De la Sillería de coro de los “Padres” de la Cartuja
de Miraflores (Burgos).
(TERCERA Y
ÚLTIMA PARTE)
Guillaume Durand, un liturgista del siglo
XIII escribía en su “Rational des divins
offices”: “Los estalos que sirven de
asientos en el coro de las iglesias significan que nuestro cuerpo tiene a veces
necesidad de relajación, porque sin reposo que alterne con el trabajo nada es
durable”. Este párrafo explica las fatigas que los oficios frecuentes,
prolongados y que comenzaban antes de la aurora, infligían a los participantes -con
frecuencia de una cierta edad- obligados a participar en ellos. Los religiosos solían estar en
compartimentos individuales separados -"para que los monjes no pudieran verse al estar de pie, según costumbre en la orden Cartujana", en palabras de Tarín y Juaneda-, por pequeños tabiques de madera.
El canto del oficio divino implicaba que
debían permanecer bien sentados bien de pie con el asiento levantado pero podían auxiliarse con una pequeña consola llamada “misericordia” que les servía de discreto apoyo; con anterioridad al siglo XI suele
mencionarse la existencia de unos bastones –los “baculi”-, que los monjes situaban discretamente tras ellos. La
función de los apoyamanos era de
servir de punto de apoyo para las personas poco ágiles que no podían levantarse
del asiento sin ayuda.
Las misericordias de Miraflores son muy
austeras y con variantes a veces casi imperceptibles; y a veces, incluso, aparece la sospecha de si algunas no son nuevas aunque es difícil aseverar cuales.
Como contrapartida los apoyamanos son uno de los lugares escogidos por Martin Sánchez para situar la decoración figurativa de los estalos; casi tres cuartas partes de ellos presentan motivos de animales –en su mayoría fantásticos (78%)-, la quinta parte están decorados con motivos florales (flores, frutos y hojas) y tan sólo dos contienen representaciones de seres humanos. Las tallas son de calidad irregular; entre las de animales reales destaca, curiosamente, la de un león, mamífero que probablemente nunca conoció su autor.
Con la excepción de la talla de un pajarillo en su nido las imágenes que reflejan animales reales no son en su mayoría de animales domésticos entonces compañeros inseparables de los hombres; así, figuran por ejemplo un gran felino y un ciervo.
Como contrapartida los apoyamanos son uno de los lugares escogidos por Martin Sánchez para situar la decoración figurativa de los estalos; casi tres cuartas partes de ellos presentan motivos de animales –en su mayoría fantásticos (78%)-, la quinta parte están decorados con motivos florales (flores, frutos y hojas) y tan sólo dos contienen representaciones de seres humanos. Las tallas son de calidad irregular; entre las de animales reales destaca, curiosamente, la de un león, mamífero que probablemente nunca conoció su autor.
Con la excepción de la talla de un pajarillo en su nido las imágenes que reflejan animales reales no son en su mayoría de animales domésticos entonces compañeros inseparables de los hombres; así, figuran por ejemplo un gran felino y un ciervo.
En la mayor parte de las representaciones la calidad del trabajo es bastante aceptable; quizás la
excepción sea la de una rana y una tortuga. Hay
que tener en cuenta, dado que podría ser una justificación, que una de las primeras labores de los entalladores que
comenzaban su trabajo en los talleres que realizaban las sillerías era la
decoración de pomos y apoyamanos.
Cuestión habitual al tratar de las
imágenes que decoran los apoyamanos es si se les debe atribuir un sentido simbólico o
no. Hasta ahora se ha solido considerar como ornamental la decoración de la sillería
de la Cartuja, pero existen dos figuras que nos hacen cuestionarnos tal aseveración. La época en que se realizan los estalos se corresponde con unos años
complejos y críticos en los que clérigos y nobleza no son especialmente
ejemplares. Un apoyamanos nos muestra a un fraile metamorfoseado en un animal
de abultada barriga – “su piel está
siempre llena como una bota o barril”, se dice en los “Carmina Burana”-, y
otro presenta a un cuadrúpedo alado que se toca la cabeza con una notable corona; ambas
representaciones aludían o simbolizaban diversos vicios o comportamientos.
¿Hubo más apoyamanos con imágenes
simbólicas y un contenido crítico?. Es difícil aseverarlo, pues la sillería pertenece a un monasterio cuya iglesia estaba siendo convertida en la capilla fúnebre de los
padres y del hermano de la reina; pero no deja de ser una hipótesis pausible ya
que no parece fácil comprender la razón por la que los estalos de la cartuja
presentan dos tipologías de apoyamanos diferentes. Si bien la mayor parte de estos
obedecen a una pauta cuya sección se denomina a veces como de gota de agua
existen diez de ellos, al menos, cuya sección es circular: Ambos están
dispuestos en forma aleatoria en el mobiliario y los dos modelos parecen haber sido realizados en
la misma época –finales del siglo XV- y de la misma madera.
La hipótesis “pausible” consiste en suponer que
los apoyamanos circulares sustituyeron a otros con sección en gota de agua
cuyas imágenes no se consideraron "convenientes"; pero existen probablemente
otras muchas hipótesis. ¿Qué
es un símbolo?. El “Diccionario de la
lengua Española” en su edición de 1984 [la edición 22 del 2012 la precisa y
consigue hacerla más confusa] señalaba: “Una
imagen, figura o divisa con que materialmente se representa un concepto moral o
intelectual, por alguna semejanza o correspondencia que el entendimiento
percibe entre este concepto y aquella”. Todos estos elementos circulares van
decorados con animales fantásticos con un cierto parecido entre ellos en muchos
casos.
Casi todos los animales fantásticos de la
sillería presentan signos de violencia o furor, son de horroroso aspecto e
imposibles de identificar. Normalmente a este tipo de seres se les consideraba como arquetipos de maldad e
incluso se les asociaba con lo demoníaco. ¿Es este su simbolismo en la sillería
o son tan sólo formas ornamentales?. Ramiro de Pinedo escribía en 1930: “… quisiéramos exponer como la ejecución de
portadas, capiteles, bajorrelieves, etc. no están abandonadas al gusto de los
artistas, sino que ellos eran dirigidos por los obispos, los individuos del
Cabildo o de la comunidad, si se trataban de iglesias monacales”.
La gran mayoría de las tallas que
aparecen en los apoyamanos con sección ”en forma de gota" corresponden también a
animales fantásticos que no se diferencian gran cosa de los anteriores; al
parecer fueron los mismos entalladores los que hicieron la decoración de todos
ellos. Decía Le Goff que el pensamiento
simbólico no era más que la forma elaborada del pensamiento mágico del que estaba
imbuida la mentalidad común; y la profesora Carmen Morales añadía que “… el hombre de esta época no distingue, o
no quiere distinguir, … entre lo real y lo ficticio. Dominado en extremo por
una concepción religiosa del mundo sabe que el componente clave de aquella
creencia es la fe, es decir, aquello que no se ve, pero que, sin embargo,
existe. …. Y esto se demuestra en … el interés que demuestra el hombre
medieval, por los animales fantásticos y monstruosos, que no se ven, pero que,
a buen seguro existen, o al menos, existe lo que simbolizan".
Dada la gran cantidad de piezas a
ornamentar con la misma temática a priori parece difícil lograrr una cierta
diferenciación entre ellos y sin embargo los autores de la sillería fueron capaces de conseguirlo aportando incluso
a veces algunos toques de humor. En las tallas abundan los “cuadrúpedos de dos patas”, pero muchos conservan las cuatro y en acrobáticas posturas. Suele considerarse que una arte
fundamentado en el simbolismo, en el que lo feo y monstruoso se asociaba al
pecado y lo bello y equilibrado al bien, perseguía en los fieles el conseguir una
emoción religiosa y estética.
Los dragones representados son abundantes
y variados, lo que no es de extrañar pues fue una de las bestias más escenificadas en las sillerías de coro de la época, y en su reproducción unas
veces se las trata como serpientes y otras como animales más cercanos a los cocodrilos o a
extraños peces. Su simbolismo solía emparentarse con el demonio.
Para no alargarnos demasiado hemos seleccionado
tan sólo dieciséis de estas imágenes de apoyamanos con figuras de animales
fantásticos; en la sillería, a pesar de su número, no se repite ninguno de estos extraños seres y en
general presentan bastante uniformidad por lo que el conjunto de la decoración
zoológica era casi con seguridad figurativa del mal, del diablo, del pecado o de los vicios
en forma similar a como eran vistos en los libros medievales, como los
“Bestiarios”, todos los animales.
Es frecuente considerar que detrás de
cada representación artística medieval existe un simbolismo, por lo que no debería
excluirse tampoco un contenido simbólico a aquellos elementos que presentan una
decoración vegetal. El hombre recurre a los símbolos, empleando con
frecuencia imágenes, para expresar una realidad abstracta que le es invisible a los
sentidos; y en el medievo, con una sociedad eminentemente agrícola en la que el
conocimiento de la vegetación era de una cierta amplitud, tampoco debió marginarse
el uso de flores, frutos y hojas por parte de la Iglesia para transmitir su
mensaje. Además, aunque la ornamentación vegetal fuese muy variada y muchas
veces difícilmente identificable transmitía una armonía que la sociedad
necesitaba.
Las hojas por su naturaleza periódica
fueron asociadas por todas las religiones desde la Antigüedad con la vida y la
inmortalidad o en el caso del cristianismo con la eternidad. Las flores –y
aunque cada una tuvo su propio significado-, por su efímera belleza, lo
hicieron con la fugacidad de la vida humana y como símbolo de pureza y
perfección. Y los frutos, por su utilidad alimenticia, fueron siempre símbolos
de la abundancia, la regeneración de la vida y la riqueza.
[La granada heráldica fue empleada como divisa personal de Enrique IV de Castilla con el lema “reinar es agridulce”; a partir de agosto de 1492 se comenzó a introducir en las armas reales de la monarquía hispánica].
[La granada heráldica fue empleada como divisa personal de Enrique IV de Castilla con el lema “reinar es agridulce”; a partir de agosto de 1492 se comenzó a introducir en las armas reales de la monarquía hispánica].
Tan solo dos apoyamanos presentan efigies
humanas; su talla no es de las mejores. Una de estas figuras, al menos, podría aludir a
un judío. ¿Fueron las únicas que existieron inicialmente?.
Característico del mueble coral de la
Cartuja es su tracería con ojivas caladas y pequeñas rosetas, trifolios y
otras combinaciones. Para Emilio Orduña “…
la sillería coral de Mayores o monjes en la Cartuja de Miraflores …[aparece] orlada
superiormente por el guardapolvo general, con preciosos adornos al frente de
las pilastras y fajas de las mismas”.
Tarin y Juaneda destaca “…
los menudos detalles de los ojivales arquitos florenzados de los doseles
que unidos unos a otros, [que] vienen
a formar el extenso dosel corrido”.
Si bien no existe documentación que
confirme que fue Martín Sánchez el autor
de la sillería coral del monasterio de Santo Tomás de Ávila la comparación de
sus estalos con los de la Cartuja, y en particular los diseños de las
cresterías, nos habla de quien fue el autor de ambas.
Por delante del entarimado de la sillería
se sitúa un amplio antepecho sobre el que los monjes colocaban los libros
necesarios en los Oficios. Están decorados con tracerías semejantes a las que adornan los respaldos. Presentan señales de haber sido reconstruidos.
En el centro del coro existe una decorado
atril o facistol con ornamentación en las caras de su base similar también a los
tableros de la sillería.
Y adosado a la pared, en el lado de la
Epístola de la cabecera de la capilla Mayor, se conserva la silla del preste en la que se
sentaba el celebrante en la misa mayor; se caracteriza por su magnífico pináculo.
De Martin Sánchez, el autor de la
sillería de los “Padres” de la
Cartuja, se desconoce casi todo salvo que era nacido o vivía en Valladolid. En
la catedral de esta ciudad existió durante algunos siglos una sillería de coro
procedente de la Colegiata de Santa María de la que tan sólo se conservan
algunas sillas bajas, algunos respaldos de las altas convertidos en puertas y
la silla del abad; por el parecido del pináculo y de la estructura del estalo
quizás convenga recordarla aquí.
Sobre el pináculo de la silla del preste de Miraflores escribía Tarín: “ … resaltando del plano
del alto respaldo, sube formando elegante remate en forma de pirámide
minuciosamente trasflorada por afiligranados calados, que siguen en su trazo
los mismos dibujos que exornan las sillas del coro, …”.
BIBLIOGRAFÍA.
-Eugène Bach, “Les stalles gothiques de
Lausanne”, Lausanne 1928.
-Francis Bond, “Wood carvings in English
churches. IStalls and tabernacle work. II. Bishop’s thrones and chancel
chairs”, Oxford 1910.
-Isidoro Rosell y Torres, “Sillería del coro en el Monasterio de Santo Tomás de Ávila”, Museo Español de Antigüedades, Madrid 1874.
-Jacques Le Goff, “La civilisation de
l’Occident Médiéval”, Paris 1984.
-Mª Dolores Carmen Morales Muñiz, “El
simbolismo animal en la cultura medieval”, UNED, Madrid 1996.
-Emilio Orduña Viguera, “La talla
Ornamental en Madera”, 1930 (facsímil,
Valladolid 2003).
-Ramiro de Pinedo, “El simbolismo en la
escultura medieval española”, Madrid 1930.
-Ana Mª Quiñones Costa, “La decoración
vegetal en el Arte Español de la Alta Edad Media: su simbolismo” (tesis),
Madrid 1992.-Isidoro Rosell y Torres, “Sillería del coro en el Monasterio de Santo Tomás de Ávila”, Museo Español de Antigüedades, Madrid 1874.
-Francisco Tarín y Juaneda, “La Real
Cartuja de Miraflores (Burgos). Su Historia y Descripción”, Burgos 1897.
NOTAS.
-La sillería del coro de los “Padres”
tuvo probablemente algunos estalos más de los cuarenta que ahora vemos. Cuenta
Tarín que cuando la invasión francesa de comienzos del siglo XIX “...Quemaron algunas de las magníficas sillas
del coro, bajaron a la cripta del sepulcro de los reyes; nada se escapó a la
insaciable ambición … que precedía a los ejércitos del Emperador”, y
páginas después añade: “… Completan el de
los monjes otras diez sillas que adosadas al testero de la pared que le cierra
por detrás, están dando frente al altar; cinco hay a cada lado de la puerta de
dicha pared. Sustituyeron estas a las que, compañeras de las restantes
desaparecieron quemadas en las guerras de este siglo. Las que hay ahora son de
muy sencillo dibujo, talladas también en nogal, pero tan bien construidas, que
no desdicen del lugar que ocupan. …”. Los apoyamanos son acordes con los
nuevos tiempos.
-Para la comparación de las cresterías de las sillas corales de la Cartuja y la del monasterio de Santo Tomás de Ávila se ha tomado un fragmento del grabado que acompañó en 1874 en el “Museo Español de Antigüedades” el artículo de Isidoro Rosell.
-Para la comparación de las cresterías de las sillas corales de la Cartuja y la del monasterio de Santo Tomás de Ávila se ha tomado un fragmento del grabado que acompañó en 1874 en el “Museo Español de Antigüedades” el artículo de Isidoro Rosell.
Esta mañana le he escuchado en Radio Nacional (R5, creo) y por eso he consultado su blog: impresionante el trabajo, interesantísimo el asunto.
ResponderEliminarUna pequeña errata: en la cita "Ebrietas ..." ha de decir "ciborum" (traducido, "de los alimentos"), o sea que ha de sustituirse la "o" por una "i".
Muchas gracias por su amabilidad; ya he corregido la errata (en el grabado de Brueghel está bien claro, probablemente fue un fallo mío de mecanografía).
ResponderEliminarUn cordial saludo