Sepulcro
de Juan II de Castilla e Isabel de Portugal. (Cartuja de Miraflores, Burgos).
(CUARTA PARTE)
"Todo lo
que la Edad Media ha pensado de la muerte está grabado en los sepulcros. Hay a
la vez, honra a los muertos e instrucción a los vivos. … ¿Que vamos a aprender
aquí [ante un sepulcro medieval] del gran misterio?. ¿Qué pensaban estos
hombres que nos han precedido de la muerte?. ¿Que nos dicen?”.
Emile Mâle.
2. EL
CUERPO DEL SEPULCRO o PEDESTAL(continuación).
2.2.4. Las
siete figuras del Antiguo Testamento.
Los
sepulcros medievales fueron unos monumentos profundamente religiosos. Junto a
la imagen de la Virgen alimentando al Niño completan los otros siete lados del
sepulcro, -de la zona en que está situado el rey-, las figuras de Abraham e Isaac, José, David, Esdrás, Daniel y Esther; se corresponden con las siete
Virtudes representadas en el lado de la Reina, por lo que posiblemente tuvieron
un significado simbólico complementario, pero la correspondencia no parece muy
clara.
Antes de
tratar de esas esculturas veamos, primero, unas observaciones sobre el sepulcro, guiados
por el texto de Emile Mâle.
Consideraba,
el historiador francés, que en las tumbas medievales se representa a los
difuntos en el estado de bienaventuranza; para él, en tanto que monumento
escultórico, el sepulcro era el lugar en el que ejercitar su memoria y representar la ansiada permanencia de la conservación del cuerpo tras
el juicio final. Observaba que casi “todos los muertos parecen tener treinta y
tres años, la edad que tenía Jesucristo cuando resucitó”; según la doctrina que
exponían los teólogos en la Edad Media, “la edad que tendrán todos los hombres
cuando resuciten como él era”.
La imagen
del difunto no solía presentarse aislada sino acompañada por figuras que
enriquecían el pensamiento; Apóstoles y Evangelistas eran la expresión de su
fe. Pero además el difunto ponía toda su confianza en los efectos de las
oraciones de la Iglesia, porque sabía que las oraciones liberaban el alma.
Así, en los
vértices del sepulcro de Miraflores figuran pequeñas esculturas de monjes
que leen en sus breviarios; leen, sin ninguna duda, lo que la Iglesia llama la “commemoratio
defunctorum”, y lo
que los yacentes creen oir murmurar en su oído son los salmos de penitencia,
los versos del Introito de Esdrás y todas las lecciones de la liturgia fúnebre.
Estas oraciones eran preciosas y eficaces; se comprende que el cristiano haya
querido conservar sobre su sepulcro el recuerdo de estas oraciones de la
Iglesia.
Las figuras
del Antiguo Testamento pueden ser, según lo anterior, componentes de un
programa iconográfico que profundiza en el tema del “descanso” espiritual,
-hasta la “resurrección de los muertos”-, pues el sepulcro de Miraflores
presentaría a los reyes en el estado de bienaventuranza, habiéndoles mostrado
el escultor, -al que las concepciones religiosas medievales habrían guiado la mano-
con los cuerpos que imagina tendrían tras la resurrección. Según la Liturgia,
una piedad infatigable, -y que no dejaba jamás de perdonar- era lo que
caracterizaba a Dios; la confianza en las oraciones que la Iglesia recitaba por
los muertos era lo que los artistas trataban de expresar.
2.2.4.1. Esdrás.
La figura
de Esdrás, para Gómez Bárcena probablemente una de las más conseguidas del
taller de Siloe, aparece como la de un joven con pelo largo hasta los hombros,
vestido con túnica sujeta por cinturón y manto; en la mano derecha sostiene una
copa y con la izquierda una bolsa. Para don Manuel Gómez Moreno su autor fue
Felipe Bigarny, opinión que parece compartir Isabel del Río de la Hoz.
La figura de
Esdrás no es muy frecuente en la iconografía por lo que quizás merezca la pena
buscar algunos datos. Fue sacerdote de los judios en Babilonia y escriba en la
Ley de Moisés; estando entre los cautivos en Babilonia se le dio permiso para
regresar a Palestina con otros judíos y se le concedió autoridad para reorganizar la comunidad judía en
Jerusalem y Judea. El rey de Persia, Artajerjes, le aportó una cierta cantidad de
dinero que le permitiría comprar carneros para ofrecer en el Templo de Jerusalem.
Se le considera autor no solo del libro canónico de su nombre sino, sobre todo,
del apócrifo conocido como 4 Esdras, -en ocasiones incorporado a la Vulgata-,
relato de un viaje a ultratumba en el que se contienen siete visiones
proféticas; este último libro fue bastante conocido en la Edad Media en España.
La bolsa
que sostiene en la mano izquierda puede significar el dinero que llevó a
Jerusalem, y la copa simbolizar la séptima visión de Esdrás en la que hace
referencia al don de la profecía recibido con estas palabras: “al día siguiente
una voz me llamó y dijo: bebe lo que yo te doy a beber; y entonces abrí mi boca
y he aquí que él me proporcionó una copa llena como si fuese con agua
pero su color era de fuego y yo lo tomé y bebí; y después mi corazón entendió y
la sabiduría creció en mi pecho, pues mi espíritu fortalecía mi memoria” [4
Esdras 15, 38-40]. Es también a Esdrás a quien se le atribuían las palabras del introito de la
misa de difuntos: “Requiem aeternam dona eis Domine, et lux perpetua luceat
eis”; y probablemente
la razón por la que figura en el sepulcro.
2.2.4.2. Daniel.
Para Yarza
la figura de Daniel “se diría realizada por alguien al margen [del taller], bien contratado por
el maestro para un trabajo concreto…”; para Isabel del Río su autor habría sido Felipe Bigarny.
Se le representa de
mediana edad, -no joven como se acostumbra-, con manto y túnica de cuello adornado con
borlas y bonete; lleva en su mano
izquierda (le falta el brazo derecho) una filacteria. A sus pies dos pequeños
leones, su atributo más conocido.
Wethey vio escrito detrás de Daniel, en el cuerpo del sepulcro, la siguiente inscripción:
“Amor, ve dovas, como vieres asi as”; su significado y porqué razón figura allí la
inscripción es un misterio. Se piensa que la presencia de Daniel en el sepulcro se deba a
que su figura podía tener una función de “encomendación” pues aparece en la
lista de la “commendatio animae”, plegaria que enumera casos de intervención divina en favor
de un fiel y expresa el deseo de que Dios ejerza la misma benevolencia (se
citan a Isaac que fue salvado del sacrificio, David que venció a Goliath,
Daniel que salió ileso de entre los leones,etc); “Libera, Señor, el alma de tu
siervo así como liberaste a Daniel del foso de los leones”.
2.2.4.3. David.
Se le
representa sentado, de edad avanzada, con barba y con la corona sobre la
cabeza; viste túnica y manto sujeto por un broche. Con la mano derecha sujeta
un arpa y, según Wethey,con la izquierda, que ahora falta, sostenía otra
apoyada en su rodilla izquierda. Es el supuesto autor del Libro de los Salmos.
Fue el
segundo rey de Israel y según la iconografía del Árbol de Jessé, -árbol
genealógico cuya rama más alta lleva hasta la Virgen y el Niño-, aparece como hijo
de Jessé. Se considera que algunos episodios de su vida, tales como sus
victorias sobre el león y Goliath, anuncian la victoria de Cristo sobre Satán.
Su presencia en Miraflores podría tener una función de “encomendación”, pues
figura también en la “commendatio animae”. Además, si la consideramos junto con la escultura de la reina
Ester, configurarían dos modelos de monarcas justos.
2.2.4.4. Abraham
y el Sacrificio de Isaac.
“Después de
todo esto quiso probar Dios a Abraham, y llamándole, dijo: “Abraham”. Y este
contestó: “Heme aquí”. Y le dijo Dios: “Anda, coge a tu hijo, a tu unigénito, a
quien tanto amas, a Isaac, y ve a la tierra de Moriah, y ofrécemelo allí en
holocausto sobre uno de los montes que yo te indicaré” [Génesis 22] . Aunque
destrozado por la pena, Abraham accedió al mandato, pero un ángel lo detuvo en
el último momento y le ordenó sacrificara un carnero en su lugar. Componen la
representación de Miraflores las tres figuras: Abraham, Isaac y el ángel en una
composición rectangular con una buena tensión dramática y una caracterización
vibrante del patriarca envejecido.
El
simbolismo del sacrificio de Isaac es muy complejo. Los teólogos interpretan
los hechos como prefiguras de la vida de Cristo y el Sacrificio de Isaac se
pone en paralelo con “llevar la Cruz”. Puede también considerarse como el
símbolo de la Obediencia total a la voluntad de Dios . Su presencia en el
sepulcro podría tener una función de “encomendación”, pues es también nombrado en la
“commendatio animae”.
2.2.4.5. José.
Se le
representa imberbe, con pelo largo y rizado, cubierta su cabeza con un sombrero
adornado por diadema o corona. Viste túnica y manto abrochado en la parte
superior con un cuello muy decorado; del cinturón cuelga una bolsita y del
cuello una doble cadena dorada. Aparentemente sostuvo alguna vez un corto
bastón en su mano derecha, y en su izquierda quedan restos de un paño no muy
explicable. Una ondulada filacteria le rodea la cabeza.
La historia
de José a manos de sus propios hermanos, y de como fue tirado a un pozo, para
intentar engañar a su padre contando que había sido despedazado por una fiera,
ha sido interpretada como la introducción del hombre en el sepulcro, y su
milagroso rescate como tipo de resurrección.
2.2.4.6. Sansón.
En
Miraflores se le representa sentado, boca entreabierta, pelo no muy largo, con
unos rizos que pueden aludir al corte de Dalila pues parte del pelo aparece
cortado en el suelo. Viste túnica y manto. Con la mano izquierda sostiene una
columna quebrada, emblema de su fortaleza, ya que alude a la destrucción del
templo de los filisteos; en la derecha, cerrada, tiene algo irreconocible.
Según F.
Pereda, siguiendo a Nicolás de Lyra en su exégesis del Libro de los Jueces, Jue
[13-16], “en el descenso de Sansón a Gaza debemos entender el descenso de
Cristo a los infiernos”, en su sueño hasta medianoche la “resurrección de
Cristo” y por el texto en que arranca las puertas de Gaza, la bajada de Cristo
al infierno y la conducción de los patriarcas hasta los cielos. Para L. Reau,
Sansón abriendo la boca del león es el símbolo de la victoria de Cristo sobre Satán.
2.2.4.7 La
reina Ester.
La
escultura de Ester es, según Wethey, “una desgraciada chapuza, perpetrada por
un principiante del taller de Siloe, que calculó mal su tamaño por lo que fue
necesario colocarla sobre un pedestal”.
Sentada, lleva sobre su cabeza una corona, y de su cuello cuelga una cadena con medalla con un cordero en relieve; en la mano izquierda sostiene un globo dorado, en la derecha un fragmento de un cetro, -recuerdo del favor de su esposo Asuero [Es 4,11; 5,2]-, y sobre su pierna descansa un libro. Viste traje y manto con abundantes plegados.
Sentada, lleva sobre su cabeza una corona, y de su cuello cuelga una cadena con medalla con un cordero en relieve; en la mano izquierda sostiene un globo dorado, en la derecha un fragmento de un cetro, -recuerdo del favor de su esposo Asuero [Es 4,11; 5,2]-, y sobre su pierna descansa un libro. Viste traje y manto con abundantes plegados.
La historia
de Ester, segunda esposa del rey Asuero de Persia, guarda numerosos parecidos
con lo que aconteció en el reinado de Juan II e Isabel de Portugal. El rey
Asuero había caído bajo la perversa influencia que ejerció sobre su reinado el
cruel Amán, -llegó a intentar el exterminio de los judíos-, al que entregó su
voluntad. Sólo la reina Ester fue capaz de abrir los ojos de Asuero
consiguiendo la muerte trágica de Amán y la reinstauración así de la justicia en su reino.
2.2.5. Decoración
de las caras laterales del sepulcro.
Las caras
laterales del sepulcro,
no sólo
alojan en pequeñas capillitas con dosel, las imágenes que hemos descrito antes,
sino que están ampliamente decoradas. Son innumerables las figuras decorativas
dispersas por las paredes. Cada canopio, cada pedacito del detalle
arquitectónico, sostiene a algún minúsculo ser humano.
El canopio
situado sobre David, por ejemplo, se dedica a los monjes dominicos, pero la
mayor parte de las diminutas figurillas ( de unos 5 cm de altura), no tienen
ningún significado.
Más
significativo son los putti. Actúan como cariátides en las esquinas, luchan con
los leones, se mezclan en el follaje entre animales fantásticos,
2.3. Arbotantes
(a modo de). Vertices interiores de la estrella.
Haciendo de
bisetriz en cada uno de los ángulos entrantes del prisma que constituye el
cuerpo del sepulcro hay ocho pantallas a modo de arbotantes, constituidos por
dos cuerpos de ventanas gemelas con arco conopial en el cuerpo superior, -donde
originalmente hubo una pequeña estatua (ahora la mayoría desaparecidas)-, y
arco agudo en el inferior.
De las ocho
pequeñas estatuas, (de unos 20 a 25 cms), quedan cuatro, y una al menos es
moderna. En la estructura bisetriz entre la Virgen con el Niño y el relieve de
Abraham hay una figurilla de un hombre cuya cabeza se ve claramente ha sido
restaurada:
En el
“arbotante” situado entre las esculturas de José y de Sansón hay una pequeña
Magdalena con restos de policromía en el vaso de unguentos que lleva entre sus
manos y trazas de pintura azul en los bordes de su vestido.
Para Wethey "la base de la estatuilla no se corresponde con su postura, y su estilo no tiene relación con la escuela de Siloe. Incuestionablemente fue tomada de otro monumento y colocada aquí en fecha posterior. Una cabeza del siglo XVIII se adhirió a un cuerpo del siglo XV".
En la
estructura situada entre las esculturas de David y Daniel se muestra una
estatuilla de una figura masculina muy parecida a la de los "Profetas" barbudos.
Entre la
Justicia y la Fortaleza encontramos una figura femenina sin atributo que la
identifique, posiblemente realizada en el siglo XVIII.
El ondular
de la ropa y la elegante cara y cabello indican la época en que fue realizada
(Wethey dixit). Mª José Martinez Ruiz, en un artículo publicado en la revista
Goya en 2006, señala que una de las estatuillas que aparecía en uno de los
“arbotantes”, en fotografías de comienzos del siglo XX, “hoy en día no sólo ha
desaparecido de allí siendo sustituida por otra, sino que la original
actualmente se encuentra en una colección particular. Es más, hubo de salir de
la cartuja precisamente en el curso de esas curiosas intervenciones que
tuvieron lugar en torno a 1915 [se refiere a las de José Mª de Palacio y
Abárzuza, conde de las Almenas]”. La revista publica en ese número una
fotografía de la estatuilla desaparecida, -considerada por el conde como “la
perla de su colección”-, en no muy buen estado consecuencia de haber permanecido
enterrada, en la finca de Canto del Pico (Torrelodones, Madrid), durante la
guerra civil. Representa a una figura barbada, con la cabeza cubierta, y
sosteniendo en sus manos un libro abierto.
2.4. Vértices
exteriores de la estrella.
En los dos
vértices principales, eje oeste-este, del prisma estrellado que constituyen el
cuerpo del sepulcro se levantan, a modo de pilares, unos templetes de dos cuerpos,
el inferior
decorado con motivos geométricos, y el superior con ornacinas adornadas por
doseletes conopiales y ocupados en cada una de sus tres caras por monjes cartujos
sentados, la cabeza cubierta por capucha y un libro entre sus manos.
En los otro
seis vértices de la estrella, en la parte inferior, y sobresaliendo del cuerpo
del sepulcro hay unos grandes escudos
sostenidos lateralmente por dos leones coronados y en la parte inferior
por putti en forzadas posiciones, con las armas del rey Juan II de Castilla o
de la reina Isabel de Portugal.
O unos
escudos más pequeños, con las armas del rey o de la reina, sostenidos
lateralmente por dos leones coronados que vuelven hacia atrás sus grotescas
cabezas; bajo ellos un león y unos putti.
Encima de
los escudos, y rodeados de rica decoración, cuatro personajes con tocados
diversos y vistiendo túnica y manto. No tienen atributos pues su función es
probablemente decorativa.
Se considera que representan a “Profetas”, y a lo largo del sepulcro suelen presentarse juntos dos jóvenes de
cara fina y dos más viejos y barbados con un libro o una filacteria entre sus
manos. Son dieciséis en total.
BIBLIOGRAFÍA.
-Mª Jesús
Gomez Bárcena, “Escultura gótica funeraria en Burgos”, Burgos 1988.
-Manuel
Gómez Moreno, “Las Águilas del Renacimiento español”, Madrid 1941.
-Emile
Mâle, “L’art religieux de la fin du Moyen Age en France”, 7ª ed., Paris 1969.
-Mª José
Martínez Ruiz, “Las aventuradas labores de restauración del Conde de las
Almenas en la Cartuja de Miraflores”, revista Goya, nº. 313-314, 2006.
-Felipe
Pereda, “El cuerpo muerto del rey Juan II, Gil de Siloe, y las imaginación
escatológica”, Madrid 2001.
-Beatrice
Gilman Proske, “Castilian sculpture. Gothic to Renaissance”, New York 1951.
-Isabel del
Río de la Hoz, “El escultor Felipe Bigarny (h. 1470-1542)”, Salamanca 2001.
-H.E.
Wethey, “Gil de Siloé and his school”, Cambridge (USA) 1956.
-Joaquín
Yarza Luaces, “Los sepulcros reales de la Cartuja de Miraflores”, Madrid 2007.
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