Retablo del Árbol de Jesé (Capilla de la Concepción,
Catedral de Burgos).
SEGUNDA PARTE.
El Árbol de Jesé,
tradicionalmente calificado como representación de la genealogía de Cristo, se
basa en la profecía de Isaías, "Y
brotará una vara del tronco de Jesé, y retoñará de sus raíces un vástago. Sobre
el que reposará el espíritu de Yavé" [Is. XI, 1-2], interpretada desde
San Jerónimo -Eusebio Hierónimo de Estridón, traductor de la Biblia del hebreo
y del griego al latín en edición conocida como "Vulgata"-, como el
anuncio en el Antiguo Testamento del nacimiento de Cristo de la Virgen.
En la parte baja del árbol,
en el retablo que preside la capilla funeraria de don Luis de Acuña de la catedral
de Burgos, hay una magnífica escultura de grandes dimensiones: Jesé recostado.
Descansa como si estuviera dormido, con las piernas cruzadas, la cabeza apoyada
en una mano.
Es un hombre de edad
avanzada con el pelo oscuro cubierto por una toca larga y estrecha enrollada a
la cabeza -usada por los árabes y después también por los cristianos-, y
conocida como alfareme o alhareme. De parte de su estómago surgen unas raíces
menudas que terminan por convertirse en un grueso tronco: es el conocido como
árbol de Jesé.
Desde Tertuliano se empezó a
interpretar que Jesé era el padre de David -aunque según el Libro de los Reyes
I, el nombre del padre era Isaí-, y que en los versículos de Isaías se hacía
referencia a Jesús y María. Según el evangelista Mateo [I, 5-7] "Obed engendró a Jesé, Jesé engendró al rey
David, David a Salomón en la mujer de Urías; Salomón engendró a Roboam, Roboam
a ...". Es el inicio del árbol genealógico de Jesús y María.
Las primeras
representaciones del Árbol de Jesé datan de finales del siglo XI cuando los
Padres de la Iglesia y los teólogos de la Alta Edad Media glosaron el texto de
Isaías; esta imagen se convertirá además, ya en el siglo XII, en la ilustración
escogida para representar la genealogía de Cristo del inicio del evangelio de
Mateo. Hasta prácticamente el siglo XIV en el "árbol" se presentaba
habitualmente unas imágenes disociadas de la Virgen adulta y de Cristo y
aquella aparecía representada bajo la imagen de Cristo adulto en actitud de
bendecir. Es lo que puede observarse en muchos manuscritos -en particular en Biblias
latinas-, como el conservado en la British Library bajo la signatura Egerton
2908 f.294 ( y que puede verse por
internet en la magnífica web de la biblioteca londinense).
A principios del siglo XV,
en la Europa continental, la figuración en el Árbol de Jesé de dos personajes
independientes, Cristo y María, cambia a la de la pareja formada por la Virgen
con el Niño; es el caso de los manuscritos conocidos como Biblias Historiadas
(o "Bibles Historiales") .
Esta mutación iconográfica pone en valor y acentúa la humanización y maternidad
de la Virgen; e implícitamente hace
referencia a la Inmaculada Concepción.
En el retablo de la catedral
de Burgos -el de la capilla funeraria de don Luis de Acuña-, la Madre y el Niño
salen de una flor ocupando el lugar de
la "flos" de la profecía, "Egredietur
virga de radice Jesse, et flos de radice ejus ascendet" ("Y brotará una vara del tronco de Jesé, y
retoñará de sus raíces un vástago") [Is. XI, 1-2]. Este cambio
iconográfico es uno de los indicios de la utilización del Árbol de Jesé como
imagen de la Inmaculada Concepción, convirtiendo además a la representación en
un árbol genealógico de la Virgen; es una imagen que representa el parentesco
de Cristo y donde se combina una idea del parentesco carnal de María (sus
orígenes humanos, la infancia de Cristo) y parentesco espiritual (la concepción
de Cristo por intervención del Espíritu Santo).
[Quizás convenga aquí una
pequeño inciso:
La Inmaculada Concepción es
la creencia según la cual la Virgen, cuando su concepción carnal por Joaquín y
Ana, escapó a la mancha del Pecado original que toca a cualquier ser humano
(fue declarado dogma oficial para la Iglesia católica en 1854 por Bula de Pio
IX).
Debe diferenciarse del
privilegio mariano de la virginidad según el cual María concibió a Cristo sin
conocer a hombre y permaneciendo virgen (afirmado en el Nuevo Testamento, y
considerado punto doctrinal en el Concilio de Éfeso en 431: la Virgen es
declarada "Theotokos").]
Era, además, natural que un
retablo dedicado a la Concepción de María y que se apoyaba en el Árbol de Jesé,
debía culminar en una imagen de la Virgen con el Niño. Aunque lo habitual en
los manuscritos iluminados era que estuviese de pie, llevase o no al Niño, en
el retablo de la capilla funeraria de don Luis de Acuña, aparece sentada en un
trono adornado en su respaldo con dos ángeles músicos sujetando al Niño en sus
brazos mientras le muestra un libro para que aprenda a leer. Este sujeta con
una de sus manos una cruz que acaba de entregarle un ángel con los brazos
estirados
Las imágenes de los reyes
del Árbol de Jesé surgen de flores situadas en las ramas; son figuras de medio
cuerpo vestidas con lujo y tocadas con gorros sobre los que se insertan las
coronas. Era difícil para los escultores crear un árbol que se adaptase a la
genealogía proporcionada por el evangelista Mateo donde eran más de doce las
personas que lo constituían (y porque además la línea genealógica se refería a
José, no a María); la solución fue bautizar con nombre a un número reducido o
incluso, en algunos casos, mencionar tan sólo la palabra "rey". A
David se le reconoce por el arpa que sostiene entre sus manos y por la
proximidad a la raíz.
"Isaí tomó un asno, lo cargó con diez panes, un odre de vino y un
cabrito, y se lo mandó a Saúl por David, su hijo. Llegado a casa de Saúl, David
se presentó a él. Saúl le cogió cariño y le hizo escudero suyo. Saúl dijo a
Isaí: "Que se quede, te ruego, conmigo David, a mi servicio, pues ha
hallado gracia a mis ojos". Cuando el mal espíritu de Dios se apoderaba de
Saúl, David cogía el arpa, la tocaba, y Saúl se calmaba y se ponía mejor, y el
espíritu malo se alejaba de él" [Libro Samuel I, Saúl, (XVI, 20-23)].
"Era ya viejo el rey David, entrado en años, y por más que le cubrían
con ropas, no podía entrar en calor. Dijerónle entonces sus servidores:
"Que busquen para mi señor, el rey, una joven virgen que le cuide y le
sirva; durmiendo en su seno, el rey, mi señor entrará en calor": buscaron
por toda la tierra de Israel una joven hermosa, y hallaron a Abisag, sunamita,
y la trajeron al rey. Era esta joven muy hermosa y cuidaba al rey y le servía,
pero el rey no la conoció": así comienza el Libro I Reyes (Vulg. III
Re) que cuenta la historia del reinado de Salomón, hijo de David y Betsabé.
Salomón, último rey del Israel unificado (incluyendo el reino de Judá), no
aparece individualizado en las imágenes de los reyes del retablo del Árbol de
Jesé a no ser que corresponda a una figura que porta una filacteria donde puede
leerse la terminación MON.
"El rey Salomón, además de la hija del Faraón, amó a muchas mujeres
extranjeras, moabitas, ammonitas, edomitas, sidonias y jeteas, de las naciones
de que había dicho Yavé a los hijos de Israel: "No entreis a ellas, ni
entren ellas a vosotros, porque de seguro arrastrarán vuestros corazones tras
sus dioses". A éstas, pues, se unió Salomón con amor. Tuvo setecientas
mujeres de sangre real y trescientas concubinas, y las mujeres torcieron su
corazón. Cuando envejeció Salomón, sus mujeres arrastraron su corazón hacia los
dioses ajenos" [I REYES, 11, 1-5].
Sí figura claramente
identificado en el Árbol de Jesé de la catedral de Burgos su hijo, Roboam, heredero
en el reino de Judá -donde reinó del 930 a. C. al 913 a.C.-, con capital en
Jerusalén, cuando la separación del de Israel (donde gobernaría Jeroboam).
"Yavé dijo a Salomón: "Pues que
así has obrado y has roto mi alianza y las leyes que yo te había prescrito, yo
romperé de sobre ti tu reino y se lo entregaré a un siervo tuyo. No lo haré,
sin embargo, en tus días, por amor de David, tu padre; lo arrancaré de las
manos de tu hijo. Ni le arrancaré tampoco todo el reino, sino que dejaré a tu
hijo una tribu, por amor de David, mi siervo, y por amor de Jerusalén, que yo
he elegido" [I REYES, 11, 11-13]. El nombre de su madre fue Naamá,
amonita. En adelante la dinastía de la Casa de David reinaría sólo en Judá.
También en la zona superior aparece
representado Joachin -conocido a veces como Coniah o Jehoiachin-, penúltimo rey
de Judá. Este reino sería destruido por los caldeos cuyo monarca Nabucodonosor
II cegó y llevó cautivo a Babilonia al último
rey de Judá Sedecías. Amel-Marduk, que sucedió a Nabucodonosor, le liberó tras
treinta y siete años de cautiverio en 562 a. C..
Uno de los reyes lleva en la filacteria un nombre que podría hacer referencia a Ozías, también llamado
Uzías, que gobernó en Judá entre el 809 y el 759 a. C. ; fue hijo de Amasías y
padre de Joatam. Su reinado fue muy próspero, ganando en la guerra a los
filisteos. Murió de lepra aislado del cargo retirado en una casa alejada.
En varias de las filacterias
de los monarcas las inscripciones no
forman un nombre concreto, y alguna incluso no lleva inscripción; de este modo
se resuelve el problema. Lo importante para Siloe fue destacar la genealogía
real de María.
Todos llevan gorros, más o
menos a la moda, y sobre él una corona (una idea que emplearía también Pedro
Berruguete en fechas algo posteriores).
Las figuras de los reyes en
el retablo fueron realizadas, en general, por ayudantes del taller de Siloé; su
calidad, si bien se distinguen los tipos siloescos al decir de Yarza, no es muy
alta. Uno de ellos, caracterizado por la realización de figuras de manos con
dedos muy finos y largos, fue quizás el autor, o trabajó allí al menos, del
sepulcro del doctor Juan de Grado en la catedral de Zamora.
El árbol de Jesé, en el
retablo de la catedral de Burgos, se abre para dejar en medio un hueco donde se
representa a Joaquín y Ana. Ana figura como una mujer de mediana edad con una
toca blanca sobre la cabeza que solían utilizar las mujeres viudas o de edad
avanzada; calza chapines, con suela gruesa que elevaba la estatura de las
mujeres, y viste túnica, saya y manto. Joaquín es también persona de mediana
edad con barba y pelo oscuros; se cubre con túnica y manto y la cabeza con un
sombrero adornado por una joya en su frontal.
Ana y Joaquín, después de la
separación motivada por el desprecio que el sacerdote del Templo le hizo cuando
presentó sus ofrendas, se reencuentran de nuevo. Ya conocen la promesa de Dios
de que tendrán descendencia y de que será una persona excepcional. En palabras
de Joaquín Yarza "se llegó a creer
que es el momento clave en el que se cumplen las promesas de sucesión y, por
tanto, aquel en que hay que proponer que la Virgen se gestó sin pecado".
Siloe, o la persona que sugirió la idea [ quizás convenga recordar que en carta
del 12 de diciembre de 1484 escribía don Luis de Acuña: "... cuanto placer e consolaçion con ella reçebimos, así por se
çelebrar esta fiesta de la conçebcion de nuestra Señora, en quien tenemos
singular devoçion, ..."], trató de elegir un momento que tradujese la
idea de la concepción de la Virgen, y esa imagen fue la conocida como el "Encuentro ante la Puerta dorada".
En la parte superior del
árbol, junto a la Virgen con el Niño, figuran dos magníficas esculturas que
representan a la Iglesia y a la Sinagoga. En la Edad Media era costumbre
encarnar en figuras humanas conceptos abstractos: la Iglesia y la Sinagoga están
entre ellas. Eclessia (fe cristiana) y
Synagoga (fe mosaica) son dos
imágenes simbólicas -frecuentes en manuscritos iluminados, marfiles, o en
esculturas en fachadas de algunas iglesias-, concebidas con el único propósito
de ser contrastadas, comunicando la tesis escolástica que establecía el triunfo
teológico del cristianismo sobre el Judaísmo. En época anterior la
interpretación fue que era el Nuevo Testamento el que desvelaba al Antiguo.
La Iglesia, coronada, sujeta
un cáliz y el estandarte de la cristiandad en cuya parte superior figura una
cruz; su actitud corporal expresa triunfo. Lleva sobre la cabeza una alta
corona realizada del mismo bloque de madera de toda la imagen. En el medievo
personificaba la fe cristiana como la única verdad posible. Su aparición como
representación escultórica fue varios siglos anterior a la de la Sinagoga; una
serie de pasajes bíblicos describían a
Cristo como un "novio" o a la Iglesia como la "esposa de
Cristo". Iconográficamente aparece figurando al lado de la Cruz en actitud
de recoger en un cáliz la sangre que manaba de Cristo crucificado.
La Sinagoga, los ojos
vendados (símbolo de ceguera o difícil visión, "su entendimiento se ha oscurecido"), debería llevar su corona
caída en el suelo (caso p.e. de la escultura de la fachada de Notre Dame de
Paris), o ladeada, tambaleándose, pero, ¡cosa de los restauradores!, aparece
coronada. Casi cayéndose de su mano, sujeta las Tablas de la Ley invertidas, y
sostiene una lanza quebrada (en las esculturas románicas era el estandarte del
Judaísmo) posiblemente en una alusión a la "lanza Sagrada" que hirió
a Cristo. Su imagen debería sugerirnos su derrota, entendida a partir de la
teología eclesiástica medieval, o el ideal de un judaísmo débil y dócil. En el
retablo de la catedral de Burgos llama la atención la representación de la
Sinagoga ,como la de una mujer joven de cuerpo estilizado y agradables
facciones; quizás fuese debido a que en Burgos algunos conversos habían ocupado
puestos importantes como fue el caso del gran rabino Pablo de Santamaría que
llegó a ser obispo de la ciudad.
BIBLIOGRAFIA.
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"L'Arbre de Jessé: une image de l'Immaculée Conception?.", L'Atelier
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-Joaquín Yarza Luaces,
"Gil Siloe. El Retablo de la Concepción en la capilla del obispo
Acuña", Burgos 2000.
-Joaquín Yarza Luaces,
"Los Reyes Católicos. Paisaje artístico de una monarquía", Madrid
1993.
NOTAS
- En la British Library
existen digitalizados una serie magnífica de manuscritos iluminados. Pueden
verse por internet con búsquedas sencillas; así para ver una gran colección de
manuscritos con miniaturas del Árbol de Jesé es suficiente con buscar en la
página de la web de la British Librery los manuscritos correspondientes a
"Tree Jesse".
(cont)
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