Retablo Mayor de la Cartuja de Miraflores (Burgos).
TERCERA Y ÚLTIMA PARTE.
"El retablo es muy lindo de escultura, y en
medio de él hay una cosa que se vuelve en derredor y con él o en él, por mejor
decir, se pone cada fiesta principal que viene en el año, que está
artificialmente hecha la obra y merece ser vista, porque no me acuerdo de haber
visto cosa semejante".
("Relación del viaje hecho por Felipe II en 1585 ...", Enrique Cock arquero
de la Guardia Real y notario apostólico de Felipe II).
La aplicación de algunos decretos del Concilio de Trento en la Cartuja de Miraflores tuvieron como consecuencia que desde el
siglo XVII el retablo no se vea tal y como lo
terminó Gil de Siloe; en particular la modificación afectó a una de sus singularidades, la situada bajo la bola del mundo que sostiene el Crucifijo y sobre el
tabernáculo, la que había llamado la atención a Enrique Cock arquero de la
Guardia Real de Felipe II. Es un pequeño compartimento a modo de escenario
donde se aloja un mecanismo giratorio, un torno plano, que permite ver según la
época del año unos relieves con los temas del "Bautismo", "Nacimiento",
"Resurrección", "Ascensión", "Pentecostés" y "Asunción de María" acompañadas por
unas esculturas de los Apóstoles.
El Concilio de Trento a lo largo de sus diversas
sesiones definió, entre otros muchos puntos, una
serie relativa al culto del Sacramento de la Eucaristía; en la
sesión XIII estableció en virtud de la transubstanciación la presencia real de
Jesucristo en la Eucaristía, decretando en el canon cuarto se venerase el
Santísimo expuesto en el tabernáculo. Estas normas provocaron, unos años
después, la transformación de la arquitectura de la parte baja o bancada del
retablo para acomodarla al culto eucarístico mediante la introducción de un
tabernáculo; el templete fue construido con latón dorado y bronce por un lego
cartujo de la Casa y sustituyó a un antiguo sagrario fabricado en el año de
1500 "con el facies del Ecce Homo
del, pintado en la puertecilla, costó 250 reales" según escribió el
hermano Tarín.
El tabernáculo ejerce,
ahora, un gran protagonismo en el retablo atrayendo la atención y acentuando su
carácter eucarístico. Está concebido como una estructura arquitectónica en
forma de torre adornada por columnas salomónicas y cubierta por una cúpula; en
cada uno de sus lados se abre un arco. En su interior se ubicaría el ostensorio
para la exposición solemne de la Sagrada Forma; la caja de madera que lo
sustenta y le aloja son del temprano Renacimiento. Al instalar el tabernáculo
hubo que reubicar el dispositivo giratorio, elevándolo unos cincuenta
centímetros, remetiéndole y modificando, por la parte trasera del retablo, la
fábrica que aloja el dispositivo.
Con la nueva situación del
torno se dañó la parte inferior de la rueda angélica, se perdió espacio visual y
consecuentemente dejó de verse la ornamentación que enmarca cada relieve -una
ancha moldura con motivos vegetales calados por donde pululan extraños
animales-, quedando casi ocultos los dos apóstoles que situados sobre una peana
y bajo un dosel de tracería les acompañan.
La mayor parte de los
apóstoles situados en el dispositivo giratorio visten túnica y manto, aparecen
con los pies descalzos, se identifican por el atributo que portan, y casi todos
llevan un libro en la mano o bajo el brazo; son piezas de ejecución bastante
tosca que probablemente fueron realizadas por algún oficial de segunda fila, lo
que no ocurrió con los relieves a los que acompañan.
Si bien ningún historiador de arte se refiere a la existencia de un dispositivo similar los jesuitas explotaron unos años después, en la evangelización americana, un recurso parecido. Fray Gerónimo de Mendieta escribía, en el siglo XVI, en su "Historia eclesiástica indiana": "Algunos usaron un modo de predicar muy provechoso para los indios,... Y era de esta manera. Hacían pintar en un lienzo los artículos de la fe, y en otros los diez mandamientos de Dios, y en otro los siete sacramentos, y lo demás que querían de la doctrina. Y cuando el predicador quería predicar de los mandamientos, colgaba el lienzo de los mandamientos junto a él, a su lado, de manera que con una vara de las que traen los aguaciles pudiese ir señalando la parte que quería. Y así les iba declarando los mandamientos. Y lo mismo hacía cuando quería predicar de los artículos, colgando el lienzo en que estaban pintados. Y de esta suerte se les declaró clara y distintamente y muy a su modo toda la doctrina cristiana".
Si bien ningún historiador de arte se refiere a la existencia de un dispositivo similar los jesuitas explotaron unos años después, en la evangelización americana, un recurso parecido. Fray Gerónimo de Mendieta escribía, en el siglo XVI, en su "Historia eclesiástica indiana": "Algunos usaron un modo de predicar muy provechoso para los indios,... Y era de esta manera. Hacían pintar en un lienzo los artículos de la fe, y en otros los diez mandamientos de Dios, y en otro los siete sacramentos, y lo demás que querían de la doctrina. Y cuando el predicador quería predicar de los mandamientos, colgaba el lienzo de los mandamientos junto a él, a su lado, de manera que con una vara de las que traen los aguaciles pudiese ir señalando la parte que quería. Y así les iba declarando los mandamientos. Y lo mismo hacía cuando quería predicar de los artículos, colgando el lienzo en que estaban pintados. Y de esta suerte se les declaró clara y distintamente y muy a su modo toda la doctrina cristiana".
Los relieves del tambor
están tratados, en palabras de Julia Ara, "a la manera flamenca" con paisajes minuciosos en los fondos
(relieve del "Nacimiento" o
de la "Resurrección") y con
los suelos revestidos por pequeños trozos en zig-zag, recursos muy utilizados por
Siloe. Las dimensiones de los relieves, si bien varían de unos a otros, son de
entre 88 y 95 cm de alto por unos 70 a 75 cm de ancho, y las pequeñas
esculturas de los apóstoles oscilan entre 43 y 47 cm de alto. En diciembre de
2006 se terminó la restauración del retablo por la empresa "Equipo 7 Restauraciones"; se
adjunta unas fotografías de dos relieves con la imagen que presentaban antes y
después de su rehabilitación.
Las esculturas de la Virgen
y de San Juan, que con el gran Crucifijo forman el Calvario de Miraflores, se
asientan sobre unas ménsulas ubicadas en la parte inferior o bancada del
retablo a ambos lados del tambor. Para Yarza la figura de la Virgen está tallada con descuido y cuando la compara con la equivalente del retablo del Árbol
de Jesé la sitúa a una considerable distancia por su tratamiento y
calidad, considera fue realizada por alguna de las manos más torpes
del taller. Wethey estima que su policromía es admirable por su moderación y
por la exquisita armonía conseguida mediante una oposición simétrica de los
colores; juzga que hay una prudente introducción del blanco y del azul para
mitigar el sombrío oro y la tonalidad marrón de la ropa. A señalar un detalle nimio pero
característico en las obras de Gil de Siloe: las imitaciones de pedrería (pequeños
añadidos en yeso pegados con cola y policromados o dorados luego) en las
cenefas; en las dos figuras del Calvario pueden verse que han sido empleadas
con profusión.
Para Joaquín Yarza "el Juan Evangelista que forma parte de la
Crucifixión es una gran figura"; en su comparación con la equivalente del
retablo de la capilla de la Concepción de la catedral de Burgos opina que
comparten la expresividad y el alto nivel técnico de ejecución. La mera actitud
del santo con sus manos en alto y su cabeza descubierta parece obedecer a un
tipo definido en algunas tallas flamencas.
Para Wethey, aún
reconociendo que sus características han sido exageradas más de lo normal para
conseguir el efecto previsto en el espectador situado abajo, "la vehemencia y la imaginación de su
concepción caracterizan a San Juan como la estatua más significativa del
retablo" y al que sólo la mano del maestro Gil pudo crear.
En el perímetro del retablo, en las
zonas laterales de las dos áreas rectangulares así como en su parte
superior, se han colocado una serie de pequeñas esculturas de santos algunas
fácilmente reconocibles pero otras de casi imposible identificación. Este
último caso es el los dos grupos de dos santas que bajo calados guardapolvos
están situadas en los laterales del rectángulo inferior del retablo; responden a modelos que Siloe repetirá en el retablo de Santa Ana de la Capilla de los Condestables de la catedral de Burgos, con detalles tales como "el tocado de la gorra de la media vuelta que presenta una de las Santas" o "el rollo adornado de perlas en espiral" de otra, en palabras de Margarita Estella.
Tarín y Juaneda describía así, en su obra "La Real Cartuja de Miraflores" de 1896, la ubicación de las pequeñas esculturas del rectángulo superior del retablo: "... una serie de figuritas de varios santos, que, apoyados en sus repisas, y debajo de doseletes, están colocados ocho a los lados y cuatro arriba, estos dentro de pequeños casilicos unidos entre si por una trepada y sutil crestería, que también baja por ambos lados del retablo en este cuerpo superior, ..., dejan entrever en su dibujo la influencia de la fantasía morisca en las artes españolas". Las dos figuras centrales corresponden a dos santos dominicos.
Tarín y Juaneda describía así, en su obra "La Real Cartuja de Miraflores" de 1896, la ubicación de las pequeñas esculturas del rectángulo superior del retablo: "... una serie de figuritas de varios santos, que, apoyados en sus repisas, y debajo de doseletes, están colocados ocho a los lados y cuatro arriba, estos dentro de pequeños casilicos unidos entre si por una trepada y sutil crestería, que también baja por ambos lados del retablo en este cuerpo superior, ..., dejan entrever en su dibujo la influencia de la fantasía morisca en las artes españolas". Las dos figuras centrales corresponden a dos santos dominicos.
Para el Hermano Tarín,
cartujo, "... en medio, debieron
existir dos Patriarcas que han sido sustituidos por otras dos esculturas de muy
escaso mérito, figurando a Santo Domingo de Guzmán y a Santo Tomás de Aquino";
aunque no indica en que se fundamenta. Wethey
está de acuerdo con su identificación, en el caso de la imagen de Santo Domingo porque se le
puede reconocer por el perro a sus pies y en el del otro santo dominico -aunque
sin mucho convencimiento-, porque lo sugiere Tarín. Para Yarza, en cambio, uno
es Domingo de Guzmán, con el perro a los pies, pero el otro cree es Pedro
Mártir (el inquisidor asesinado por los cátaros) del que dice "se ve el
tajo en la cabeza". Lo que no parece claro es la causa por la que no figura en el retablo algún cartujo y sí lo hacen dos dominicos, aunque si es
conocido que éstos colaboraron con la Reina en multitud de ocasiones.
Personalmente prefiero
pensar que Siloé conoció una tabla -presenta muchos de los estilemas de maestre
Gil en el retablo-, ahora en el Museo del Prado, pintada alrededor de 1492 por
autor anónimo (al menos dos manos diferentes según se ha visto en el dibujo
subyacente) conocida como "La Virgen
de los Reyes Católicos" y que se encontraba originalmente en el
oratorio del Cuarto Real del monasterio de Santo Tomás de Ávila. En ella
figuran Domingo de Guzmán, Tomás de Aquino, fray Tomás de Torquemada y fray
Pedro Mártir.
En el contrafuerte izquierdo del rectángulo
superior del retablo, bajo caladas hornacinas, figuran cuatro estatuillas que
representan "santos de diversas
jerarquías"; son: una figura sin identificar, santa Lucía, san Lorenzo
y una escultura de un Papa.
La figura sin identificar para Wethey encarna a un ermitaño con bastón, mientras para Tarín representa a San Juan de Sahagún o a san Juan de Ortega, identificación que no admite Yarza. A santa Lucía - quizás la escultura de la polsera de menor calidad-, se la reconoce por el platillo que lleva en la mano izquierda con sus ojos, mientras que a San Lorenzo por la parrilla de su martirio. En lo alto del contrafuerte figura un Pontífice -reconocible por la tiara-, con un libro abierto en su mano derecha y sin atributo que permita identificarle.
La figura sin identificar para Wethey encarna a un ermitaño con bastón, mientras para Tarín representa a San Juan de Sahagún o a san Juan de Ortega, identificación que no admite Yarza. A santa Lucía - quizás la escultura de la polsera de menor calidad-, se la reconoce por el platillo que lleva en la mano izquierda con sus ojos, mientras que a San Lorenzo por la parrilla de su martirio. En lo alto del contrafuerte figura un Pontífice -reconocible por la tiara-, con un libro abierto en su mano derecha y sin atributo que permita identificarle.
Arriba, en la parte superior
del retablo, en el "pequeño casilico"
situado a la derecha del dominico que podría representar a santo Tomás, se
halla una figura que aludiría a un Profeta. Wethey sugiere que se
ha querido representar a Jeremías por asociación con la imagen ubicada a la
izquierda de santo Domingo y que se identifica con el profeta Isaías dado que
lleva una filacteria en la que está escrito su nombre.
En el contrafuerte del lado derecho del retablo las cuatro estatuillas representan, vistas de arriba hacia abajo, a un Obispo sin identificar con un libro abierto en su mano, a San Esteban porque en su dalmática lleva las piedras con las que fue martirizado, a Santa Bárbara -quizás la mejor escultura de las situadas en el guardapolvos, recuerda a la misma figura del retablo de santa Ana de la capilla de los Condestables en la catedral de Burgos -, que se la identifica por la torre que aparece junto a ella, a san Vicente Ferrer según Tarín o un monje para Wethey.
En el contrafuerte del lado derecho del retablo las cuatro estatuillas representan, vistas de arriba hacia abajo, a un Obispo sin identificar con un libro abierto en su mano, a San Esteban porque en su dalmática lleva las piedras con las que fue martirizado, a Santa Bárbara -quizás la mejor escultura de las situadas en el guardapolvos, recuerda a la misma figura del retablo de santa Ana de la capilla de los Condestables en la catedral de Burgos -, que se la identifica por la torre que aparece junto a ella, a san Vicente Ferrer según Tarín o un monje para Wethey.
En el rectángulo inferior
del retablo, a los lados de los relieves de la "Santa Cena" y del
"Prendimiento", existen una serie de hornacinas o nichos ahora vacíos
que alojaron pequeñas esculturas.
Vestigio de ello puede ser el fragmento de una fotografía del siglo pasado, que adjunto a pesar de su mala calidad, donde aparecen las imágenes de dos santas una de las cuales (la más pequeña) originalmente se ubicaba en una parte más baja del retablo.
Vestigio de ello puede ser el fragmento de una fotografía del siglo pasado, que adjunto a pesar de su mala calidad, donde aparecen las imágenes de dos santas una de las cuales (la más pequeña) originalmente se ubicaba en una parte más baja del retablo.
Tan sólo tres de las pequeñas
esculturas que se situaron allí han llegado hasta el siglo XXI en la Cartuja; son piezas de pequeño tamaño, de unos 30 cm de altura. Una de ellas
representa a una santa mártir (33x17x10 cm) que se identifica por la palma que sujeta en la
mano; viste a la moda de finales del siglo XV resaltando su ajustado talle. La otra es muy similar a la anterior con la única diferencia de abrochar su manto al cuello por delante.
El tema de las pequeñas figuras de santas mártires sentadas lo desarrollaría unos años más tarde Siloe en la bancada del retablo de Santa Ana o de las "Once mil Vírgenes" uno de los que realizó para la capilla de los Condestables de la Catedral de Burgos.
También figuras algo más pequeñas se ubicaron en las peanas de los contrafuertes laterales inferiores o en las peanas de los santos intercesores como nos alertan otras fotografías antiguas -de comienzos del siglo XX-, de una de las cuales presento una composición; las esculturas debían tener en este caso unos 15 cm de altura.
Otra de las piezas que se han salvado de las sustracciones es una figura masculina que representa un Profeta. Llevaba entre sus manos una filacteria ahora parcialmente perdida que quizás nos hubiera ayudado en su identificación.
También figuras algo más pequeñas se ubicaron en las peanas de los contrafuertes laterales inferiores o en las peanas de los santos intercesores como nos alertan otras fotografías antiguas -de comienzos del siglo XX-, de una de las cuales presento una composición; las esculturas debían tener en este caso unos 15 cm de altura.
Otra de las piezas que se han salvado de las sustracciones es una figura masculina que representa un Profeta. Llevaba entre sus manos una filacteria ahora parcialmente perdida que quizás nos hubiera ayudado en su identificación.
A pesar de su pequeño tamaño
son de una magnífica calidad.
Otra serie de figurillas más
pequeñas aún, de entre 8 y 10 cm, coronaron los doseles de las principales esculturas
del retablo en opinión de José Antonio Salazar director de los últimos trabajos de restauración del retablo; debieron ser similares a las que aún adornan algunas partes del
sepulcro de Juan II.
El dragón, un animal fantástico que
admite muchas formas, fue empleado en la época medieval en la realización de
gárgolas, para expulsar agua por su boca y para persuadir a los demonios que
evitasen entrar en los edificios; en el retablo tendrían una función de "espantadiablos" sagrados para alejar el mal. El león, en especial en monumentos
funerarios, tuvo una función simbólica de vigilancia pues se creía que no cerraba nunca los ojos; Alciato en su emblema "Vigilantia et custodia" escribió en 1546: "Aquí está el león: como este guardián duerme con los ojos abiertos,/ se pone como custodio ante la puerta de los templos". Un detalle evidente del
espíritu medieval de Siloe en sus trabajos fue la presencia de leones y de
dragones cuando el monumento a ornamentar era un sepulcro o un retablo tratados
como una composición arquitectónica.
Dos orlas con motivos
fantásticos -una, más ancha, en la parte superior y otra más estrecha en la
inferior-, adornan el retablo; entre hojarasca y ramas corren esfinges con
alas, pájaros o extraños reptiles por ellas al igual que lo hacen en los
pedestales de las estatuas; dediqué un post a estas marginalias por lo que
remito a él a los interesados.
BIBLIOGRAFÍA.
-Clementina Julia Ara Gil,
"El retablo Gótico en Castilla", Zaragoza 2002.
-Clementina Julia Ara Gil,
"Torno del retablo mayor de la Cartuja de Miraflores", ficha 191 cat.
"Las Edades del Hombre", "Kyrios". Catedral de Ciudad
Rodrigo, 2006.
-Margarita Estella Marcos, "La imaginería de los retablos de la capilla del Condestable de la catedral de Burgos", Burgos 1995.
-Margarita Estella Marcos, "La imaginería de los retablos de la capilla del Condestable de la catedral de Burgos", Burgos 1995.
-José García Mercadal,
"Viajes de extranjeros por España y Portugal", Salamanca 1999.
-Beatrice Gilman Proske,
"Castilian Sculpture in Spain. Gothic to Renaissance", Nueva York
1951.
-Alfonso Rodríguez G. de
Ceballos, "Liturgia y configuración del espacio en la arquitectura
española y portuguesa a raíz del Concilio de Trento", Madrid 1991.
-José Antonio Salazar López,
"El retablo mayor de la Cartuja de Miraflores", Madrid 2007.
-Francisco Tarín y Juaneda,
"El retablo de la Cartuja de Miraflores", Boletín de la CPMHAB nº.13,
Burgos 4º trim.1925.
- Francisco Tarín y Juaneda,
"La Real Cartuja de Miraflores (Burgos), su historia y descripción, Burgos
1896.
-Harold E. Wethey, "Gil
de Siloé and his school", Massachusetts 1936.
-Joaquín Yarza Luaces,
"El retablo mayor de la Cartuja de Miraflores", en "Actas del Congreso
Internacional sobre Gil Siloe y la Escultura de su época", Burgos 2001.
- Joaquín Yarza Luaces,
"La Cartuja de Miraflores. II, El retablo", Cuadernos de restauración
de Iberdrola, Madrid 2007.
NOTAS.
-Una buena reproducción del
cuadro "La Virgen de los Reyes Católicos" puede verse por internet en
la web del Museo del Prado, así como un pequeño y magnífico video sobre la
tabla.
-Unas interesantes fotografías de todos los relieves del interior del torno después de su limpieza figuran en el fascículo "La Cartuja de Miraflores. II, El retablo", de las publicaciones "Cuadernos de restauración de Iberdrola", accesibles por internet. Los mismos relieves pero antes de la restauración se pueden ver en la ficha 191 del catálogo de "Las Edades del Hombre" "Kyrios" Ciudad Rodrigo 2006; las fotografías son de inferior calidad pero van acompañadas por un muy buen artículo, como suelen ser casi todos los suyos, de doña Julia Ara Gil.
-Unas interesantes fotografías de todos los relieves del interior del torno después de su limpieza figuran en el fascículo "La Cartuja de Miraflores. II, El retablo", de las publicaciones "Cuadernos de restauración de Iberdrola", accesibles por internet. Los mismos relieves pero antes de la restauración se pueden ver en la ficha 191 del catálogo de "Las Edades del Hombre" "Kyrios" Ciudad Rodrigo 2006; las fotografías son de inferior calidad pero van acompañadas por un muy buen artículo, como suelen ser casi todos los suyos, de doña Julia Ara Gil.
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