De la sillería
de coro de la Catedral de Ciudad Rodrigo.
"Drôleries", Frisos y Misericordias.
"Drôleries" (I).
En la primera mitad del
siglo XIII se estableció una nueva decoración en los severos manuscritos religiosos iluminados: los márgenes con "drôleries" [o con bromas, o
burlas]. Motivos profanos y humorísticos -con frecuencia animales o escenas de la vida diaria-, se
multiplicaron en el exterior del texto y de sus ilustraciones. En los últimos años se han hecho esfuerzos para tratar de
entender la decoración marginal en el contexto en que aparece, existiendo
diversas teorías sobre su función y objetivo. Los márgenes eran un lugar
aceptable para la subversión contra las normas culturales; podían servir además para
mostrar la habilidad creativa o artística o como parodia destinada a provocar
la sonrisa.
Tras una serie de tentativas, la presencia de la nueva decoración se codificó en los talleres parisinos de manuscritos; evolucionaron y se
diversificaron, quedando muy estructurados, en los talleres ingleses, en las
ciudades del norte de Francia y en los de Flandes. Hacia 1300, el estilo se
adoptó en el sur de Francia, en España, en Alemania y en Italia. A partir de la
mitad del siglo XIV, los follajes -la decoración vegetal-, comenzaron a
proliferar en los márgenes de los manuscritos parisienses y tomaron el lugar de
las "drôleries". El estilo había pasado de moda.
Las "drôleries" conocerán
sin embargo resurgimientos sucesivos hasta el Renacimiento. A finales del
Gótico aparecerán en las misericordias y apoyamanos de las sillerías de coro; pero
quizás no con la intensidad con que lo hacen en la sillería de Ciudad Rodrigo
donde figuran también en los frisos y en los entrepaños de las sillas
altas.
Los dorsales de los asientos o estalos
altos de la sillería de coro de la catedral de Ciudad Rodrigo se adornan en su
parte inferior mediante unos pequeños frisos decorados, y sobre ellos figura
una ornamentación con formas geométricas, vegetales, y figuras humanas y
animales entretejidas. La decoración se remata con una serie de arcos ojivales
sobre los que un conjunto de arquillos
curvos tratan de aminorar su efecto.
1. "DRÔLERIES".
La ornamentación con
"drôleries" es un un género que se caracteriza por la
desnaturalización de las figuras (híbridos, animales que imitan a los hombres,
personajes con comportamientos aberrantes, etc) pero también por preferencias
temáticas (la caza, el juego, la música, etc). Una gran parte de los temas y de
los aspectos figurativos que constituyen el género -según cuenta Baltrusaitis- preexistían
en el arte románico.
El mundo animal ocupa un
lugar considerable en las "drôleries" marginales; su representación no suele justificarse
más que excepcionalmente. La mayor parte de las veces, los
animales y sus historias son importados a las sillerías de coro -como en su día
lo fueron a los libros de devoción-, sin que sea necesario un pretexto, a
partir de fuentes iconográficas diversas o de imágenes de manuscritos o de grabados. Fuera
de los casos en que ilustran escenas de caza, los entalladores los toman del Bestiario o de las
fábulas.
Dentro del universo
iconográfico de las "drôleries" destaca el mundo animal. En él suelen aparecer los
animales músicos -pues a partir de la reforma gregoriana la condena de la
música laica acostumbraba a expresarse con ellos-, al tratar de señalar la
ignorancia bestial del músico iletrado. Los animales músicos que más solían
figurar eran los monos, al ser las criaturas que se empleaban con más frecuencia para imitar el comportamiento humano, y los instrumentos preferidos la trompeta
o la flauta, la gaita y la cornamusa ( quizás tuviesen un papel simbólico
particular); en menos ocasiones, como animales músicos aparecían el zorro y muy excepcionalmente el cerdo.
¿Porque se representaban en
los márgenes de los manuscritos a animales músicos?. En opinión de Andreas
Bräm, la contradicción entre la personalidad supuesta del animal humanizado y
las competencias que le son prestadas puede justificar el divertimento que
producen. Estas iconografías se corresponden con la tendencia general a
humanizar al animal al igual que sucede en las fábulas; puede que no sea más
que una convención artística.
[Dos ejemplos de la
aparición de animales músicos en los manuscritos decorados medievales son los
que figuran en la fotografía anterior; corresponden a detalles de los
manuscritos Sloane 748 f.82v y Yale 404 f.177v que se conservan en la British
Library y en la Beinecke Library de la Yale University]
La convicción, muy frecuente,
de que la música se presentaba en los márgenes para representar al pecado es parecida
a aquella con la que se justifica la presencia de monstruos con aspecto fiero.
Es probable que el propósito
de la representación del monstruo fuera persuadir a los fieles acerca de la
perfección de la naturaleza divina al exponerles al contraste de su fealdad y señalar así el agradecimiento que tenían que tener a Dios al no
parecerse a ellos. Les recordaban además los horrores que esperaban al mal
cristiano en el Infierno.
El miedo, el gusto por lo
maravilloso, por lo sobrenatural, por lo extraño, debieron estar entre las
primeras causas de la creación de estos seres fantásticos, sobre los que los
artistas crearon variaciones infinitas. El monstruo era el espejo de un mundo
misterioso a menudo relacionado con lo divino, por lo que debía ejercer una
profunda fascinación en las gentes de la Edad Media.
Los monstruos son además
muchas veces modelos figurativos portadores de un valor simbólico pues se
nutren de los mitos que los hicieron nacer; suelen disfrazar un valor
alegórico, el de la encarnación del Mal.
El tema dominante del
mensaje que quieren transmitir los artistas era el del combate de los hombres
contra las fuerzas del mal y la ayuda que la religión podía aportarles para
alcanzar el Paraíso. Pero también podían ser una simple ornamentación derivaba
de un pasado en que aquellos seres tenían un significado.
Los artistas extrajeron sus
modelos de los bestiarios [catálogos de animales reales o imaginarios con su
significación religiosa o moral]; su imaginación, aguijoneada por los diseños
que aparecían en ellos, dotaron a los animales de un aspecto fantasmagórico que
les hace poco reconocibles.
Una justificación
interesante de la presencia de las "drôleries" en los márgenes de los
manuscritos o en las sillerías de coro es la que considera cumplían una doble
función: de un lado servían para divertir, y por otro tenían un propósito
didáctico pues indicaban al fiel o al clérigo que el centrarse en el pecado -el
monstruo-, debía ser subsanado mediante la lectura del texto o el canto
religioso.
Si el salterio era la obra
en que se aprendía a leer en la edad Media, el Bestiario daba los primeros rudimentos
de un saber sobre el mundo, es decir tenía además una función preparatoria para
el estudio de una disciplina. Era uno de los textos generalmente más ilustrados
por esta razón, pero también porque la imagen era y sigue siendo el medio más
sencillo de transmitir el aspecto físico de un animal real o imaginario.
Un monstruo habitual en las
"drôleries" es el denominado por Baltrusaitis "cuadrúpedo de dos
patas"; le considera como una especie diferente y le hace derivar de monedas en
que por el desgaste del metal habrían desaparecido las patas anteriores del
cuadrúpedo representado. Incluso si la erosión es responsable del surgimiento
de este curioso motivo, no explica el interés que suscitó en la Antiguedad y en
la Edad Media. Es más, su parentesco con el falo sobre patas, del cual es una
versión menos explícita, es lo que parece importar. Muchas de las cabezas sobre
patas medievales poseen un largo cuello que recuerda el tronco de estos
cuadrúpedos.
En la ilustración de los
bestiarios, cada animal estaba dotado de un atributo o de una pequeña historia
característica y es bajo esta forma que pasó a las "drôleries"
marginales; su presencia parece justificarse principalmente por su valor
didáctico. El atributo es un medio de
identificar al animal, cuando su fisiología era mal conocida o cuando el
artista no sabía caracterizar de otra forma a las especies. Los animales,
reales o imaginarios, eran catalogados por su significación moral o religiosa,
aunque hoy en día no nos sea muy sencillo, a veces, comprender el significado
que podían tener tales representaciones.
En la Edad Media el animal
no era percibido por sus características objetivas sino por sus
"propiedades" y por su dimensión simbólica o alegórica; así un cierto
número de criaturas que ahora denominamos fantásticas, como el dragón, eran
percibidas como reales. Los animales fantásticos que poseen un nombre de especie
(el grifo, el centauro, el basilisco p. e. ) eran considerados como animales
reales, mientras que los híbridos y los difíciles de nombrar eran considerados como
criaturas más o menos quiméricas, como puede verse en el "Libri monstruorum".
En la iconografía la
hibridación consiste en unir en forma visible elementos que provengan de
especies diferentes, sean zoomorfas y disparatadas en el caso de un animal
fantástico, sean zoomorfas y antropomorfas para un híbrido en sentido amplio.
Una de las formas más habituales de hibridación consistía en la unión de dos
mitades obtenidas la superior de un ser humano y la inferior animal. Es el
principio de los híbridos heredados de la Antigüedad como el centauro o la
sirena.
Sin embargo existían una
gran diversidad de figuras híbridas, que no representaban un tipo iconográfico
sino que respondían a la gran inventiva de los imagineros y que con frecuencia se
inscribían en una tradición iconográfica que se remontaba a los fabulistas o a
los artistas de oriente. A veces se relacionaban con los vicios o con la
locura. Así, muchas veces, la hibridación se propagaba por la parte inferior del
cuerpo que perdía sus piernas en beneficio de una cola o de alguna de sus
variantes; la cola recuerda a la de la serpiente (o a la de los dragones), a la
del pescado o incluso a la de un pájaro.
En estas condiciones el híbrido suele señalar la caída del ser humano en una
condición animal donde el mal era la causa.
La correspondencia entre
hibridación y animalidad traducían el temor difuso que existía al final de la
Edad Media entre la "bestia interior" que descansa en cada hombre y
que amenazaba con aniquilar todas sus capacidades racionales y espirituales; las
imágenes le recordaban la necesidad de dominar su parte animal. La
representación de la confusión de las especies es además reveladora de la
ambivalencia que caracteriza la iconografía medieval entre lo figurativo y lo
ornamental.
BIBLIOGRAFíA:
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"El cabildo de la catedral de Ciudad Rodrigo contra Rodrigo Alemán",
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-Jean Wirth, "Les marges à drôleries des manuscrits gothiques", Genève 2008.
-Jean Wirth, "Les marges à drôleries des manuscrits gothiques", Genève 2008.
NOTAS.
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