martes, 24 de enero de 2012

SILLERÍAS DE CORO (III)


Sobre la Sillería de coro de la Catedral de Zamora. (I)
(PRIMERA PARTE)

La reja que cierra el espacio coral de la Catedral de Zamora está organizada en dos cuerpos divididos en cinco calles. Sus barras, enteras o abiertas en rombos o corazones, son lisas o retorcidas. La estructuración en calles se realiza mediante pequeñas pilastras cuyas superficies van cubiertas por chapa de hierro ornamentada con motivos goticistas. La calle central se abre en dos puertas construidas con diez barras y dos barrotes entorchados que hacen de goznes.
 El espacio donde se aloja la sillería coral es un lugar aislado de los fieles por todo tipo de cerramientos (reja , muros y trascoro). Está limitado a los miembros del coro; y, quizás por eso, el programa iconográfico que se desarrolla en la sillería fue pensado para los ojos de los clérigos y no para los de los fieles, que en principio no podían, ni habitualmente pueden, acceder a esta zona.

1. HERÁLDICA.

Sentarse en una silla del coro suponía un gran honor, y la ubicación de la silla en el espacio coral, -o sentarse antes o después-, era un motivo de honra. Además, a la posesión de un cargo se unía la designación y la posesión de la silla.
La toma de posesión de cualquier cargo iba unida a la ceremonia inmediata de arrojar monedas. En la puerta de la reja del coro el chantre, u otra persona que le sustituyese, tomaba de la mano al que iba a tomar posesión de la silla y le acompañaba hasta ella sentándole en señal de tomar el cargo en forma pacífica; a continuación, los asistentes arrojaban monedas normalmente de cobre (para el Obispo o el Deán podían ser de plata). En el informe oficial de la toma de posesión se reflejaba si estas monedas habían sido abundantes, escasas o especialmente pobres (“derramó algunas monedas de cobre”).
Isabel Mateo señala que los escudos en blanco tallados en las misericordias, sostenidos unas veces por animales y otras por figuras humanas, además de su carácter puramente decorativo, podían aludir a los apellidos o caracteres personales de los canónigos que utilizaban el coro, sin olvidar la posibilidad de la caricatura.
Por el contrario el escudo del obispo Meléndez Valdés, con remate de tocado y borlas de obispo, (del tipo partido dimidiado, azur con flores de lis doradas, y gules con losa de azur y estrellas),  aparece tallado, a veces incluso policromado, en diversos lugares al igual que lo hace el escudo del cabildo (un cordero sosteniendo el lábaro).

2. PECADOS Y VICIOS.
             Como dice Aristótiles, cosa es verdadera:
              El mundo por dos cosas trabaja: la primera,
              Por aver mantenençia; la otra cosa era
              Por aver juntamiento con fenbra plazentera.
                                 Arcipreste de Hita, “Libro del Buen Amor”.

El hombre medieval estaba obsesionado por el pecado; pecados que en su práctica social se convertían en vicios.
Entre los temas profanos que encontramos representados en las sillas del coro hay una amplia colección relativa a los pecados más habituales entre el clero; pecados como la lujuria o el comportamiento indecoroso son los que aparecen con más frecuencia.
El tema de las relaciones íntimas, -amorosas o sexuales-, entre eclesiásticos y mujeres fue uno de los que en mayor número de ocasiones resultó objeto de atención en los Sínodos y en las actas de las visitas pastorales. El asunto venía de lejos; así, la carta que el legado pontificio Juan de Abbeville dirigió al Papa Gregorio IX en la que le manifestaba la creencia de que en Castilla se podía poner fin a algunos vicios del clero, pero no así en lo referente a su especial "pasión por las mujeres", sin duda, el "vicio" más acusado de nuestros eclesiásticos.
La costumbre de frecuentar los baños públicos continuó durante la Edad Media aunque empezaron a ser considerados como lugares no muy recomendables; no obstante, surgió un nuevo tipo de baño junto a los baños para mujeres o los baños para hombres, los baños mixtos (para ambos sexos juntos).
Una de las imágenes medievales más frecuentes para representar el pecado de lujuria es la que muestra a una mujer cabalgando sobre un hombre, inspirado en el Lai - una narración corta de carácter humorístico y de carga burlesca y erótica que gozó entonces de gran popularidad-, de Philis y Aristóteles, escrita por Henri de Valenciennes en base a una leyenda oriental.
El emperador Alejandro, encontrándose en las campañas de Oriente, conoció a la cortesana Philis, de la que se enamoró perdidamente poniendo en peligro la buena marcha de la guerra. Percatado su maestro Aristóteles, amonestó a su discípulo y le previno contra los peligros de esta clase de gozos, persuadiéndole a romper sus relaciones con Philis. Despechada ésta, decidió seducir al filósofo en presencia del discípulo, lográndolo una mañana; al expresar Aristóteles estar dispuesto a hacer lo que le exigiera a cambio de sus favores, ella le pidió que se dejara ensillar como un caballo y la paseara por el jardin sobre sus espaldas. Alejandro, al verle de ese modo, reprochó a su maestro el comportamiento, a lo que este le respondió: “Desconfiad del amor, que si de un viejo filósofo puede hacer un loco, a qué extremo no puede conducir a un joven príncipe”.
Años después, Jacques de Vitry, entonces obispo de Acre, transformó la historia con una nueva versión a la que dotó de un fuerte contenido moral. Filis ya no era una cortesana, sino la esposa de Alejandro; de esta manera el engaño no era sino la expresión de la perfidia y maldad de las mujeres. La Iglesia, entonces muy ligada a las enseñanzas de Aristóteles, transformó de esta manera la historia dotándola de una nueva moraleja que no era sino que la única filosofía válida era la que preparaba para la muerte.
La reputación de las monjas en la Edad Media también fue atacada, -aunque en menor medida que la de los frailes-, como muestra la anterior misericordia. “De la monja y sus amores/Dios nos guarde,/porque llegan sus amores/mal y tarde” (“Cartapacio” de Morán de la Estrella). Que de la expulsión del Paraiso la única culpable había sido Eva fue una idea que se repitió con frecuencia en los sermones seguramente con la idea de que los monjes la asociaran al verla con el diablo.
En dos misericordias se trata de la denominada “solicitación durante la confesión”, en la que el clérigo introduce una de sus manos bajo la falda de la mujer en presencia de una criada. Muy expresivos son los versos del Arcipreste de Hita: “Acabada la misa, rezas tambyén la sesta, / Ca la vieja te tiene a tu amiga presta”.
Los Sínodos diocesanos insisten en las formas que debían adoptar clérigos y laicos siempre que se hallasen en el interior del templo, pues las actitudes de los eclesiásticos distaron en numerosas ocasiones de ser las más adecuadas. Por ello no dejaron de repetir disposiciones encaminadas a frenar todo tipo de irregularidades perpetradas en ellos.
Por ejemplo, en el Synodicon Hispanum, vol.IV, en relación con el de Salamanca de 1451, al hablar de los abusos perpetrados en las vigilias nocturnas se dice que clérigos, legos, hombres y mujeres practican “so titulo de devoçion muchos malefiçios e escesos, espeçialmente fornicaciones … e fazen muchos comeres e beveres e dizen muchos cantares seglares e otros aspectos desonestos, e danças e bailes e otras muchas cosas inonestas”.
La sillería de la catedral recoge diversas formas de representar la lujuria. En unas se alude a la costumbre extendida entonces entre los religiosos, de tener en sus casas barraganas o “mancebas públicas”, con las que cohabitaban y con las que, a menudo, tenían hijos. Normalmente la lujuria aparece representada por la mujer, bien como gustadora, bien como incitadora de tal vicio y la forma de presentar la idea, aparte de muy abundante, es muy variada.
En una misericordia una mujer joven, recostada sobre unos cojines, muestra sus partes a un hombre. Parte de la talla está mutilada por lo que desconocemos qué hacía el hombre con su mano derecha. Isabel Mateo relaciona la misericordia con un pasaje de la Carajicomedia (poema de principios del siglo XVI, -con un mensaje feroz y obsceno sobre la sociedad, la política y la moralidad de la época-, en el que un anciano e impotente, Diego Fajardo, intenta recobrar su perdida virilidad visitando los más famosos prostíbulos de Castilla y que al final fallece ante la insaciable voracidad femenina): “Y todas las putas de esta escritura /viéndome solo, arrecho y seguro, /alçan sus faldas, mas yo no me curo”.
Las “vigilias” en torno a las fiestas a los santos patronos de la localidad o de los oficios, inicialmente alentadas por la Iglesia como manifestación de religiosidad popular terminaron siendo objeto de preocupación para la jerarquía eclesiástica. Las denuncias sobre el hecho de que la noche anterior a la fiesta patronal se reunían en estas vigílias en las iglesias clérigos y laicos para cantar canciones profanas, comer, bailar, e incluso fornicar fueron contínuas en los sínodos. Así, en el de Salamanca de 1451, al hablar de los abusos perpetrados en las vigilias nocturnas se dice que clérigos, legos, hombres y mujeres practican “so título de devoçión muchos malefiçios e escesos, especialmente fornicaciones (…) e fazen muchos comeres e beveres e dizen muchos cantares seglares e otros actos desonestos, e danças e bailes e otras muchas cosas inonestas” (pág. 314-315, Synodicon Hispanum, vol. IV). Una misericordia de la sillería nos muestra a un clerigo mirando bajo las faldas de una mujer con la representación simbólica de la iglesia trás él.
Otra forma de representar la lujuria es, para Isabel Mateo ( basándose en la obra de Bond, “Wood carvings in English Churches. II: Misericords”, Oxford 1910), la de una escena que presenta a dos mujeres y un hombre sentados alrededor de un fuego sobre el que pende un puchero del que come el hombre, mientras que una de las mujeres, la falda remangada hasta las rodillas, se calienta las piernas. Según Bond, el que una mujer se caliente las piernas con las faldas levantadas hasta las rodillas significa el deseo de despertar la lujuria en el hombre. Aunque la historiadora duda si no se trata de una sencilla escena familiar.
Otras misericordias relacionadas con la lujuria son del tipo en la que uno o más animales huelen el trasero de un hombre que vuelto de espaldas levanta sus ropas hasta la cintura; los animales representados son personificaciones habituales de este vicio, aunque es dificil precisar la aberración que la escena quiere indicar.
Los “bufones” o “locos” eran algo más que personajes cómicos encargados de divertir a reyes y cortesanos; representaban cualquier aspecto de la locura humana en su significación moral.
La “Nave de los necios o de los Locos” (Stultifera Navis) es una obra satírica, publicada en 1494, escrita por Sebastian Brandt, y compuesta por una serie de cuadros críticos, -un grupo de locos viajando en barco hacia la tierra de los tontos-, acompañados cada uno con un grabado; tomando como punto de partida las palabras del predicador “Stultorum numerus est infinitus”, censura los vicios de su época a partir de la denuncia de distintos tipos de necedad realizando una velada crítica de la Iglesia de la época. Inspiró infinidad de grabados que se difundieron rápidamente por Europa, se utilizaron de modelos para muchas tallas y nos han servido como documentos de las costumbres de entonces. A pesar de su variedad, estos locos, cubiertos con una capucha con orejas de asno (alusión a la poca inteligencia de este animal), presentan cierto parentesco como rostros duros, rictus simiesco, o narices dilatadas. Los “bufones”, “locos” o “fous” eran la representación de todos los vicios.
En una misericordia unas mujeres se dedican a su aseo personal lavándose las piernas. Para Isabel Mateo, escenas de este tipo es frecuente encontrarlas en miniaturas y grabados de la época, unas veces aludiendo, sencillamente,a la práctica de la higiene en el ámbito doméstico y otras al excesivo deseo de la mujer por cuidar su cuerpo como medio para atraer al hombre, relacionándolo con la voluptuosidad y la soberbia.
En el pecado de la gula se incluye no sólo el ansia por comer, sino también la excesiva afición a la bebida. El beber en exceso era estímulo para otros pecados como la lujuria o la ira. “Qui escoge ser embriago, /Cay en todo pecado”, “Libro de los Enxemplos” en “EBRIETAS PLURA VITIA INDUCIT”.
Y en este sentido es significativa la misericordia en que dos bebedores luchan por un pellejo de vino.
Como medio de moralizar a los clérigos, los verdaderos usuarios del espacio coral, una misericordia de la sillería de la Catedral de Zamora nos presenta a un hombre piadoso rezando, con las manos juntas, a la puerta de una iglesia. Se trata de ayudar en la enseñanza de los clérigos no sólo con la fealdad realista del pecado o del vicio sino también con el ejemplo piadoso y la incitación a la oración.
También en este sentido, en otra misericordia se nos muestra a un monje absolviendo a una mujer.
No es dificil imaginar que un número importante de eclesiásticos llevaron una vida honesta, acorde con su dignidad y su vocación.
  Si bien existieron clérigos que fueron paradigmas de los vicios y defectos clericales, tal y como nos muestran los textos de las visitas pastorales o de los sínodos que han llegado hasta nosotros (en los sínodos nunca se intentó minimizar la responsabilidad de los eclesiásticos pecadores). Un cura muy, muy, especial debió ser el de Val de San Pedro, a quien sus feligreses acusaron de todos, o casi todos, los vicios y pecados posibles ante el vicario visitador en 1442, según cuenta Bartolomé Herrero en “Una visita pastoral a la diócesis de Segovia durante los año 1446 y 1447"
Fallóse el clérigo que era público concubinario, e jugador de dados, e asiduo de las tavernas (…) e rebolvedor en el concejo, e que continúa trae armas espada e punnal o vallesta e aljava, e rropas sobre la rodilla e quasi insensato juguetir se a andar de cabeça piernas altas e otras pruevas inhonestas, e salir de noche por el aldea apregonando a bozes altas -“sal a vender e vinagre”-, e que non disse misa salvo los domingos e que pasan muchas fiestas de Apóstoles e de Santa María que non disse misa”.

BIBLIOGRAFÍA.
-Anónimo, "Cancionero. De obras de burlas provocantes a risa".
-Ana Arranz Guzmán, “Amores desordenados y otros pecadillos del clero”, en Pecar en la Edad Media, Silex Universidad, Madrid 2008.
-Bonifacio Bartolomé Herrero, "Una visita pastoral a la diócesis de Segovia durante los años 1446 y 1447", rev. "En la España Medieval" nº. 18, Madrid 1995.
-Javier Castán Lanaspa, Ficha nº. 23, Cat. exp. Remembranza, Las Edades del Hombre, Zamora 2001
-Amelia Gallego de Miguel, Ficha nº. 24, Cat. exp. Remembranza, Las Edades del Hombre, Zamora 2001.
-Fernando López-Ríos Fernández, “Arte y medicina en las misericordias de los coros españoles”, JCyL, Salamanca 1991.
-Isabel Mateo Gómez, “Temas profanos en la escultura gótica española. Las sillerías de coro”, Madrid 1979.
-Guadalupe Ramos de Castro, “La Catedral de Zamora”, Zamora 1982.
-Guadalupe Ramos de Castro, Ficha nº. 22, Cat. exp. Remembranza, Las Edades del Hombre, Zamora 2001
-“Synodiicon Hispanum”, A. García y García (direc.), BAC, Madrid 1981 a 1997.
- Mª Dolores Teijeira Pablos, “”Vicio y ¿castigo? En las sillerías de coro: una visión crítica del pecado en el tardogótico hispano”, Clio&Crimen nº7, Durango 2010
-Mº Dolores Teijeira Pablos, “Juan de Bruselas y la sillería coral de la Catedral de Zamora”, Zamora 1996.

NOTA:
En el Museo nacional de escultura Colegio de San Gregorio (Valladolid) se exhibe una silla de coro realizada, por el maestro Rodrigo Alemán, para presidir el conjunto coral de la catedral de Plasencia en cuya misericordia se muestra a la cortesana Philis utilizando como cabalgadura al filósofo Aristóteles. Una prueba más de la popularidad del tema a finales del siglo XV.

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