigos se reunían para pasar el tiempo agradablemente. Las apuestas en los juegos de dados o de cartas, el vino, las canciones, y las mujeres eran allí los entretenimientos habituales; a veces, los excesos con el vino o las apuestas hacían las veladas peligrosas. La entrega al vino y a la juerga en la taberna de algunos miembros del clero provocó incluso las protestas de los procuradores de las ciudades en Cortes hacia estos clérigos (Valladolid 1442, Madrid 1435,...). La amplia difusión al final de la Edad Media del juego de dados o de naipes llevó a que fuese considerado como uno de los vicios de la época; cualquier lugar valía para echar una partida: la taberna, o la vivienda de un clérigo, el cementerio -" ...a veces los clerigos acostumbran jugar y juegan dados y tabas y naypes en las dichas yglesias y cementerios dellas..." (Sínodo de Avila, 1481)-, o el atrio de la iglesia.
Los excesos en el juego podían acabar con la hacienda de cualquier hombre o con la buena fama de un eclesiástico. En la sillería de coro de la catedral en un relieve figuran dos personajes jugando a los dados: uno enseña la cara del dado y el otro se dispone a sacar el dinero de su bolsa para pagar la apuesta; tras ellos un diablo arrastra al infierno -avivado por un demonio con un fuelle y anunciado por un segundo con una trompeta-, a otra persona que se preparaba para jugar. Ciertas faltas frecuentes entre el clero de la época cuando aparecen representadas en las sillerías no lo hacen dando protagonismo al religioso.
La presencia de clérigos en tabernas y su participación en los juegos aparece prohibida en casi todos los sínodos en los que figura un apartado destinado a "De vita honestate clericorum". Desde el concilio legatino de Valladolid de 1228 o en posteriores -como el de León de 1267, Burgos 1382 o Salamanca 1497-, con las adecuadas modificaciones  se mantenía  la normativa resumida en la disposición: "Establecemos que todos los clérigos diligentes se guarden muy bien de gargantez y de bebedez... y que se escusen de entrar en las tabiernas, salvo con necesidat, et con priesa, non lo pudiendo escusar yendo en camino..."; aunque parece claro que la repetición de la normativa durante un período de tiempo tan largo es un síntoma de su escaso cumplimiento. En un relieve de la sillería figura representado un monje con capucha rematada en un cascabel; con su mano derecha muestra un cuenco vacío en señal de que en su bodega ya no hay vino.
En otro relieve de las sillas bajas se representa a un personaje con la tripa desnuda subido a una carretilla para transportarse. Es la representación de la hidropesía o ascitis, un síntoma que acompaña a diversas enfermedades; la RAE en la 22ª edición de su diccionario señala tres acepciones para esta palabra: "Sediento en exceso", "insaciable" y "que padece hidropesía". Dado el fin moralizador de las representaciones marginales de los estalos es probable que el artesano que realizó el relieve tratase de aludir a la desordenada afición a la bebida o al pecado de gula; como se dice de Juan Marmolejo en el "Cancionero de obras de burlas provocantes a risa": "... dejadle pasar, y entre/ un cuero de vino añejo/ que lleva Juan Marmolejo/ metido dentro en su vientre;/ y pasito, no reviente".
Las imágenes relativas a la gula, y en especial a la bebida, en la decoración marginal de los estalos de la catedral son quizás de las más abundantes tanto referidas a personas religiosas como laicas, pues la gula fue un pecado sobre todo de clérigos, monjes y ricos. En “El Espéculo de los legos” [traducción del exemplario “Speculum laicorum”], una obra que servía de guía para la preparación de sermones se definía así la embriaguez: “Embriguez es dicha en latín de “e” que quiere decir fuera, e “bría” que quiere decir medida, porque el embriago beve fuera de la medida devida y se trata de corregirla”. En una misericordia un monje parece bailar con una jarra en la mano.
La glotonería y la embriaguez de los monjes no debía ser muy infrecuente, pues la Regla de San Benito recordaba que “ningún religioso ha de mancharse comiendo furtivamente … o fuera de la mesa común”. En otra misericordia es esta vez un fraile el que figura abrazado a un barril. Francesc Eiximenis, un influyente escritor franciscano, quizás uno de los autores de la Corona de Aragón más leídos y traducidos, que murió a comienzos del siglo XV, pensaba –como san Agustín-, que la gula era el origen de todos los vicios; Vinum et ebrietas auferunt cor” [“El vino y la embriaguez destruyen el corazón”], escribía en uno de los libros de su obra más ambiciosa, “Lo Crestià” [“El Cristiano”].

Otra de las misericordias presenta a un franciscano agarrado a una olla.  Parece claro que, dado la cantidad de misericordias o relieves de la sillería con este tema, tras todas estas representaciones existía un sentido moralizador, atacando un pecado entonces muy extendido en el clero, sobre todo si tenemos en cuenta que en los paneles altos de las sillas alternaban con escenas bíblicas o representaciones de santos. Con ellas probablemente se buscaba lo que hacía Eiximenis  con una prosa sencilla, llena de exempla para ilustrar y simplificar, con la que pretendía moralizar a los laicos, tratar de “iluminar, enderezar y despertar, adoctrinar y amonestar a todo fiel cristiano para que tenga diligente cuidado de su vida y de los caminos de Dios; para que cada uno se sepa proteger de la multitud de lazos y peligros que tienen los hombres en esta presente vida; …”.
Un borracho abrazado a un pellejo es el protagonista de otra pequeña ménsula. Dado que el Eclesiástico canta las excelencias de la sabiduría y nos ofrece reglas de conducta en forma de sentencias, muchos pensadores cristianos medievales recurrieron a este libro para condenar el abuso del vino y sus consecuencias. Se dice en él p.e.: Porque en los muchos manjares anida la enfermedad/ y la intemperancia [el beber demasiado] lleva hasta el vómito”. A muchos acarreó la muerte su intemperancia,/ y el que se abstiene prolonga su vida”.[Ecco. XXXVII, 33-34]. “Propter crapulam multi obierunt:/ qui autem abstinens est,/ adjiciet vitam”.
Un borracho agarrado a un tonel aparece en otra misericordia. Son muchos los autores medievales que señalan los peligros que se derivan del abuso del vino. Así, Juan Ruiz, Arcipreste de Hita, dice en el “Libro del Buen Amor”: “Buenas costumbres debes siempre tener/ Guárdate, sobre todo, de mucho vino beber./…”. “Hace perder la vista, hace acortar la vida/ quita la fuerza toda, tomado sin medida/ hace temblar los miembro, la cordura se olvida:/ donde hay mucho vino todo es cosa perdida./ Cosa mala produce: hace el aliento oler/ si la boca mal huele, ¿qué remedio poner?/ las vísceras las quema, llega el hígado a arder/ si quieres amar dueña, vino no has de beber”. El libro del Buen Amor es quizás la obra más importante escrita en la península Ibérica en el siglo XIV. Es una colección de “exempla” mezclados con moralidades, sermones, cantigas de ciego, composiciones líricas profanas y religiosas. El contenido de la decoración de misericordias, relieves, apoyamanos y pomos de la sillería tiene un contenido didáctico similar pero quizás menos cínico y más moralista.
Y así habla Juan Ruiz del pecado de la gula: “Desque te conocí, nunca te vi ayunar,/ almuerças de mañana, non pierdas la yantar,/ sin mesura meriendas, mejor quieres çenar,/ si tienes qué, o puedes, a la noche çaherar [cenar por segunda vez]./ …/Muerte muy rebatada trahe la golosina/ al cuerpo muy goloso e al alma mesquina;/ d’esto ay muchas fablas e estorias paladina;/ desírtelo he más breve por te enviar ayna [pronto]”.
En otra de las obras del mester de clerecía (literatura medieval compuesta por clérigos), en el “Rimado de Palacio” de Pedro López de Ayala, al exponer el vicio de la gula simulando una confesión de sus propias faltas se dice: “Gula e tragonía es un mortal pecado:/ por este fue Adam de paraíso echado,/ porque quiso comer lo que le era vedado;/ maguera lo comió: caro costó el pecado./ …/ E dejé yo al pobre de fambre perescer,/ que con pan e con agua le pudiera acorrer,/ e d’él he poco duelo por verlo ir a perder,/ tanto que al mi cuerpo cumpla al su placer./ Busco muchas viandas costosas e preciadas,/ de diversos sabores, ricamente adobadas,/ que a yantar e cena siempre finquen sobradas;/ muchos pobres fambrientos las tienen deseadas”.
Y en el “Catecismo de Pedro Cuellar” se indica al sacerdote que de la gula “demandará: si fuiste enbriago; e si una vegada es enbriago, es pecado venial; si es commo costumbre es pecado mortal segund desuso es dicho; …, ‘non ayunaste [en los establecidos por la iglesia] tú muy bien e fartaste los pobres que lo anfavan demandando muriendo de fanbre?”, es decir se señala que no sólo era pecado comer de más sino también no dar comida a los pobres. Y Martín Pérez en el “Libro de las confesiones” señala que se peca de gula “Si non partio con los pobres que le pidieron mientras que comia, si lo podía fazer o tenia de que”.
En la Edad Media fue frecuente la asociación entre gula y lujuria, pues se pensaba que los pecados surgían como consecuencia de la práctica de otro vicio. Para Juan Ruiz, p.e., el exceso de vino y de comida aumentan la pasión y el deseo; escribía: “… ca, mucho vino es,/ luego es la loxuria e todo mal después…” [estr. 296]. El vicio más acusado entre los eclesiásticos era su especial “pasión por las mujeres” como puede verse con la lectura de las actas de las visitas pastorales o de los Sínodos. Una misericordia de la sillería muestra el baño mixto de un fraile tonsurado y una mujer. Maeterlinck señala que en el medievo los baños ["turcos"] eran considerados como lugares de placer de mala fama y que se asimilaban con las tabernas y los burdeles, y cita un texto de Van Maerlant en el que sublevándose contra las costumbres depravadas de los prelados, de los monjes y de los príncipes, habla con desprecio de los que se divierten en "los baños y en otros lugares de placer, o donde bailan, celebran, juegan y hacen el amor!".
Para Isabel Mateo en una misericordia de la catedral “un fraile cabalga sobre un hombre, que deja ver el sexo de forma ostensible, del mismo modo que Philis cabalgaba sobre Aristóteles fustigándolo”; según ella debe considerársela como representación de la homosexualidad. El doctor Fernando López-Ríos, en total desacuerdo con la profesora, estima que alude a un rito sado-masoquista, y llama la tención sobre la mano derecha del monje levantada y con los dedos cerrados que juzga como “una actitud inequívoca de sostener un látigo o vara”, recordándonos además que “en las órdenes religiosas, con el fin de domar el espíritu, sus miembros se sometían a cotidianas mortificaciones”; no obstante, al final, supone como alternativa menos rebuscada que la talla de la misericordia podía ser un simple recordatorio para el clérigo que sobre ella se sentase, del “castigo que recibiría por un acto de sodomía”.
La alusión a la lujuria en las tallas de las sillerías de coro es cuantiosa y diversa, siendo la presencia de la mujer un elemento casi imprescindible. En una misericordia de las sillas altas figura una mujer con la cabeza hacia abajo y con el culo al aire que podría estimarse como símbolo de este pecado. Para López-Ríos quizás sea la imagen simbólica del hombre estúpido, “que tiene la cabeza donde deberán estar los pies” (para Azcárate, con la cabeza o inteligencia por debajo del sexo).
Un relieve dañado de las sillas altas –el correspondiente al tablero en que figura representado San Pedro-, muestra a un hombre de grandes orejas que levanta sus piernas al tiempo que muestra sus nalgas. El doctor López-Ríos considera la imagen como parte de la representación del beso anal, “parte importante en los rituales heréticos, dado que reflexiona “es a través de la mitología popular de Carnaval, como se pueden explicar algunas de las tallas de nuestras sillerías relacionadas con la proctología”.
Los pomos de las sillas bajas, -al contrario que en los estalos altos donde eran unas pequeñas esculturas de bulto redondo-, presentan formas casi circulares, y decoran sus caras con figuras que se contorsionan para adaptarse a la geometría del pomo. La calidad de sus tallas es, en muchas, muy similar a la de las misericordias y su contenido también parecido pero muy simplificado. Así por ejemplo, en la composición siguiente se han agrupado cuatro motivos que podríamos denominar como de temática procaz, y muestran a un humanoide en actitud obscena, un hombre-pájaro con su pico en el ano, un híbrido semi-humano vestido y con la túnica levantada y a un personaje rascándose las posaderas.
Dos pomos de las sillas bajas representan a una sirena con cuerpo de mujer y cola de pez. Tradicionalmente se considera que su simbolismo alude a la seducción femenina que puede llevar a la perdición del hombre; el origen del simbolismo procede del “canto de las sirenas” relatado por Ulises en la Odisea [en griego antiguo “seiren”: “las que atan/encadenan”], y la tipología más frecuente en la Antigüedad fue la de la sirena-pájaro.
En una de las tallas la sirena se peina al tiempo que se mira en un espejo, ahora desaparecido por estar mutilado parte del brazo que lo sujetaba. Iconografía característica del Gótico, en las sillerías de coro góticas españolas es un motivo bastante abundante.
                              
Pero en el caso de León las dos sirenas presenta algunas singularidades que conviene señalar; así, ambas presentan alas, atributo infrecuente en las sirenas con cola de pez. La representación de la sirena que perduró hasta el siglo XIII en que se estabiliza el híbrido con forma de cola de pez obedecía, según señala Isabel Mateo, a la mencionada por Ovidio en las "Metamorfosis": “A vosotros Aqueloides (sirenas), ¿de dónde os vienen esas plumas y patas de ave, siendo así que vuestro rostro es de doncella?”.Refiriéndose ya a la sirena-pez el "Liber monstruorum diversis generibus" del siglo VIII d.C. dice: "Las sirenas son doncellas marinas que seducen a los navegantes con su espléndida figura y con la dulzura de su canto. Desde la cabeza hasta el ombligo tienen cuerpo femenino y son idénticas al género humano, pero tienen las colas escamosas de los peces, con las que siempre se mueven por las profundidades" [Y dado que desconozco el nombre del traductor /a aquí va el texto sin traducir tomado de "Traditions tératologiques"": “Sirenae sunt marinaepuellae, quae navegantes pulcherrima forma, et cantus mulcedine decipiunt. Et a capite et usque ad umbilicum, corpore virginali et humano generi simillimae, squamosas tamen piscium caudas habent, quibus Semper in gurgite latent”].
La más extraña de las sirenas de León presenta rostro y parte del cuerpo de mujer, alas, parte inferior del cuerpo de pez y de extremidades una pezuña y una cola de reptil. San Isidoro en las “Etimologías” escribía: “Las sirenas se dice que son tres, en parte mujer y en parte ave, con alas y uñas, y cantaba una con su voz y las demás con flauta y lira, y de esta manera atraían a los incautos navegantes,… las sirenas eran meretrices …Se dice que tenían alas y uñas para demostrar el amor y el saqueo” . Señala Jacqueline Leclercq-Marx que “se puede considerar que los artistas transponían en la piedra [en este caso la madera] la interpretación simbólica que los clérigos daban de las Sirenas, cuando las representaban provistas de cuernos, de colas de serpiente o de pezuñas hendidas, atributos tradicionales de Satan y de sus esbirros… Recordaban así que la Sirena simbolizaba también para ellos la triste humanidad deformada por el vicio, o una de las formas del Vicio mismo”.

BIBLIOGRAFÍA.
-Anónimo, "Cancionero de obras de burlas provocantes a risa", Valencia 1519.
-Ana Arranz Guzmán, "Fiestas, juegos y diversiones prohibidas al clero en la Castilla Bajomedieval", Buenos Aires 2003.
-Ana Arranz Guzmán, "Amores desordenados y otros pecadillos del clero", Madrid 2008.
-Elaine C. Block, "Corpus of medieval misericords. Iberia",  Turnhout 2004.
-Francis Bond, "Wood carvings in english churches. I.-Misericords", Oxford University Press, London 1910.
-Mª Dolores Campos Sánchez-Bordona, Mª Dolores Teijeira Pablos, Ignacio González-Varas Ibáñez, "Arte, función y símbolo. El Coro de la Catedral de León", León 2000.
-A. García y García (direc.), "Synodicon Hispanum", vo. III: Astorga, León y Oviedo, BAC, Madrid 1984.
-Máximo Gómez Rascón, "El coro de la catedral de León", León 1994.
-Eduard Juncosa i Bonet, ““Vinum et ebrietas auferunt cor”. La condena moral por embriaguez según Francesc Eiximenis”, en “Pecar en la Edad Media”, Madrid 2.008.
-Dorothy y Henry Kraus, "Las sillerías góticas españolas", Madrid 1984. -Jacqueline Leclercq-Marx, "La sirèrene dans la pensé et dans l'art de l'Antiquité et du Moyen Age", Bruxelles 1997.
-L. Maeterlinck, "Le genre satirique fantastique et licencieux dans la Sculpture flamande et wallonne. Les misericordes de stalles.", Paris 1910.
-Isabel Mateo Gómez, "Sillería del coro. Escenario para el Oficio Divino", cap. VI de "La catedral de León. Mil años de Historia", León 2002.
-Isabel Mateo Gómez, "Temas profanos en la escultura gótica española. Las sillerías de coro", Madrid 1979.
-Fray Justo Pérez de Urbel, “Los monjes españoles durante la Edad Media”, Madrid 1933.
-Clemente Sanchez, “Libro de los exemplos por A.B.C.”, edición de Mª del Mar Gutiérrez Martínez, Memorabilia 12 (2009-2010), Valencia.
-Mª Dolores Teijeira Pablos, "La influencia del modelo gótico flamenco en León. La sillería de coro catedralicia", León 1993.
-Mª Dolores Teijeira Pablos, "Las sillerías de coro en la escultura tardogótica española. El grupo leonés", León 1999.
- Mª Dolores Teijeira Pablos, "Vicio y ¿castigo? en las sillerías de coro: una visión crítica del pecado en el tardogótico hispano", Durango 2010.
-Faustina Vila-Belda Martí, “Imagen y palabra. Los pecados más frecuentes en la iconografía de Cstilla medieval”, tesis doctoral, Madrid 2.016.

NOTAS.
-Para conocer algunos aspectos de carácter moral o social de los eclesiásticos de la Corona de Castilla en los últimos siglos medievales una de las fuentes más interesante lo constituyen las actas, decretos y constituciones sinodales; de una manera más o menos detallada los vicios y defectos de los eclesiásticos fueron tratados en los sínodos. Por la excelente riqueza informativa que contiene es de alabar la excelente edición de los celebrados en la Península Ibérica desde el IV Concilio de Letrán (1215) hasta el Concilio de Trento (1545-1563) dirigida por A. García y García, y publicada por B.A.C., hasta el momento en siete volúmenes. He tenido en cuenta en especial la documentación del Sínodo de Pedro Manuel, 11-junio-1526, por ser una especie de resumen -con adiciones- de los celebrados en el siglo XV en León.
-La canción que alude a Juan Marmolejo del "Cancionero de obras de burlas..." fue escrita por Antón de Montoro, "el Ropero" de Córdoba, que vivió se cree entre 1404 y 1477 con la profesión de ropavejero y remendón.  
-Entre las anécdotas curiosas relacionadas con las sirenas mi preferida se refiere a una miniatura de un manuscrito de finales del siglo XV, folio 3v, de Flavio Josefo titulado “Antiquités judaïques” conservado en la BNF bajo el código Français 11.
Acompañando a las criaturas que pueblan el mar una sirena asiste al matrimonio de Adán y Eva [ángulo inferior izquierdo de la miniatura]. Su presencia es debida a un error en la traducción del manuscrito del hebreo al latín al escribir “sirena” en lugar de “chacal” (“thannim”, el plural de “than”, uno de los nombres del chacal).

(cont.)

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